Nosotros
hemos sido llamados por Dios a mantener la Fe católica y a librar un combate
extraordinario. Roguemos a Dios ser realmente dignos de haber sido elegidos por
El para esta cruzada excepcional. Prometámosle nuestra fidelidad incondicional
a la Fe.
Con
seguridad, el gobierno de la Iglesia ha sido, asimismo, establecido para la
defensa de la Fe y normalmente debemos serle sumisos para ayudarle a mantener,
difundir y continuar la Fe católica. Pero si ese gobierno falta a su deber, si
abandona su función y se vuelve en contra de la Fe ¿qué debemos hacer?
¿Permanecer adictos al gobierno o adictos a la Fe? ¿Prevalece el gobierno o la
Fe? Nos hallamos ante un dilema y nos vemos en la obligación de optar. Ahora
bien, el gobierno ha sido establecido para la Fe y no la Fe para el gobierno,
puesto que la Fe es Jesucristo mismo. Por tanto debemos adherirnos a Jesucristo
antes que al gobierno mismo de la Iglesia, establecido por Jesucristo mismo,
pero no para que se convierta en su enemigo, no para destruirle, no para
entregar las almas a los ídolos, a los falsos dioses, a los demonios.
Seamos
firmes en la Fe y pidamos a la Santísima Virgen, a Nuestra Señora de las
Victorias, que nos dé fuerzas para la lucha, que nos ayude a lograr el triunfo
contra los ataques infernales a Nuestro Señor Jesucristo, Nuestro Salvador.
Meditemos
este día la Pasión, los dolores, los sufrimientos, el abandono de Ntro. Señor
Jesucristo por sus apóstoles, pero sigámosle y esforcémonos con toda el alma en
seguir a la Santísima Virgen, a San Juan, a las santas mujeres —y no imitar a
los Apóstoles que abandonaron a Nuestro Señor— a fin de ser realmente hijos de
Jesús y de María.
En
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amen.
Marcel
Lefebvre
Arzobispo
Ecóne,
sermón de Jueves Santo, 27 de marzo de 1986.