Reproducimos por juzgarlo
de interés el artículo publicado en un blog masónico donde, más allá de las
pocas o nulas entendederas de quienes allí se proponen participar de una “masonería
cristiana”, queda claro el vínculo que ha habido entre masones y obispos y sacerdotes
de la Iglesia católica, en especial de jesuitas, durante el gobierno de Jorge Mario
Bergoglio al frente de la Diócesis de Buenos Aires. Subrayamos en negro los
pasajes que creemos más destacados.
Los jesuitas y el diálogo entre Masonería e Iglesia
en Argentina
A raíz de la elección del
cardenal Jorge Bergoglio como papa Francisco, se ha abierto una expectativa en
torno a cuál será el rumbo que el nuevo pontífice adopte en torno a las
relaciones entre Masonería e Iglesia.
Resulta complejo predecir
cuál será el futuro de un diálogo que –a priori y dada la actual fragmentación
de la Masonería- se presenta, al menos,
como difícil de articular en virtud de la inmensa cantidad de “interlocutores”
con los que se encontraría la Iglesia.
Sin embargo, puede
intentarse una aproximación verosímil de esta expectativa a partir del
desarrollo que ha tenido en la Argentina la relación entre jesuitas y masones
en los últimos veinte años, espacio de tiempo que coincide con la actividad del
ahora papa Francisco como autoridad de la Compañía de Jesús, como miembro del
episcopado y como Cardenal Primado. En mi caso, siendo masón y católico
apostólico romano, he tenido activa participación en esta relación y he sido
testigo de su evolución, lo cual me permite hablar en primera persona. No
obstante ello, como resulta previsible, me reservaré de algunos nombres, tanto
de masones como de religiosos, que podría comprometer en ambos campos.
Podemos iniciar nuestro
relato en agosto de 1998. Por entonces se encontraba al frente de la Gran Logia
de la Argentina de Libres y Aceptados Masones el Dr. Eduardo Vaccaro, en tanto
que monseñor Bergoglio, por su parte, había asumido el cargo de Arzobispo de
Buenos Aires tras la muerte de su antecesor, el cardenal Antonio Quarracino.
El clima entre la Iglesia
y la Masonería no era bueno; de hecho monseñor Quarracino había cargado
fuertemente contra los masones en julio 1995, acusándolos de “fiebre
anticlerical”. Estos ataques destinados a la masonería se sucedieron a través
de medios gráficos[1] y en declaraciones por radio y televisión, hecho que
provocó la airada reacción de Vaccaro, publicada en el diario La Nación el 28
de julio de ese mismo año.
Pero con la llegada de
monseñor Bergoglio al Arzobispado, producida
el 28 de febrero de 1998, se habían despertado no pocas expectativas
entre los masones, especialmente en el grupo que integraba la Comisión de
Cultura, cuya cara visible era Luis J. Vincent de Urquiza, aunque formaban
parte de la misma otros connotados masones cuya identidad reservo porque aún
están vivos.
Se puso en marcha
entonces la primera jugada importante en torno a la posibilidad de abrir el
diálogo entre Masonería e Iglesia. Y no fue una jugada menor. En efecto, el 26 de agosto de ese año, con un
destacado espacio, el diario La Nación publicaba una nota titulada “Un inusual
encuentro de jesuitas y masones”, informando que el padre jesuita Jean-Ives
Calvez hablaría ese mismo día en la sede de la Gran Logia de la Argentina, “al
cabo de siglos de agudos enfrentamientos”. La nota llevaba la firma Jorge
Rouillon, habitual columnista de temas religiosos en el periódico
mencionado.[2]
Jean-Ives Calvez era una
figura prominente de la Compañía de Jesús,
profesor del Instituto Católico de París
y famoso por sus estudios sobre doctrina social de la Iglesia y sobre el
marxismo. Al día siguiente, el jueves 27 de agosto, el mismo diario daba cuenta
del éxito de la conferencia, en una nota titulada “Despertó interés la
presencia de Calvez en la sede de la Masonería” señalando la concurrencia de
“bastantes personas de conocida militancia católica”. El cronista mencionaba, entre otros
concurrentes, a Víctor Luis Funes (presidente de la Academia de La Plata,
vinculada históricamente con la Compañía de Jesús); al académico Luis Ricardo
Silva; al sociólogo Fernando de Cuevillas; al padre Daniel Zaffaroni (que
aclaró que concurría con permiso de su obispo, a la sazón monseñor Jorge
Bergoglio); al sacerdote jesuita Ignacio Pérez del Viso, que como veremos jugaría
un rol esencial en esos días; al Dr. Alberto Taquini, académico de Educación,
quien dice textualmente la nota, “se hizo presente para llevar al padre Calvez
a una cena que le ofrecería más tarde el empresario Carlos Pedro Blaquier y que
compartiría con Víctor Massuh y Jorge Vanossi”. La lista es larga, pero puede
consultarse en la nota referida.[3]
La reacción de los
sectores más duros no se hizo esperar y el día 13 de agosto Horacio Walter
Bauer, integrante del Consejo Editorial de la revista El Arca –connotado
católico del ala conservadora de la Iglesia- pareció encabezar la
contraofensiva con una demoledora carta publicada en La Nación. Esta misiva,
que daba por tierra toda posibilidad de diálogo entre Masonería e Iglesia sería
contestada, sorprendentemente, por un jesuita, el padre Ignacio Pérez del
Viso, quien hacía una extensa reseña de las relaciones entre masonería e
iglesia y culminaba con la esperanza de que
“A quienes el pasado ha enfrentado, el futuro puede convocarnos para la
defensa de la dignidad humana”.
