“Todos
los cristianos deben observar los preceptos de su General…”
San
Cipriano
“En tanto y en
cuanto…” deberíamos decir, como hacía San Ignacio. Un General que conduce a la
derrota, o que no sabe bien lo que quiere o cómo proceder, ¿puede ser seguido?
Si el mando quiere pactar con el enemigo o se ha dejado engañar por éste, ¿debe
ser seguido? Si el mando no tiene como cualidades: “sabiduría, sinceridad,
benevolencia, coraje y disciplina” (Sun Tzu, “El arte de la guerra”), y si ya
no conoce al enemigo, haciendo de los enemigos amigos y de los amigos enemigos,
¿deben sus preceptos ser observados? Un mando y un General que piensan como el
enemigo, ¿deben ser obedecidos?
Tomemos un párrafo de
Mons. Fellay en "Palabra del Superior General" del Cor Unum 102 (julio de 2012), documento no
publicado:
"En marzo nos dimos cuenta de que la Congregación de la Fe
amenazaba con declararnos cismáticos porque veía en el cuestionamiento de su
"preámbulo" de septiembre de 2011 un rechazo de facto tanto del Papa
como del Magisterio actual. Ahora bien, si podemos aceptar el ser
"condenados" por nuestro rechazo del modernismo (lo cual es cierto),
no podemos aceptarlo por adherir a las tesis sedevacantistas (lo cual es falso), y eso fue lo que me llevó a elaborar
un texto "minimalista" que no tenía en cuenta más que uno de los dos
elementos y que, por lo tanto, pudo prestarse para confusión entre nosotros. Yo
reconocía allí, con las reservas necesarias, como lo hacemos, por ejemplo, en
nuestra promesa firmada antes del sub-diaconado, la legitimidad del Sumo
Pontífice, así como la permanencia del Magisterio: el hilo conductor de este
texto era, por lo demás, el Protocolo que Mons. Lefebvre había firmado en 1988.
No hay duda, en efecto, en cuanto a que la Iglesia Católica todavía existe, que
está viva y es capaz de realizar actos legítimos de gobierno, aunque muchas de
las disposiciones actuales son dañinas. Este texto no recibió la aprobación de
la Congregación de la Fe (ni del Papa) que cambió el contenido, lo que lo hace
claramente inaceptable para nosotros. Sin embargo, debido a las imprecisiones
de este texto, si se presentan días mejores para nuevos intercambios con Roma,
no pienso volver a tomarlo, sino comenzar a tomar un camino diferente".
Las palabras que anteceden prueban que Monseñor Fellay no sabe bien lo que quiere ni
hacia dónde va, cosa fatal en un jefe. Su mente es poco clara y su voluntad no
es firme, todo lo cual es causa de confusión en la FSSPX.
De igual modo cuando declaró en su
respuesta a los tres obispos:
“Por el bien común de la Fraternidad, nosotros preferiríamos la
situación actual de status quo intermedio, pero evidentemente Roma ya no lo
tolera”.
Así mismo, se dijo en su momento que:”La
Fraternidad se niega a pedir un “levantamiento de las sanciones”. Ella busca
obtener “el retiro del decreto de las excomuniones” y es evidente que los
términos que ella ha empleado para traducir su petición han sido intencionales.
Ella quiere que se manifieste su convicción de la nulidad de las sanciones”
(Padre de Cacqueray, Suresnes, 31-12-2008).
Sin embargo al concedérsele no el
“retiro del decreto” sino el “levantamiento de las sanciones” la Fraternidad
por medio de su jefe agradeció que no se le diera lo que había pedido, sino
otra cosa. ¿Puede haber actitud menos firme, señal de una gran debilidad en las
convicciones?
Qué diferencia con Mons. Lefebvre cuando dijo con todas las letras: «Yo pondría mis condiciones para retomar
eventualmente los coloquios con Roma.” «En ese momento soy yo el que pondría
las condiciones. Yo no aceptaría estar en la situación en la que estamos luego
de los coloquios. Se acabó. Yo colocaría
la cuestión en el plano doctrinal. "¿Están de acuerdo con las grandes
encíclicas de todos los Papas que les han precedido? ¿Están de acuerdo con la
Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de San
Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están ustedes en
plena comunión con estos Papas y sus afirmaciones? ¿Aceptan todavía el
juramento antimodernista?”, etc.
(Monseñor Lefebvre, Fideliter sept.-oct. De 1988)
Mons. Fellay es aquel que hoy dice:
“Estamos, pues, en Pascua de 2013 y la situación de la Iglesia
está prácticamente sin cambios. Las palabras de Mons. Lefebvre tienen un acento
profético. Todo se ha verificado y todo continúa para gran desgracia de las
almas que ya no escuchan de sus pastores el mensaje de salvación”. (Mons. Fellay,
carta a los amigos y benefactores, marzo de 2013)
Pero que había dicho, sin embargo,
apenas un año atrás:
“Ahora bien, no hay ninguna duda que desde 2006, estamos
asistiendo a un desarrollo en la Iglesia, a un cambio importante y muy
interesante, aunque poco visible.”
