martes, 2 de septiembre de 2014

SEDE BERRETA






-Wanderer –me preguntaron hace unos días- ¿En Roma hay sede vacante?
-No –le  respondí al preguntón-. En Roma hay sede berreta.

La palabra berreta es un americanismo que, en general, indica a la persona que se comporta con vulgaridad. Sin embargo, en Argentina, posee un matiz particular: hace referencia también a todo objeto falsificado, en apariencia legítimo pero que, en realidad, está adulterado. O bien, es una chafalonía u objeto de poca calidad.

Pongamos un ejemplo: berreta sería la camisa marca Lacoste que compro en la feria de La Salada por $100: seguro que es falsa aunque pase por legítima a los ojos de muchos. Y berreta es también una camisa de poliéster en relación a otra de algodón. Sirve en lo inmediato y a los fines prácticos –no se arruga y no hay necesidad de plancharla-, pero es insufrible usarla porque ahoga a todo el cuerpo.

La sede de Pedro es hoy una sede berreta. No estoy diciendo que el papa Francisco es un falso papa (Nota Syllabus: nos permitimos tener una duda al respecto, visto y considerando además la presencia de un “papa emérito” en el mismo Vaticano que quizá podría seguir siendo el legítimo, quién sabe. Lo cierto es que Francisco actúa como si fuera un Anti-Papa). Es -mal que nos pese-, el legítimo sucesor de Pedro, pero es berreta, es de poliéster, es de bajísima calidad. Confunde a la mayoría que lo consideran la gran revelación del Espíritu para nuestro siglo, cuando en realidad es un producto de La Salada. Y la reacción de cualquier persona con un mínimo de sentido común cristiano es de hastío, asco y vergüenza.

Vergüenza y escándalo

Empeñado en popularizar a la Iglesia, abriendo ventanas a fin de que entre luz luego de los años de oscuridad y elitismo del papa Benedicto, Bergoglio no se ha detenido frente a nada. Relativizó la moral católica en relación a las personas divorciadas y a los homosexuales. La objeción neocona dice, por supuesto, que en realidad sus palabras fueron mal interpretadas. Pues peor para él: debería saber que cada una de sus expresiones debe ser medida porque se prestará a malas interpretaciones. Cuestión de prudencia básica de cualquier gobernante y, si no posee esa virtud y esa cautela, indica que no está habilitado para el cargo que ejerce.

Pero en todo caso, esos intentos tenían un cierto matiz de “seriedad teológica”. Dicho de otro modo, podían ser discutidos seriamente por teólogos o conocedores de la materia. Pero a Bergoglio le gusta la popularidad que se mide en puntos de audiencia y en fotografías mediáticas; le gusta la popularidad de impacto, y así, hace algunos meses, plantó el arbolito de la paz junto a los líderes de los gobiernos judíos y palestino. Todo el mundo aplaudió y, en Argentina, el zonzo de Nelson Castro afirmó en su programa periodístico que se trataba de un día histórico: se había firmado finalmente la paz en la región de Oriente Medio por obra de un papa argentino. Pues bien, a la semana de la plantación, judíos y palestinos comenzaron a matarse como nunca antes. Un fracaso total y un papelón del que debería haber aprendido. Pero no fue así. Ahora se le ocurrió organizar y promocionar un partido de fútbol interreligioso por la paz, ocasión de graves escándalos que, supongo yo, pesarán en su conciencia, y en la balanza que levantará frente a sus ojos el arcángel San Miguel en el día del juicio.

El papa Francisco, en el día de ayer, se abrasó con el futbolista Diego Maradona, drogón y adúltero público, que se ha cansado de denostar y de burlarse de la Iglesia en repetidas ocasiones y que no paró mientes en  declarar ayer mismo: “Este papa es más humano. Al otro le tuve que besar el anillo”. En esa misma fotografía que recorrió el mundo, se ve al pontífice luciendo junto al Anillo del Pescador, dos pulseritas de plástico con los colores de la bandera argentina.




No paró allí el desatino pontificio. Saludó efusivamente y se fotografió –como puede verse aquí mismo- con Wanda Nara y el futbolista Pablo Icardi, su concubino de turno. La señora en cuestión saltó a la fama cuando siendo apenas más que una niña, se “filtró” un video en el que aparecía realizando un acto inmoral y perverso con un empresario amigo de su padre. Luego, tuvo una corta relación de verano con Maradona. Famosa ya del todo, participó en el programa de Marcelo Tinelli desprovista de ropas y de vergüenza, y terminó casándose con el futbolista Maxi López, con quien tuvo tres hijos.