Pero este no era el único
frente de acercamiento abierto por la Orden. Para esa misma época, con fecha 13
de abril de 1998, el Gran Maestre Eduardo Vaccaro, por Resolución Nº 22, creaba
la Academia de Estudios Masónicos con el objeto de “producir trabajos sobre
historia, filosofía etc.” Estaba
integrada por siete miembros a saber: Emilio J. Corbière, Jorge Paju
(Presidente), Gerónimo Ojeda Ayzarnazábal, Alberto Peláez, Eduardo R. Callaey
(Secretario) y otros dos HH.·. cuya identidad me reservo. En septiembre de ese
mismo año, luego de que el papa Juan Pablo II publicara la encíclica Fides et
Ratio, la Academia recibió el encargo del Gran Maestre de expedirse sobre el
tema.
Se abrió entonces un
amplio debate en el que participó un importante grupo de masones que asesoraron
y trabajaron junto a los miembros de la Academia. Las conclusiones fueron
elevadas el 19 de noviembre de 1998 por quien suscribe y si bien nunca fueron
publicadas, sirvieron de base para la Declaración sobre la Encíclica Fides et
Ratio hecha pública el 1º de diciembre de ese año por la Gran Logia, con la
firma del Gran Maestre y el Gran Secretario en una prueba más del plan
estratégico que la Orden había puesto en marcha en su intento de acercamiento a
la Iglesia. En esas semanas, junto a Emilio J. Corbière y el padre jesuita
Fernando Storni participamos de varias emisiones de radio, de las que me ha
quedado un imborrable recuerdo.
Resulta evidente que la
presencia de Jean-Ives Calvez, las declaraciones del padre Ignacio Pérez del
Viso y del padre Storni, todos ellos miembros de la Compañía de Jesús, no
podrían haberse producido en un marco de hostilidad, siendo el cardenal
primado, figura principal de los jesuitas en Argentina. El camino quedaba expedito para dar un segundo
paso.
En junio de 1999 el Dr.
Jorge Vallejos asumió la Gran Maestría de la GLA, sucediendo a Vaccaro. A poco
de asumir el nuevo Gran Consejo, se debatió un documento que con el título de
“Masonería e Iglesia, Una Propuesta de Trabajo” llevaba el debate masónico
respecto de las relaciones con la Iglesia Católica en la Argentina a su punto
más alto. Ese documento, debatido en el seno del Consejo de la Gran Logia,
marcó la estrategia de los siguientes seis años y tuvo frutos destacables. El
autor del documento fue Jorge Marasco, por entonces 1º Gran Vigilante y figura
central en el impulso de dicha estrategia. A los pocos meses monseñor
Karlic, presidente del Episcopado Argentino recibía oficialmente a una
delegación de la Gran Logia de la Argentina, encabezada por su Gran Maestre.
El miércoles 12 de abril del 2000 el diario Clarín se hacía eco de ese diálogo
al máximo nivel en una nota titulada “Encuentro sin precedentes entre la
Iglesia y los masones”[4].
A partir de allí se
estrecharon vínculos entre algunos miembros de la Iglesia y algunos masones.
Tuve participación activa en esos vínculos que me permitieron, en los años
siguientes, ver cierta predisposición en muchos hombres de la Iglesia respecto
de avanzar en ese diálogo. Sin embargo estas conversaciones
se realizaban en un marco absolutamente privado, salvo algunas excepciones en
las que algunos prelados fueron advertidos por sus autoridades de cuáles eran
los límites de ese diálogo. De un modo u otro, los jesuitas siguieron siendo
referentes en ese intercambio; pero no sólo los jesuitas.
