martes, 3 de diciembre de 2013

DE LA ESPECIAL GRAVEDAD DEL PECADO DEL LIBERALISMO.





Enseña la teología católica que no todos los pecados graves son igualmente graves, aun dentro de su esencial condición que los distingue de los pecados veniales. Hay grados en el pecado, aun dentro de la categoría de pecado mortal, como hay grados en la obra buena dentro de la categoría de obra buena y ajustada a la ley de Dios. Así el pecado directo contra Dios, como la blasfemia, es pecado mortal más grave de sí que el pecado directo contra el hombre, como es el robo. Ahora bien, a excepción del odio formal contra Dios y de la desesperación absoluta, que rarísimas veces se cometen por la criatura, como no sea en el infierno, los pecados más graves de todos son los pecados contra la fe. La razón es evidente. La fe es el fundamento de todo orden sobrenatural; el pecado es pecado en cuanto ataca cualquiera de los puntos de este orden sobrenatural; es, pues, pecado máximo el que ataca el fundamento máximo de dicho orden.

Un ejemplo lo aclarará. Se ocasiona una herida al árbol cortándole cualquiera de sus ramas; se le ocasiona herida mayor cuando es más importante la rama que se le destruye; se le ocasiona herida máxima o radical si se le corta por su tronco o raíz. San Agustín, citado por Santo Tomás, hablando del pecado contra la fe, dice con fórmula incontestable: Hoc est peccatum quo tenentur cuncta peccata: "Pecado es éste en que se contienen todos los pecados". Y el mismo Ángel de las Escuelas discurre sobre este punto, como siempre, con su acostumbrada claridad. "Tanto, dice, es más grave un pecado, cuanto por él se separa más el hombre de Dios. Por el pecado contra la fe se separa lo más que puede de El, pues se priva de su verdadero conocimiento; por donde, concluye el santo Doctor, el pecado contra la fe es el mayor que se conoce".  Pero es mayor todavía cuando el pecado contra la fe no es simplemente carencia culpable de esta virtud y conocimiento, sino que es negación y combate formal contra dogmas expresamente definidos por la revelación divina. Entonces el pecado contra la fe, de suyo gravísimo, adquiere una gravedad mayor, que constituye lo que se llama herejía. Incluye toda la malicia de la infidelidad, más la protesta expresa contra una enseñanza de la fe, o la protesta expresa a una enseñanza que por falsa y errónea es condenada por la misma fe. Añade al pecado gravísimo contra le fe la terquedad y contumacia en él, y una cierta orgullosa preferencia: la da razón propia sobre la razón de Dios.

De consiguiente, las doctrinas heréticas y las obras hereticales constituyen el pecado mayor de todos, a excepción de los arriba dichos, de los que, como ya dijimos, sólo son capaces por lo común el demonio y los condenados. De consiguiente, el Liberalismo, que es herejía, y las otras liberales, que son obras hereticales, son el pecado máximo que se conoce en el código de la ley cristiana. De consiguiente (salvo los casos de buena fe, de ignorancia y de indeliberación), ser liberal es más pecado que ser blasfemo, ladrón, adúltero u homicida, o cualquier otra cosa de las que prohíbe la ley de Dios y castiga su justicia infinita. No lo comprende así el moderno Naturalismo; pero siempre lo creyeron así las leyes de los Estados cristianos hasta el advenimiento de la presente era liberal, y sigue enseñándolo así la ley de la Iglesia, y sigue juzgando y condenando así al tribunal de Dios. Sí, la herejía y las obras hereticales son los peores pecados de todos, y por tanto el Liberalismo y los actos liberales son ex genere suo, el mal sobre todo mal.

R. P. Félix Sardá y Salvany – “El liberalismo es pecado”