El año pasado, en medio de un escándalo mayúsculo ventilado por ella misma, y con fotografías incluidas, dejó a su marido legítimo para revolcarse con su mejor amigo, el también deportista Icardi, con quien vive ahora en público concubinato. Hasta Maradona salió a decir ayer que había pedido no jugar el partido de fútbol con Icardi porque había quebrantado reglas que no se quiebran: robarle la mujer a un amigo.




Ya conocemos la objeción neocona: Cristo se juntó con prostitutas y pecadores públicos. Y ya fue respondida amplísimamente en los comentarios del post anterior. Yo solamente agrego: es verdad, Nuestro Señor se juntó con la Magdalena, a quien le dijo: “Ve y no peques más”; y con Mateo y Zaqueo, quienes dejaron todo y lo siguieron. Francisco se junta con Tinelli, Maradona e Icardi quienes continúan, más envalentonados que antes a raíz de la bendición pontificia, con sus desenfrenos.

Salta Violetta y grita Moreno

Los encuentros pontificios de ayer incluyeron también al vergonzante funcionario argentino Guillermo Moreno. Es indignante verlo en la sala pontificia ordenando a los gritos qué funcionario o empresario se sentaba delante y cuál iba al fondo. Es indignante verlo abrazado a Maradona y Eduardo Valdés, puntero del PJ porteño, esperando la llegada del Pontífice.

Y es indignante ver la foto que ilustra estas líneas: la sola pose de quienes allí aparecen, incluido el que se viste de blanco, es demostrativa de lo que quiero expresar con berreta, y esto por decir lo menos.

También recibió el papa a la cantante argentina Martina Stoessel, Violetta, junto a su novio, el actor robacunas Peter Lanzani. La joven de 17 años fue la encargada de abrir el famoso partido de fútbol cantando Imagine, de los Beattles.

La misma Violetta declaró ayer en canal 13, que había sido invitada “personalmente” por el Sumo Pontífice para el acto. ¿Caemos en la cuenta del impacto simbólico que tiene todo esto? Un acto organizado oficialmente por las más altas esferas de la Iglesia católica, la Esposa Inmaculada del Cordero, es abierto por una mocosa que canta a los gritos: “Imagina un mundo en el que no hay cielo y en el que no haya religión”.

Pero hay una vuelta más sucia todavía: Violetta es hija de Alejandro Stoessel, histórico productor de Marcelo Tinelli, el mismo conductor argentino que fue recibido en tres ocasiones por el papa Bergoglio y que hace apenas dos semanas estuvo brindando con champagne con Mons. Karcher, el secretario privado del pontífice, en un elegante hotel romano. Nadie puede ser ciego para no ver el enorme envión que significó la presentación de la cantante –que es icono de Disney Channel- en un evento planetario como el partido de ayer, para su carrera y para los bolsillos de su padre y de Disney, y quizás tendríamos que agregar también, para las faltriqueras de Karcher.

Da asco, indignación, vergüenza. El mismo personaje que dejó plantada a una sala llena que le ofrecía en homenaje un concierto de Mozart aduciendo que él no era un príncipe del Renacimiento, auspicia a Violetta. El mismo personaje que durante años señalaba públicamente a la gente de la clase media argentina que iba a comer a restaurantes de Puerto Madero o que despreciaba a las señoras gordas que organizaban un té de caridad, no duda ahora en abrazarse y entretenerse contando chascarrillos con drogones, matones, corruptores y proxenetas, adúlteros con las mujeres de los amigos, ricachones ostentosos e insolentes en un mundo de pobres. Sí, todos ellos expresión más acabada de la mundanidad abyecta del mundo contemporáneo. Justamente él, el papa Bergoglio, que nos ha predicado que “la Iglesia debe despojarse de toda mundanidad espiritual, que mata el alma y a las personas y a la propia Iglesia” y “lleva a la vanidad, a la prepotencia, al orgullo”, durante su encuentro con los pobres en la Sala de Expoliación del Obispado de Asís, cuna de del santo que inspiró su papado.

Vergüenza, infinita vergüenza: un argentino como yo se está llevando la Iglesia puesta.