“Lo Paródico es la
imitación de Lo serio; cuanto más parecido a Lo serio sin serlo, es más eficaz
en el arte de la comedia. No es lo mismo que Lo Cómico, no es lo mismo que Lo
Falso, aunque participa de esas dos categorías.
Lo paródico no es hecho
adrede: resulta de una degeneración o descenso de Lo Serio, como respecto de la
religión, ese “descenso de una mística en política” que teorizaron Bergson y
Péguy. De ahí que Lo Paródico no se puede atacar directamente sin peligro de
lastimar lo que está detrás de esa corteza o ese tejido adiposo. Hay que usar
las emanaciones radiactivas del humorismo.
(…)
La Argentina es
actualmente un país paródico. En todo lo visible. No en su fondo; no en ese
fondo del país real que oprimido y cuidadosamente recubierto parece estar
alzando presión cuasi volcánica.
(…)
Hace un siglo Soren
Kirkegor anunció que Lo Paródico se estaba adueñando del mundo; o por lo menos
de Dinamarca.
Y que detrás de Lo Paródico
se escondía Lo Demoníaco. Pero esa ya es otra historia.
Para concluir
filosóficamente como habemos empezado, el remedio de Lo Paródico es Lo
Auténtico, mantenido a toda costa, incluso hasta el martirio. (Además hace
falta una revista humorística, no “jocosa” solamente). Dicen que uno “destruye”…
¡que Dios los escuche! Y no caen en la cuenta de que lo destruible y destruendo
es una cosa roñosa; y que uno trata de destruirla desde lo que está detrás de
ella, que es Lo Auténtico, auténtico modesto quizá, “como cuadra a nuestra
tierra”, pero al fin auténtico.”
Padre L. Castellani, “Lo
Paródico”, “Seisa ensayos y tres cartas”, Ediciones Dictio, 1978.