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N° CCCLXXV (375)
N° CCCLXXV (375)
20 de
septiembre de 2014
CONTEXTO
TRASTORNADO
Mons. Williamson
Nota:
la traducción es nuestra, ante el retraso del envío de la traducción oficial.
Partiendo de los
argumentos contra el sedevacantismo como un error miope en una situación
completamente anormal, un amigo italiano (C.C.) adopta una visión de mayor
alcance ante esa situación. Sin ser sacerdote o teólogo, él aventura la opinión
de que el sedevacantismo es solamente uno de los varios intentos para ajustar
la crisis de hoy en las categorías de ayer. Indiscutiblemente, la teología
católica no cambia, sino la situación real a la cual esa teología debe
aplicarse, situación que fue sometida a un cambio radical con el Vaticano II.
Este es su párrafo clave sobre esa realidad trastornada:
“Por su rechazo a
la realidad objetiva de la existencia de Dios y de la necesidad de someterse a
su Ley, el mundo moderno de hoy no es normal, y la actual unidad católica
tampoco es normal por haber puesto al hombre en el lugar de Dios, en el centro
de todas las cosas. Tampoco es por un repentino viraje que la Iglesia ha
llegado a este estado anormal de cosas, sino que ha seguido un largo y complejo
proceso de alejamiento de Dios, cuyos dañinos efectos se pusieron de manifiesto
en el Vaticano II. Por cientos de años los gérmenes de la disolución se han
estado cultivando dentro de la Iglesia, habiendo alojado los hombres estos
gérmenes, y a ellos se les ha permitido ocupar todos los cargos de la jerarquía
hasta e incluyendo, la Sede de Pedro”.
Mi amigo continúa diciendo que si uno falla en tomar en consideración esta anormalidad del estado actual de la Iglesia en su conjunto, que está de manera increíble, aunque ciertamente, peor que nunca; uno corre el riesgo de tratar con una realidad que ya no existe más, con términos de referencia que ya no se aplican. Así por ejemplo los sedevacantistas dirán que los hombres de Iglesia de hoy en día deben saber lo que están haciendo, porque son hombres inteligentes y educados. No es así, dice C.C.: su predicación y su práctica bien pueden no ser más católicas, pero ellos están convencidos que son totalmente ortodoxos. El mundo entero se ha vuelto loco. Ellos simplemente han enloquecido con él, no por una pérdida de la razón sino por haber abandonado el uso de ella, y a medida que su fe católica sigue debilitándose, es más y más difícil lograr que no la pierdan completamente.
Pero entonces se
puede objetar que Dios debe haber abandonado a su Iglesia. En respuesta, C.C.
recurre a tres citas de la Sagrada Escritura. Primero, Lc. XVIII, 8, donde
Nuestro Señor se pregunta si cuando Él vuelva, encontrará Fe sobre la tierra.
Obviamente un pequeño remanente de sacerdotes y laicos (tal vez con algunos
obispos) será suficiente para asegurar la indefectibilidad de la Iglesia hasta
el fin del mundo (se piensa en la dificultades actuales de la “Resistencia”
para tomar forma). Igualmente, segundo, Mt. XXIV, 11–14, donde se prevé que
muchos falsos profetas engañarán a muchas almas y la caridad se enfriará. Y
tercero, Lc. XXII, 31–32, donde Nuestro Señor instruye a Pedro a confirmar en
la Fe a sus hermanos después de su conversión, sugiriendo firmemente que su Fe
primero iba a fallar. Entonces casi toda la jerarquía puede fallar, incluyendo
a Pedro, sin que la Iglesia cese de ser indefectible, un poco como cuando todos
los Apóstoles huyeron en el Jardín de Getsemaní (Mt. XXVI, 56).
En conclusión, la
visión de C.C. para la Iglesia de mañana o de pasado mañana es parecida a la
del Padre Calmel: que cada uno de nosotros cumpla con su deber según su estado
de vida y tome parte en construir una red de pequeños bastiones de la Fe, cada
uno con un sacerdote que asegure los sacramentos, pero en adelante sin la
teología de la Iglesia que ahora es inaplicable, sin la aprobación
canónica imposible de obtener [unobtainable], ni tampoco con los obsoletos
muros de separación sobre los cuales la Fe habrá fluido. Estos fuertes estarán
unidos por la Verdad y tendrán contactos mutuos de caridad. El resto está en
las manos de Dios.
Kyrie eleison.
Kyrie eleison.