Por el Padre Emmanuel
A
menudo habéis oído decir que los días se suceden pero no se parecen. Y yo os
digo que a menudo las horas se parecen, aunque no se sigan.
Cierto
día a tal hora las tinieblas reinaban sobre la tierra y hombres tenebrosos
ejecutaban una obra de tinieblas.
Nuestro
Señor les dijo: “Ésta es vuestra hora, la hora del poder de las tinieblas”[1].
Esa
hora pasó hace muchos siglos y, sin embargo, la hora actual se le asemeja.
Era la
hora de la traición. Hoy es la hora de la mentira. El que tenga ojos para ver
verá cosas que infunden espanto. Sin querer entrar en ningún detalle he querido
señalar el hecho. Ya está.
La
hora presente es la hora en la cual la fe enmudece. Oímos hablar a muchos charlatanes;
prestamos atención, muy atentamente para oír el lenguaje de la fe pero nada
nos llega.
Cuando
la mentira toma la palabra, la verdad parece muda. Las tinieblas de la hora actual
nos hacen ansiar vivamente la diafanidad de la luz de lo alto, pero nada se
distingue.
El sol
está lejos de nosotros, la luna, encubierta, las estrellas eclipsadas y quizás
han caído del cielo: es la noche. “Venit nox quando nemo potest operari”[2] (Viene la noche, cuando
nadie puede trabajar).
La
hora actual tendrá necesidad de oír y comprender la palabra de Nuestro Señor Jesucristo:
VELAD y ORAD.
VELAD:
Cuando el Maestro pronunció esa divina palabra, los Apóstoles dormían. ¡Cuántos
hay que en esto se parecen a los Apóstoles! Dormir parece ser, hoy en día, la
cosa más fácil y la menos comprometida. Dormid ahora, dijo Nuestro
Señor.
¡Y
ORAD! ¿Qué es orar? ¿Cómo orar? ¿Por qué orar? Los cristianos de hoy (¡no
todos!) saben aún recitar oraciones, pero... ¿saben orar?
Cuando
San Simeón anunció a María que su alma sería atravesada por una espada, agregó;
Para que se descubran los pensamientos de muchos corazones[3]. La hora presente
es la hora de la espada: aguardemos revelaciones.
Hay
disfraces que caerán: semivirtudes que serán reconocidas como el antifaz de
verdaderos vicios, la hora de las tinieblas se convertirá, a su manera, en la
hora de las revelaciones.
Entonces
comprenderéis mejor que nunca lo que la Iglesia canta a Dios: Tú solo eres
santo. To solus sanctus!
Me
preguntaréis, sin duda, Hermana, qué hace en la hora actual Nuestra Señora de
la Santa Esperanza. En la hora presente, Nuestra Señora de la Santa Esperanza
relee su historia en un viejo libro.
¿En
qué libro? En el libro de Job. En el capítulo 12, versículo 5, en las palabras
siguientes: Lampas contempta apud cogitationes divitum, parata ad tempus
statutum.
Traduzco:
Ella es una lámpara poco estimada (suavizo la expresión en honra de
Nuestra Señora) en la opinión de los ricos y, sin embargo, está allí, preparada
para un tiempo señalado.
Explico:
Ella es una lámpara, nada es más necesario en horas de la noche. Sabéis
por qué noche atravesamos en la actualidad. Demos gracias a Dios que nos ha
dado esta lámpara. Poco estimada... Algunos, en efecto, tienen por ella
tan poca estima que no sabrían ni siquiera pronunciar su nombre.
Continúo:
Preparada. Comprendéis: ella espera, preparada para el tiempo
señalado. Ese tiempo no es este tiempo, esa hora no es esta hora. Esta hora
pasará, esa hora vendrá. Paciencia por una, esperanza por la otra.
Seamos,
Hermana, más que nunca, los hijos de Nuestra Señora de la Santa Esperanza.
"Las dos ciudades", Editorial Iction, Buenos Aires, 1980.
[1]
Lc.
22, 53.
[2]
Jo.
9, 4.
[3]
Lc.
2, 35.