NON POSSUMUS
Estimados miembros de la
Fraternidad Sacerdotal San Pio X.
Un
acontecimiento importante para la Iglesia acaba de suceder, acontecimiento
sorprendente, raro también, pero del cual podemos adivinar que tendrá grandes
consecuencias: la dimisión de un Soberano Pontífice. Sin detenerlos en los
motivos de la renuncia de Benedicto XVI y considerando que las razones de salud
proporcionadas (pérdida de fuerzas para asegurar el buen ejercicio de la
función) pueden ser suficientes para explicar lo que ha pasado, quisiéramos
reflexionar brevemente en las posibles consecuencias de este acto sobre nuestra
Fraternidad. Porque a la dimisión corresponde la elección de un sucesor, lo que
ya ha sucedido con el papa Francisco.
Parece que esta elección es todavía más
sorprendente que la precedente. ¿Qué nos reservará el nuevo sucesor de Pedro?
Él manifiestamente es tan fuera de normas, se quiere tan original que nosotros
debemos conservar la mas grande prudencia antes de emitir un juicio, y mientras
que no lo veamos a la obra. Sin embargo, numerosos elementos nos llevan a un
cierto pesimismo, la alegría de los progresistas y de los modernistas bastan
ampliamente para alimentar nuestra inquietud. Parece que las preocupaciones de
Benedicto XVI a favor de una cierta restauración, al menos litúrgica, van a ser
dejadas de lado, y que se pondrá otro acento en la Iglesia. La palabra ya
escuchada varias veces de la boca de los modernos es que “el paréntesis se ha
cerrado”.
El Papa Francisco, ¿restaurará la Iglesia
luchando eficazmente contra la corrupción moral, o la hundirá más buscando la
aplicación de las reformas del Vaticano II? Estas dos hipótesis no son
excluyentes una de la otra. En todo caso el futuro nos lo dirá muy pronto.
Basta esperar para esto, el nombre de las personas que serán llamadas a los puestos
de gobierno en la curia. Si los progresistas parecen haber cantado ya el
réquiem de la antigua liturgia, ¿qué será de la predicación íntegra de la fe,
del desarrollo del ecumenismo? ¿Habrá una reforma efectiva de la curia? Videbimus.
+
Para nosotros, un nuevo pontificado debe ser
ocasión por una parte, de redoblar las oraciones, y por otra, de cerrar filas. Desde hace muchos meses, precisamente desde el mes de junio de 2012,
nuestras relaciones con Roma están nuevamente congeladas. En efecto, no pudimos
mas que rechazar el avance sobre la base de un texto promoviendo la
hermenéutica de la continuidad y queriendo arrastrarnos en la estela del
Vaticano II: el Preámbulo doctrinal del 14 de septiembre de 2011 que nosotros
rechazamos con firmeza pero que fue retomado en sustancia el 15 de junio de
2012. Y bien, evidentemente es todavía menos cuestión de aventurarse hacia una
normalización canónica en tanto que la parte doctrinal no haya sido arreglada
en el sentido de las condiciones decretadas por el último capítulo. Algunos
procuran difundir el rumor contrario, pretendiendo que Menzingen quiere a
cualquier precio un acuerdo con la Roma modernista, como ellos dicen. Queremos
tranquilizar a los que permitieron que la duda entrara en su corazón: No se
trata absolutamente de eso.
Pensamos también que debemos llamar su atención
sobre las maniobras de desestabilización operadas tanto desde fuera, por
Monseñor Williamson y los sacerdotes que están con él, como desde el interior,
por aquellos que, siguiendo los consejos de Monseñor Williamson,
quisieran fundar una suerte de “maraña”, en donde los sacerdotes se dedicarían,
bajo la cubierta del anonimato, a un verdadero trabajo de socavamiento, bajo el
pretexto de conservar la fidelidad a Monseñor Lefebvre y de preservar a la
Fraternidad de un dizque acuerdo suicida con la Iglesia conciliar.
Detrás de este muro de humo, se ha establecido
que el objetivo que se persigue es la dimisión del Superior general, y tal
parece que todo les está permitido para llegar a esta meta. Poco importan las
declaraciones, los sermones y las conferencias que afirman lo contrario, se
buscará con lupa todo lo que podría comprenderse al revés para, en un increíble
juicio de intención, desacreditar a la autoridad y hacerla pasar por mentirosa
y astuta. Es una real empresa de subversión que siembra la desconfianza entre
los sacerdotes y fieles y desestabiliza el gobierno de nuestra sociedad para
debilitarla o abatirla.