Del mismo modo que había
sucedido en 1998, hubo reacciones por parte del nacionalismo católico que atacó
duramente a Karlic. Estos sectores filo fascistas siempre se jactaron de que
aquella reunión le costó a Karlic el capelo cardenalicio y que debió esperar
por tal causa hasta el año 2007, en el que fue creado cardenal por Benedicto
XVI cuando ya tenía más de ochenta años. La postura del Cardenal Karlic siempre
fue vista como moderada y teológicamente como conciliadora dentro de la Iglesia
argentina. Por esa misma razón fue combatida por los sectores
conservadores. En definitiva fue un
hombre valiente cuyos esfuerzos en pos del diálogo entre Masonería e Iglesia
nunca fue mensurado en su real dimensión.
En los años siguientes,
en la medida en que se producían mis publicaciones en torno a los orígenes
cristianos de la masonería, ese diálogo personal con hombres de la Iglesia se
profundizó.[5] Tuve la oportunidad de hablar de este tema con el Prof. José Antonio
Ferrer Benimeli, a quien vi por primera vez en el marco del Congreso
Internacional del CEHME llevado a cabo en Logroño en 2006 y con quien he
mantenido una afectuosa relación hasta el presente. La postura de Ferrer
Benimeli, sacerdote jesuita, es conocida y, en todo caso, remito al lector
a su extraordinaria síntesis “La Iglesia católica y la masonería: visión
histórica” expuesta en 1995 en el marco del ciclo “Masonería y Religión;
Convergencias, oposición, incompatibilidades” llevado a cabo en la Universidad
Complutense de Madrid y publicada en 1996[6].
En el año 2005, el Dr.
Sergio Nunes sucedió en la conducción de la Gran Logia de la Argentina a Jorge
Vallejos. En 2006 los contactos continuaron y el 5 de mayo se llevó a cabo la
presentación del libro de Lucía Galvez “¿Cómo Dios manda? Iglesia, Masonería y
Estado en la Argentina” en el marco de la Feria del Libro, oportunidad en que
participé de dicha presentación junto al padre Ernesto Salvia.[7]A
partir de allí la situación política al interior de la Gran Logia comenzó a
modificarse.
Para el año 2007, las
tensiones en torno a este tema se habían agravado en el seno de la Gran Logia
de la Argentina, y ya se percibía un creciente avance de los sectores más
radicales, que propiciaban el enfrentamiento con la Iglesia católica. Sin
embargo, el Gran Maestre Sergio Nunes llegó a mantener una reunión reservada
con el cardenal Bergoglio, de la que no trascendieron mayores detalles. La
situación cambió definitivamente con la Gran Maestría de Jorge Clavero. Una larga
época signada por el diálogo llegaba a su fin.
Como puede verse a lo
largo de este breve resumen, la Compañía de Jesús ha estado en la primera
línea de fuego en este diálogo. No sólo en los últimos veinte años sino
mucho antes, tal vez desde los inicios mismos del conflicto entre Masonería e
Iglesia, iniciado en 1738. Para quienes conocemos las controversias respecto de
la interpretación del nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 y su canon 1374,
sabemos que la Compañía de Jesús siempre se ha pronunciado de manera diferente
a la del Episcopado alemán, avalada por el cardenal Ratziger en su famosa y
desafortunada “Declaración” del año 1985 en la que quita del ámbito episcopal
toda actuación respecto del diálogo con los masones.
Creo que cabe esperar
que esta situación se modifique en virtud de que la estructura del gobierno
central de la Iglesia es tema de debate en estos días, y que muy probablemente
un papa que anuncia un pontificado en el que no se excluye del diálogo a nadie,
tampoco lo haga con los masones. Sin embargo me permito formular nuevamente
la pregunta ¿Quién representa hoy a la francmasonería? Es una pregunta difícil
de responder.
[1] “Hay fiebre
anticlerical” por Antonio Quarracino, Diario Clarin, edición del 26 de julio de
1995, Sec. Opinión, pag. 13. “Quarracino y el espíritu de la masonería”, Diario
La Nación, edición del 23 de julio de 1995, pag. 12
[2] La Nación, 26 de
agosto de 1998
[3] La Nación, 287 de
agosto de 1998
[4] Diario Clarin, 12 de
abril de 2000
[5] En 2004 se publicó mi
libro “Ordo laicorum ab monacorum ordine” bajo el sello de la Academia de
Estudios Masónicos, con prólogo de Jorge Marasco y comentarios de Jorge Paju,
Presidente de la Academia. En 2006 se reeditó con el nombre de “Los orígenes
cristianos de la francmasonería (Kier, Buenos Aires)
[6] Ferrer Benimeli, José
Antonio, Masonería y Religión: convergencia, oposición, ¿incompatibilidad?,
Editorial Complutense, Madrid, España, 1996.
[7] Masonería, Iglesia y
Estado, Diario La Nación, 24 de abril de 2006