FRANCISCO
Y EL VATICANO II:
“NO HAY VUELTA ATRÁS”
Bergoglio
recordó, el día del cumpleaños de Ratzinger, la acción de su predecesor para
seguir el Vaticano II, que debe ser algo vivo
GIACOMO
GALEAZZI
CIUDAD
DEL VATICANO
Vatican
insider 16/04/2013
El Concilio es «fruto del Espíritu», pero muchos
«quieren dar vuelta atrás». Roncalli era «un párroco bueno» y el Vaticano II
sigue siendo vigente. «Después de 50 años, ¿hemos hecho todo lo que nos ha
pedido el Espíritu Santo con respecto al Concilio; en esa continuidad del
crecimiento de la Iglesia que fue el Concilio?».
El que se planteó estas preguntas fue el Papa
Francisco, que usó el término «continuidad» refiriéndose a la interpretación de
Benedicto XVI (que expresó durante el importante discurso del 20 de diciembre
de 2005 a la Curia Romana), según la cual la hermenéutica de la continuidad se
contrapone a la de la ruptura que teorizó la Escuela de Boloña. El nuevo
Pontífice responde: «no», el Concilio ha permanecido sin ser aplicado.
Por ello, el
Vaticano II representa una oportunidad histórica para una gran revolución eclesiástica
que todavía no se ha llevado completamente a cabo. Gracias al espíritu conciliar, la Iglesia se ha abierto al
mundo, pero todavía hay mucho camino por delante. «Festejamos –dijo el
Papa– este aniversario, hacemos un monumento, pero que no dé fastidio. No
queremos cambiar. Es más: hay algunas
voces que quieren dar vuelta atrás. Esto se llama ser testarudos, esto se llama
querer domesticar al Espíritu Santo, esto se llama volverse flojos y lentos de
corazón». «Lo mismo sucede –indicó el Pontífice– incluso en nuestra vida
personal»: de hecho, «el Espíritu nos impulsa a tomar una vía más evangélica»,
pero nosotros nos resistimos. Es por ello que el Papa Francisco lanzó la
siguiente exhortación: «no opongamos resistencia al Espíritu Santo. ¡Es el
Espíritu el que nos hace libres, con esa libertad de Jesús, con esa libertad de
ser hijos de Dios!».
«No oponer resistencia al Espíritu Santo: esta es
–concluyó Francisco– la gracia que quisiera que todos nosotros pidiéramos al
Señor: la docilidad al Espíritu Santo, a ese Espíritu que viene hacia nosotros
y nos hace seguir adelante en la vía de la santidad, esa santidad tan hermosa
de la Iglesia. La gracia de la docilidad al Espíritu Santo». Es decir, explicó
el Pontífice en la homilía de la misa de esta mañana en la Capilla de la Casa
Santa Marta, «el Espíritu Santo nos da fastidio. Porque nos mueve, nos hace
caminar, impulsa a la Iglesia a seguir adelante. Y nosotros queremos que el
Espíritu Santo se adormezca, queremos domesticar al Espiritu Santo. Y esto no funciona.
Porque Él es Dios y Él es ese viento que va y viene y tú no sabes de dónde. Es
la fuerza de Dios, es lo que nos da el consuelo y la fuerza para seguir
adelante. Pero... ¡seguir adelante! Esto da fastidio. La comodidad es más
bonita».
«Hoy –prosiguió el Papa–, parece que todos “estamos
contentos” por la presencia del Espíritu Santo, pero no es cierto. Esta
tentación todavía es actual, somos como Pedro en la Transfiguración: “¡Ah, qué
bonito estar así, todos juntos!”, pero que no nos dé fastidio». Y, justamente, el Papa Francisco denunció
que el Concilio Vaticano II que muchos querrían es un concilio que se celebra
pero que no se vive plenamente.
El punto de partida de la homilía del Papa fue la
primera lectura que hablaba sobre el martirio de San Esteban, que, antes de ser
lapidado, anunció la Resurrección de Cristo resucitado y amonestó a los
presentes con palabras fuertes: «¡Testarudos! Ustedes siempre oponen
resistencia al Espíritu Santo». Esteban recuerda a todos los que han perseguido
a los profetas y que, después de haberlos asesinado, han construido «una tumba
bonita» para, solamente después, venerarlos. El Concilio fue un evento extraordinario y no solo para la Iglesia,
sino para todo el mundo, puesto que cambió el rostro de las jerarquías
eclesiásticas y ofreció una esperanza a la humanidad durante los años de la
Guerra Fría. La Iglesia, finalmente, fue entendida como Pueblo de Dios y la
jerarquía se puso al servicio de los fieles. «También Jesús –observó el Papa–
regañó a los discípulos de Emaús», porque eran lentos y perezosos para creer
todo lo que habían anunciado los profetas.
«Siempre, incluso entre nosotros, existe esa
resistencia al Espíritu Santo». Además, «El
Concilio fue una obra hermosa del Espíritu Santo; piensen en el Papa Juan:
parecía un párroco bueno y él fue obediente al Espíritu Santo e hizo eso».
Aunque muchos al comienzo lo consideraban un “Pontífice de transición, Roncalli
promovió el evento más relevante de la historia eclesiástica contemporánea,
llamando a todos los hombres de buena voluntad, dialogando con las demás
religiones y con los no creyentes, saliendo de los muros del Vaticano y
difundiendo el mensaje cristiano en las cárceles, en los hospitales, en las
casas y en los trenes.