Si es verdad que los cristianos han esperado a Cristo sin que El venga, es igualmente verdadero que, cuando El vendrá realmente, el mundo no le esperará. Si es verdad que los cristianos han imaginado ver señales de su venida cuando aún no las había, también es igualmente verdad que el mundo no verá las señales de su venida cuando se presenten.
Estas
señales no son tan evidentes como para que vosotros no tengáis necesidad de
buscarlas; ni tan evidentes que no os podáis equivocar en su búsqueda; tenéis
que escoger entre el peligro de creer ver algo que en realidad no es, y el
peligro de no ver lo que verdaderamente es. Es verdad, que muchas veces y en
muchas épocas los cristianos se han equivocado creyendo discernir la venida de
Cristo; pero vale más creer mil veces que El viene, cuando El no viene, que una
sola vez creer que El no viene cuando El viene.
Tal es la diferencia
entre la Escritura y el mundo. Siguiendo la
Escritura, estaríamos siempre esperando
a Cristo; pero siguiendo al mundo, no
le esperaríamos jamás. Ahora bien, Él debe venir un día, tarde o temprano.
Los espíritus del mundo se burlan hoy de nuestra falta de discernimiento;
pero, precisamente los faltos de discernimiento son los que triunfarán al fin.
¿Y
qué piensa Cristo de estos burlones de hoy? Nos pone en guardia expresamente,
por su Apóstol, contra los burlones que dirán: “¿Dónde está la promesa de su
advenimiento?” (2 Pedro, 3. 4).
Yo
preferiría ser de aquellos que, por amor de Cristo y falta de ciencia, toman
por señal de su venida algún espectáculo insólito en el cielo, cometa o
meteoro, y no de aquellos que por abundancia de ciencia y falta de amor, no
hacen más que reírse de este error.
Observemos
todavía que, en el caso de que hablo, las personas que esperan a Cristo
obedecen a Dios, no sólo por el hecho de esperar, sino también por el modo cómo
aguardan y por las mismas señales en que fundan su expectación. Siempre, desde
el principio, los cristianos han esperado a Cristo por las señales del mundo
material y del mundo moral. Si eran pobres e ignorantes, los fenómenos
celestes, los terremotos, las tempestades, las cosechas destruidas, las
enfermedades, y cualquier cosa prodigiosa y extraña les hacía pensar que
estaba próximo.