“El
primer deber que Cristo señaló a quien,
como Nos, tiene confiado desde lo alto el oficio de apacentar la grey del
Señor, es custodiar con la mayor
vigilancia el depósito de la santa fe que se nos ha entregado; y esto,
tanto rechazando las novedades profanas de lenguaje como las contradicciones de
una mal llamada ciencia. Y ciertamente que no ha habido época en la que no haya
sido necesaria esta vigilancia del Pastor Supremo, pues nunca han faltado, por
instigación del enemigo del género humano, hombres
que enseñan doctrinas perversas (1), charlatanes
de novedades y seductores (2), metidos
en el error y que arrastran hacia el error (3). Pero hay que reconocer
que, en estos últimos tiempos, el número de los enemigos de la cruz de Cristo
ha aumentado enormenente; todos ellos, con técnicas absolutamente nuevas y
astutas, se esfuerzan por agostar las energías vitales de la Iglesia y hasta
querrían destruir el reino de Cristo, si esto fuera posible. Por eso, no podemos
permanecer callados por más tiempo, no vaya a ser que demos la impresión de
estar faltando al más sacrosanto de nuestros deberes, y la comprensión que
hasta ahora hemos tenido esperando ver una rectificación, sea interpretada como
abandono de Nuestro oficio”.
San Pío X, Carta encíclica Pascendi, Introducción.
(1). Hch 20,30.
(2). Tit 1,10.
(3). 2 Tim 3,13.