Habiendo realizado varias y paulatinas innovaciones en las férulas que portaba, ahora Bergoglio ha eliminado directamente la cruz de su férula, durante una “misa” realizada en el aniversario de una fundación jesuita. Habrá que cambiar la definición. de la férula papal, ya que esta no lleva ni cruz ni crucifijo, sino el olivo de la paz. ¿O mejor llamarla férula sinagogal? Francisco, el Destructor, se apura. Los anticristos saben que les queda poco tiempo.
Fuentes:
P.D.: En la FSSPX dicen
que debemos ser reconocidos por este hombre
que se despoja de la cruz para sentirnos verdaderamente católicos. Que
no convivir con estos modernistas es volverse cismáticos. Que se debe dialogar
con quienes destruyen la Religión católica. Que debemos ser tolerados –y tolerar
a cambio esto que vemos que pasa. Reconciliarse con los enemigos de Cristo, con
quienes se avergüenzan de ser católicos, con quienes apostatan. Viene bien recordar una vez más estas
palabras que a los necios, pusilánimes y cobardes los saca de quicio:
“No
puedo hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un
poco aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado,
que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien
impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos
encontramos durante los coloquios. Esto se terminó.Plantearía la cuestión a
nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas
que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale
Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI,
Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus
afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del
reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?”Si no aceptan la doctrina de sus
antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio
considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo
posible. Es inútil.”
Mons. Marcel Lefebvre, entrevista concedida a la revista Fideliter Nº 66, 1988.