Por San Juan Crisóstomo
Homilías de San Juan Crisóstomo sobre el evangelio
de San Mateo 33,1.2
Mientras somos ovejas, vencemos y
superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero, si nos
convertimos en lobos, entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la
protección del Pastor. Este, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y, por
esto, te abandona y se aparta entonces de ti, porque no le dejas mostrar su
poder.
Es como si dijera: «No os alteréis por
el hecho de que os envío en medio de lobos y, al mismo tiempo, os mando que
seáis como ovejas y como palomas. Hubiera podido hacer que fuera al revés y
enviaros de modo que no tuvierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como
ovejas ante lobos, podía haberos hecho más temibles que leones; pero eso no era
lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y yo la ocasión
de manifestar mi poder. Es lo mismo que decía a Pablo: “Te basta mi gracia: la
fuerza se realiza en la debilidad. Así es como yo he determinado que fuera”. Al
decir: Os mando como ovejas, dice implícitamente: “No desmayéis: yo sé muy bien
que de este modo sois invencibles”.
Pero, además, para que pusieran también
ellos algo de su parte y no pensaran que todo había de ser pura gracia y que
habían de ser coronados sin mérito propio, añade: Por eso, sed sagaces como
serpientes y sencillos como palomas. “Mas, ¿de qué servirá nuestra sagacidad
–es como si dijesen– en medio de tantos peligros? ¿Cómo podremos ser sagaces en
medio de tantos embates? Por mucha que sea la sagacidad de la oveja, ¿de qué le
aprovechará cuando se halle en medio de los lobos, y en tan gran número? Por
mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de qué le servirá, acosada por tantos
gavilanes?” Ciertamente, la sagacidad y la sencillez no sirven para nada a
estos animales irracionales, pero a vosotros os sirven de mucho.
Pero veamos cuál es la sagacidad que
exige aquí el Señor. “Como serpientes –dice–. Así como a la serpiente no le
importa perderlo todo, aunque sea seccionado su cuerpo, con tal que conserve la
cabeza, así también tú –dice– debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero,
tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la cabeza
y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego
con creces”. Así, pues, no te manda que seas sólo sencillo ni sólo sagaz, sino
ambas cosas a la vez, porque en ello consiste la verdadera virtud. La sagacidad
de la serpiente te hará invulnerable a los golpes mortales; la sencillez de la
paloma frenará tus impulsos de venganza contra los que te dañan o te ponen
asechanzas, pues, sin esto, en nada aprovecha la sagacidad.
Nadie piense que estos mandatos son
imposibles de cumplir. El Señor conoce más que nadie la naturaleza de las
cosas: él sabe que la violencia no se vence con la violencia, sino con la
mansedumbre.