¿No queda
clara, acaso, con ese gran signo de pregunta en la tapa de la última "Iesus Christus", la falta de respuestas o la
imposibilidad de dar una afirmación por parte de la Neo-Fraternidad, acerca del
nuevo Papado? ¿Cómo es posible que ante la elección del Cardenal Bergoglio,
conocido como pocos por su ultramodernismo, ecumenismo, etc., pueda decirse que
el Papa tanto puede restaurar la Iglesia como hundirla todavía más, como dice
Mons. Fellay en el Cor Unum de marzo? ¿Es que Mons. Fellay no es capaz de
arriesgar un diagnóstico –nada dificultoso, por cierto- teniendo en cuenta los
antecedentes del Cardenal Bergoglio, ahora
Francisco, por todos conocido? ¿O no quiere hacerlo para no ser “estigmatizado”
por Roma, ahora que le han quitado la mancha de la “excomunión”?
Si no son
capaces de aventurar las líneas generales que guiarán a este Papa modernista,
¿cómo podría esperarse luego que estas autoridades de la neo-Fraternidad sean
capaces de leer los signos de los tiempos? ¿Puede brindarse a los lectores de
esta revista un análisis tan pobre y nada arriesgado acerca de los tiempos que
vivimos?
Como no
queremos cerrar también nosotros con un signo de interrogación, diciendo que
Mons. Fellay puede tanto hacer naufragar el barco de la Fraternidad como
revitalizar la Tradición y hacerla triunfar en Roma, decimos que, como Francesco
Schettino, el negligente capitán del hundido crucero Costa Concordia, Mons. Fellay
sigue sus pasos, con las consecuencias desastrosas para el resto del pasaje y
la tripulación que no es necesario describir.