(Monseñor Fellay, Cor
unum marzo 2012)
Y también
“Si esto es cierto, y de eso estoy seguro, eso exige de nosotros
una nueva posición en relación con la Iglesia oficial” (Idem)
y
«Se puede constatar un cambio de actitud en la
Iglesia, amparado por los gestos y las acciones de Benedicto XVI hacia la
Tradición… La jerarquía a favor del Vaticano II pierde velocidad… Yo pude
constatar en Roma cómo el discurso sobre las glorias del Vaticano II que tanto
nos repiten, está todavía en la boca de muchos, pero sin embargo no está en todas
las cabezas.” (Mons. Fellay, Carta 14-4-2012).
De la esperanza de un brote
primaveral y el pronto fin del Vaticano II, a la desilusión ¿acaso porque
Benedicto antes de irse no tuvo el “gesto” que Mons. Fellay esperaba? Como sea,
su juicio de la realidad es completamente fallido. Por si hubiera sido
necesario confirmarlo, la elección de un papa como Francisco dio por tierra con
todas sus esperanzas y discursos optimistas, que ahora se pondrán bajo la
alfombra recordando citas de Mons. Lefebvre sobre la crisis de la Iglesia...Hasta
que sea el tiempo de volver a retomar la “ola” conciliadora, pues no se olvide
que el Superior General fue el que criticó a sus colegas obispos –e
indirectamente a Mons. Lefebvre- cuando dijo: «Estamos haciendo de los errores del Concilio
súper-herejías, el mal absoluto, peor que todo… Esto es grave porque esta
caricatura no está en la realidad”.
Como nos recuerda el “Catecismo de la crisis en la FSSPX”:
“Durante una reunión sacerdotal, un teólogo y
antiguo profesor del seminario le pide al Superior General suprimir esta
ambigüedad sobre la Iglesia: ¿católica o conciliar? Se escuchó que respondió:
“Estoy cansado de estas querellas de palabras”.
El mismo “Catecismo” nos sintetiza muy bien este problema:
“-Hoy en día, la Iglesia conciliar tiene cincuenta
años. ¿Nada ha cambiado en el fondo?
-Sí, una cosa ha cambiado. Hoy en día Monseñor
Fellay, el superior de la Fraternidad fundada por Monseñor Lefebvre quiere
hacer creer a los fieles católicos que esta Iglesia conciliar de cincuenta años
es la misma realidad que la Iglesia católica, siendo que ésta es la corrupción
de aquella”.
Tal vez con motivo de volver a instalar esa visión de la Iglesia
conciliar como la Iglesia católica a la que “debemos regresar”, este año se
harán unas Jornadas de Humanidades en el Seminario de La Reja acerca de “Roma en los designios de la Providencia”:
sería una buena oportunidad para volver a instalar con inteligencia la ambigüedad
y el deseo de acordar con Roma, es decir, con la Nueva Iglesia de los
modernistas.
Ahora, Mons. Fellay se toma de una carta de Mons. Lefebvre del año 1966
(como si después no hubiese dicho otras cosas):
“La destrucción de la Iglesia avanza a paso rápido.
Gracias a una autoridad exagerada concedida a las conferencias episcopales el
Sumo Pontífice se ató de pies y manos. ¡Cuántos ejemplos dolorosos en un sólo
año! Sin embargo, el Sucesor de Pedro y sólo el Sucesor de Pedro puede salvar
la Iglesia.
“Que el Santo Padre se rodee de vigorosos defensores
de la fe, que los nombre en las diócesis importantes. Quiera a través de
documentos importantes en proclamar la fe, perseguir el error, sin temer las
contradicciones, sin temer los cismas, sin temer desafiar las disposiciones
pastorales del Concilio”.
Toma Mons. Fellay estas palabras (en la reciente Carta a los amigos y
benefactores de marzo 2013) para su nueva posible táctica (en realidad ya sugerida
pero ahora con mayor énfasis): la de convertir a la FSSPX en la “salvadora de
Roma” yendo a su encuentro para combatir como “cruzados” para salvar al Papa y
a Roma contra los enemigos de adentro.
¿Pero acaso puede esperarse que quienes no fueron capaces de evitar la
descomposición y ruptura de su propia congregación, se conviertan en los
salvadores de toda la Iglesia universal? Si no han sido vigorosos defensores de
la Tradición católica, ¿puede esperarse que sean, como decía Mons. Lefebvre,
“vigorosos defensores de la fe”? ¿Creen
que adquirirán una mayor libertad para predicar de la que ya disponen,
poniéndose en manos de los modernistas?
