jueves, 9 de mayo de 2013

"LA PALABRA DEL SUPERIOR GENERAL".- (COR UNUM 104 MARZO 2013)


NON POSSUMUS





Estimados miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X.

        Un acontecimiento importante para la Iglesia acaba de suceder, acontecimiento sorprendente, raro también, pero del cual podemos adivinar que tendrá grandes consecuencias: la dimisión de un Soberano Pontífice. Sin detenerlos en los motivos de la renuncia de Benedicto XVI y considerando que las razones de salud proporcionadas (pérdida de fuerzas para asegurar el buen ejercicio de la función) pueden ser suficientes para explicar lo que ha pasado, quisiéramos reflexionar brevemente en las posibles consecuencias de este acto sobre nuestra Fraternidad. Porque a la dimisión corresponde la elección de un sucesor, lo que ya ha sucedido con el papa Francisco.

Parece que esta elección es todavía más sorprendente que la precedente. ¿Qué nos reservará el nuevo sucesor de Pedro? Él manifiestamente es tan fuera de normas, se quiere tan original que nosotros debemos conservar la mas grande prudencia antes de emitir un juicio, y mientras que no lo veamos a la obra. Sin embargo, numerosos elementos nos llevan a un cierto pesimismo, la alegría de los progresistas y de los modernistas bastan ampliamente para alimentar nuestra inquietud. Parece que las preocupaciones de Benedicto XVI a favor de una cierta restauración, al menos litúrgica, van a ser dejadas de lado, y que se pondrá otro acento en la Iglesia. La palabra ya escuchada varias veces de la boca de los modernos es que “el paréntesis se ha cerrado”.

El Papa Francisco, ¿restaurará la Iglesia luchando eficazmente contra la corrupción moral, o la hundirá más buscando la aplicación de las reformas del Vaticano II? Estas dos hipótesis no son excluyentes una de la otra. En todo caso el futuro nos lo dirá muy pronto. Basta esperar para esto, el nombre de las personas que serán llamadas a los puestos de gobierno en la curia. Si los progresistas parecen haber cantado ya el réquiem de la antigua liturgia, ¿qué será de la predicación íntegra de la fe, del desarrollo del ecumenismo? ¿Habrá una reforma efectiva de la curia? Videbimus.

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Para nosotros, un nuevo pontificado debe ser ocasión por una parte, de redoblar las oraciones, y por otra, de cerrar filas. Desde hace muchos meses, precisamente desde el mes de junio de 2012, nuestras relaciones con Roma están nuevamente congeladas. En efecto, no pudimos mas que rechazar el avance sobre la base de un texto promoviendo la hermenéutica de la continuidad y queriendo arrastrarnos en la estela del Vaticano II: el Preámbulo doctrinal del 14 de septiembre de 2011 que nosotros rechazamos con firmeza pero que fue retomado en sustancia el 15 de junio de 2012. Y bien, evidentemente es todavía menos cuestión de aventurarse hacia una normalización canónica en tanto que la parte doctrinal no haya sido arreglada en el sentido de las condiciones decretadas por el último capítulo. Algunos procuran difundir el rumor contrario, pretendiendo que Menzingen quiere a cualquier precio un acuerdo con la Roma modernista, como ellos dicen. Queremos tranquilizar a los que permitieron que la duda entrara en su corazón: No se trata absolutamente de eso.

Pensamos también que debemos llamar su atención sobre las maniobras de desestabilización operadas tanto desde fuera, por Monseñor Williamson y los sacerdotes que están con él, como desde el interior, por aquellos que, siguiendo los consejos de Monseñor Williamson,  quisieran fundar una suerte de “maraña”, en donde los sacerdotes se dedicarían, bajo la cubierta del anonimato, a un verdadero trabajo de socavamiento, bajo el pretexto de conservar la fidelidad a Monseñor Lefebvre y de preservar a la Fraternidad de un dizque acuerdo suicida con la Iglesia conciliar.

