“Por lo cual, teniendo
nosotros este ministerio, en virtud de la misericordia que hemos alcanzado, no
decaemos de ánimo, antes bien, desechamos lejos de nosotros los indecorosos
disimulos, no procedemos con artificio, ni alteramos la palabra de Dios, sino
que, por medio de la predicación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia
de todo hombre delante de Dios”
Epístola II a los corintios,
4, 1-2.