En este marzo de 2013, Mons. Fellay saca a relucir la Declaración de
Mons. Lefebvre de noviembre de 1974. Pero ¿por qué no la reivindicó en julio de
2012, adoptando en cambio –con el capítulo general- una Declaración y unas seis
condiciones para el acuerdo con Roma que son un compromiso con los modernistas
que hoy ocupan la Iglesia? ¿Por qué tanta ambivalencia en Mons. Fellay? ¿Por
qué insiste en ir y volver con declaraciones que se contradicen, que parecen
duras pero luego blandas, y así todo el tiempo? Evidentemente por su
liberalismo: léase la “Pascendi” para comprender mejor esta forma de hablar y
esta táctica de los liberales.
Pero los liberales se muestran también muy claramente en sus “gestos”
–como les gusta decir a propósito de Francisco a los Mass-media, un hombre
pródigo de gestos. ¿No es un pequeño “gesto” acompañar Mons. Fellay su última
“Carta a los amigos y benefactores” con una foto que lo une a una bandera
vaticana? ¿Y acaso no dijo el Superior
General que “Por un breve instante, pensé
que, anunciando su dimisión, Benedicto XVI tendría un último gesto hacia
nosotros como Papa?” Para agregar a continuación: “No obstante, veo muy difícil que esto pueda ser posible. Habrá que
esperar probablemente al próximo Papa” (Nouvelles de France, 15 de febrero
de 2013).
Y ahora que nuevamente se especula con que podría ser posible una
“reintegración” o “gesto” de parte de Roma hacia la FSSPX (http://cordialiter.blogspot.com.ar/2013/04/riconoscimento-unilaterale-della-fsspx.html , http://himmeltur.blogspot.com.ar/2013/04/el-reconocimiento-unilateral-de-la.html) ¿cómo se podría esperar que el Superior General se
niegue a ese “gesto” que él ha estado esperando? El mismo Mons. Fellay (Cor Unum 101) dice que “no podemos tampoco excluir, porque el Papa parece poner todo su peso en
este asunto, que esta situación conozca un súbito desenlace”. Creemos que piensa en esta posibilidad. De hecho, se
refirió a esa hipótesis en su paso por Argentina en octubre del año pasado. En
el evento de un reconocimiento “unilateral”, Roma haría al principio unas pocas
exigencias “más o menos aceptables”, a las que con el tiempo se sumarían
otras... La estratagema a utilizar sería la de “las muchas cabezas aparentemente
descoordinadas”. De eso se ha quejado el mismo Mons. Fellay reiteradamente. Se
trata de crear una situación confusa, de aparente descoordinación entre
diversos órganos de poder, en el marco de la cual la FSSPX se verá atacada por
los progresistas (la izquierda) y defendida por los "nuevos amigos de
Roma" (la derecha). Sí, estimados lectores, se trata de aplicar también la
vieja técnica del "policía bueno" y del "policía malo". La
FSSPX, en ese escenario, verá que el Papa no exige tal cosa, pero los Obispos
de tales lugares sí la exigen, aunque los de otros lugares no, pero presionan
por un flanco distinto. Unas autoridades de la curia atacarán a la congregación
y otras autoridades la defenderán, dando origen esta situación a peligrosos
vínculos de gratitud y amistad con los "nuevos amigos conservadores",
los salvadores, especialmente con el Papa, que varias veces estará encargado de
zanjar en favor de la FSSPX tal o cual conflicto secundario, posicionándose, de
esta manera, como el Gran Protector de la Tradición. Unos prelados
desautorizarán a otros, pero como “la caridad todo lo soporta”, los incidentes
-en el fondo, “meros malentendidos” entre gente católica- no pasarían a
mayores, y al final, esta “confusa descoordinación” llevaría apaciblemente a la
FSSPX hacia donde Roma quiere.
Las autoridades de la congregación, que han demostrado ser altamente
ilusas respecto de Roma, se confiarían, ante las presiones que inevitablemente
implicarían la regularización, a la Providencia divina (tentando a Dios) y a lo
que por la FSSPX puedan hacer los “nuevos amigos de Roma”. Sería un plan
maestro de la astucia serpentina que ocupa Roma. ¿Podemos creer que el actual
mando de la FSSPX sería capaz de vencer con su contagio liberal? No, porque el
liberal no quiere pelear, sino dialogar; no quiere convertir sino acordar. Le
pesa demasiado la verdad sobre los hombros como para seguir avanzando hacia un
horizonte al que nunca se llega sino con la esperanza sobrenatural. Debemos
permanecer despiertos sin darle tregua a los enemigos de Cristo, empezando por
nuestra propia tendencia a buscar la comodidad en detrimento de la lucha por la
verdad.