Detrás de este muro de humo, se ha establecido que el objetivo que se persigue es la dimisión del Superior general, y tal parece que todo les está permitido para llegar a esta meta. Poco importan las declaraciones, los sermones y las conferencias que afirman lo contrario, se buscará con lupa todo lo que podría comprenderse al revés para, en un increíble juicio de intención, desacreditar a la autoridad y hacerla pasar por mentirosa y astuta. Es una real empresa de subversión que siembra la desconfianza entre los sacerdotes y fieles y desestabiliza el gobierno de nuestra sociedad para debilitarla o abatirla.

La unidad se logra evidentemente en torno a la fe católica que nosotros queremos defender y conservar. Pero este combate propio de nuestro tiempo no debe hacernos olvidar que el lazo de unidad no se limita solamente a la fe. La justicia y la caridad lo completan. La justicia reclama que se respete la verdad respecto a todos, que se aparten los prejuicios, las condenaciones elaboradas de antemano sin conocimiento de causa, que no se arroguen poderes de juez que no tienen. Ella exige respeto al orden establecido del cual no podemos eximirnos a menos de una necesidad mayor, como la que evidentemente golpea a la Iglesia actualmente.

Para restaurar esta unidad, la caridad y la prudencia también intervienen: cada quien debe tener suficiente sentido común y equilibrio para no ver súbitamente en un cofrade a un enemigo o un traidor. Esto es lo que produce la cizaña. No dejemos lugar en nuestros corazones a estas sirenas que buscan atemorizar falsamente nuestro pequeño mundo de la Tradición por una mala dialéctica. No dejemos lugar a una desconfianza mutua que gangrena y divide inútilmente.

Ninguna sociedad puede sobrevivir largo tiempo sin un mínimo de unión en los espíritus y en los corazones. He aquí el por qué organizar una situación de constante oposición hacia los superiores es insostenible, porque la atmósfera se envenena para todo el mundo, y finalmente destruye las relaciones necesarias y normales entre los miembros y su jerarquía. Esto no es nuevo. Desde los inicios de la Fraternidad, Monseñor Lefebvre tuvo que intervenir a causa de dialécticas parecidas portadoras de división y esterilidad.

Para permanecer sobre el terreno de los hechos, el presente número de Cor Unum  publica los documentos que dan seguimiento a las proposiciones romanas de septiembre de 2011 y a las respuestas que estas recibieron. En lo que concierne al texto de la declaración doctrinal que tanto agitó los espíritus en el pasado, les pido remitirse al texto introductorio que he redactado para enlazarlo en su contexto.

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Miremos hacia el futuro con almas serenas. Que la providencia es buena, que nos permitió consagrar toda la Fraternidad a San José precisamente en el momento que el nuevo papa inauguró su pontificado. Incluso si un período todavía más turbio para la Iglesia deba abrirse, tenemos una gran confianza en san José al cual el último capítulo quiso asociar a Nuestra Señora, al Corazón Inmaculado de María para que nos beneficiemos de una protección todavía mayor. Vivamos esta consagración, intensifiquemos nuestro afecto, nuestro amor para aquellos que Nuestro Señor asoció más íntimamente a su obra de Redención, y por lo tanto también a nuestra salvación. Que se digne guiarnos, protegernos, bendecirnos en la consecución de nuestra meta tan sublime de salvar las almas por un sacerdocio siempre renovado y santificado en el altar del Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo.

Que los misterios que vivimos en esta semana Santa y en estos tiempos de la historia de la Iglesia nos ayuden y nos purifiquen cada vez más, y esto en el momento que conmemoramos la partida hacia la eternidad de nuestro venerado fundador. Dígnese Monseñor Lefebvre velar sobre todos nosotros. Cuando ustedes lean estas líneas, el tiempo pascual habrá esparcido su alegría, una alegría que no es de este mundo, y que nada podría quitarnos. Frente al temor o a la desesperación que habita en tantas almas, que las paraliza o las agria, seamos de esas almas magnánimas, simples y grandes, vencedores de este mundo por una fe que conquista y una auténtica caridad misionera.

Queridos miembros de la Fraternidad, los bendigo a cada uno por la intercesión de Nuestra Señora de la Anunciación y de san José su casto esposo, y ruego al buen Dios de bendecir todas sus obras y de recompensar todos sus esfuerzos para hacer triunfar su santo Nombre.

Menzingen, el 25 marzo de 2013
+Bernard Fellay