La unidad se logra evidentemente en torno a la
fe católica que nosotros queremos defender y conservar. Pero este combate
propio de nuestro tiempo no debe hacernos olvidar que el lazo de unidad no se
limita solamente a la fe. La justicia y la caridad lo completan. La justicia
reclama que se respete la verdad respecto a todos, que se aparten los
prejuicios, las condenaciones elaboradas de antemano sin conocimiento de causa,
que no se arroguen poderes de juez que no tienen. Ella exige respeto al orden
establecido del cual no podemos eximirnos a menos de una necesidad mayor, como
la que evidentemente golpea a la Iglesia actualmente.
Para restaurar esta unidad, la caridad y la
prudencia también intervienen: cada quien debe tener suficiente sentido común y
equilibrio para no ver súbitamente en un cofrade a un enemigo o un traidor.
Esto es lo que produce la cizaña. No dejemos lugar en nuestros corazones a
estas sirenas que buscan atemorizar falsamente nuestro pequeño mundo de la
Tradición por una mala dialéctica. No dejemos lugar a una desconfianza mutua
que gangrena y divide inútilmente.
Ninguna sociedad puede sobrevivir largo tiempo
sin un mínimo de unión en los espíritus y en los corazones. He aquí el por qué
organizar una situación de constante oposición hacia los superiores es
insostenible, porque la atmósfera se envenena para todo el mundo, y finalmente
destruye las relaciones necesarias y normales entre los miembros y su
jerarquía. Esto no es nuevo. Desde los inicios de la Fraternidad, Monseñor
Lefebvre tuvo que intervenir a causa de dialécticas parecidas portadoras de
división y esterilidad.
Para permanecer sobre el terreno de los hechos,
el presente número de Cor Unum publica los documentos que dan
seguimiento a las proposiciones romanas de septiembre de 2011 y a las
respuestas que estas recibieron. En lo que concierne al texto de la declaración
doctrinal que tanto agitó los espíritus en el pasado, les pido remitirse al
texto introductorio que he redactado para enlazarlo en su contexto.
+
Miremos hacia el futuro con almas serenas. Que
la providencia es buena, que nos permitió consagrar toda la Fraternidad a San
José precisamente en el momento que el nuevo papa inauguró su pontificado.
Incluso si un período todavía más turbio para la Iglesia deba abrirse, tenemos
una gran confianza en san José al cual el último capítulo quiso asociar a
Nuestra Señora, al Corazón Inmaculado de María para que nos beneficiemos de una
protección todavía mayor. Vivamos esta consagración, intensifiquemos nuestro
afecto, nuestro amor para aquellos que Nuestro Señor asoció más íntimamente a
su obra de Redención, y por lo tanto también a nuestra salvación. Que se digne
guiarnos, protegernos, bendecirnos en la consecución de nuestra meta tan
sublime de salvar las almas por un sacerdocio siempre renovado y santificado en
el altar del Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo.
Que los misterios que vivimos en esta semana
Santa y en estos tiempos de la historia de la Iglesia nos ayuden y nos
purifiquen cada vez más, y esto en el momento que conmemoramos la partida hacia
la eternidad de nuestro venerado fundador. Dígnese Monseñor Lefebvre velar
sobre todos nosotros. Cuando ustedes lean estas líneas, el tiempo pascual habrá
esparcido su alegría, una alegría que no es de este mundo, y que nada podría
quitarnos. Frente al temor o a la desesperación que habita en tantas almas, que
las paraliza o las agria, seamos de esas almas magnánimas, simples y grandes,
vencedores de este mundo por una fe que conquista y una auténtica caridad
misionera.
Queridos miembros de la Fraternidad, los bendigo
a cada uno por la intercesión de Nuestra Señora de la Anunciación y de san José
su casto esposo, y ruego al buen Dios de bendecir todas sus obras y de
recompensar todos sus esfuerzos para hacer triunfar su santo Nombre.
Menzingen, el 25 marzo de 2013
+Bernard Fellay