“En la Iglesia no hay ningún
derecho, ninguna jurisdicción que pueda imponer a un cristiano la disminución
de su fe, todo fiel puede y debe resistir a aquello que afecte su fe,
apoyándose en el catecismo de su niñez. Si se encuentra en presencia de una
orden que lo pone en peligro de corromperla, la desobediencia es un deber
imperioso.
Tenemos el deber de desobedecer
y de conservar la tradición porque estimamos que nuestra fe está en peligro a
causa de las reformas y las orientaciones posconciliares. Agreguemos esto: el mayor
de los servicios que podamos hacer a la Iglesia y al sucesor de Pedro es
repudiar la Iglesia reformada y liberal. Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre,
ni es liberal ni puede ser reformado”.
Monseñor Marcel Lefebvre, “Carta
abierta a los católicos perplejos”, Capítulo XVIII.