POR UN
SACERDOTE.
Si Monseñor Freppel señalaba
con razón que el abandono de los principios conduce inevitablemente a la
catástrofe, el cardenal Pie nos deja una esperanza al afirmar que un pequeño
número de reclamantes es suficiente para salvar su integridad y mantener la
oportunidad de un restablecimiento del orden. Desde el mes de julio de 2012, el
capítulo de los superiores de la FSSPX parece haber repudiado un principio que
había mantenido firmemente hasta entonces, a saber, que no es posible
contemplar un acuerdo práctico con el Vaticano, antes que la cuestión doctrinal
se resuelva.
El 13 de octubre siguiente,
Monseñor de Galarreta tuvo a bien explicarnos que:
“Lo que se
hizo fue volver a tomar toda la cuestión doctrinal y litúrgica para hacerlo una
cuestión práctica”
El orden ya no se respeta y no
podemos más que temer la advertencia de San Pío X:
“Si la regla
parece un obstáculo para la acción, se dice que disimular y transigir facilitan
el éxito: entonces se olvidan las reglas seguras, se oscurecen los principios
bajo el pretexto de un bien que no es más que aparente. ¿Qué quedará de esta
construcción sin fundamentos, construida sobre la arena?”.
El objetivo de nuestro estudio
es entonces demostrar, basándonos en la Revelación, en la Tradición y las
declaraciones concordantes de los cuatro obispos consagrados por Monseñor
Lefebvre junto con este, que el principio mencionado es absolutamente católico,
y no puede sufrir ni el abandono, ni la excepción, siendo querido por Dios
mismo, y no forjado por algún pensador tradicionalista alérgico a cualquier
acuerdo.
I – La
Revelación
En el Antiguo como en el Nuevo
Testamento, es la voluntad firmísima y explícita de Dios, que los hombres a los
que se digna gratificar con su doctrina pura y verdadera se abstengan
absolutamente de asociarse con los que profesan una diferente, a riesgo
de prevaricar.
Es la primera recomendación
que Él quiere hacerle a Moisés, cuando concluye la alianza con él:
“Abstente de
aliarte con los habitantes de los países adonde vas, por temor de que sean para
ti una trampa. Pero derribarás sus altares y quebrantarás sus ídolos…” (Éxodo, 34,11)
Nuestro Señor, a su vez,
frecuentemente advertirá a sus discípulos contra la levadura de la doctrina de
los fariseos y de los Saduceos (Mt 16, 6; Mc 8, 15), contra los profetas falsos
revestidos de piel de oveja (Mt 7, 15) que inducirán a mucha gente en error (Mt
24, 11) y hasta a los elegidos si fuera posible (Mt 24, 24).
Los Apóstoles estarán tan
marcados por estas advertencias del divino Maestro, que las transmiten con
fuerza a sus propios discípulos:
- “Os exhorto, hermanos que
observéis a los que son contrarios a la enseñanza que habéis aprendido:
evitadlos, porque estos tales no sirven a Nuestro Señor Jesucristo”. (Rom.
16, 17).
- «Lo repito: si
alguno os predica un Evangelio diferente al que vosotros habéis recibido, que
sea anatema.”(Gal. 1, 9).
- « Si alguien
viene a vosotros que profese una doctrina diferente, no lo recibáis y no lo
saludéis. Porque quien los saluda, participa en sus obras perversas” (2
Juan 10).
Podríamos agregar otros
pasajes de la Escritura, pero éstos son bastante suficientes, estando dictados
por el Espíritu Santo, para convencernos que el deber de evitar a los
fautores de la herejía es de derecho divino.
II – La
Tradición
Los primeros Padres de la
Iglesia, no podían olvidar estos anatemas doctrinales, y no pueden más que
repetir en todos los tonos, la exhortación de san Pablo:
“¡Huid del hereje!”
(Tito 3, 10)
“Huid de los herejes, ellos
son los sucesores del diablo que logró seducir a la primera mujer” (San
Ignacio de Antioquía)
“¡Huid de todos los herejes!”
(San Irineo)
“¡Huid del veneno de los
herejes!” (San Antonio del desierto)
“¡No te sientes con los
herejes!” (San Efrén)
Y San Vicente de Lérins nos
dice:
“El Apóstol ordena esta
intransigencia a todas las generaciones: siempre habrá que anatemizar a
aquéllos que tienen una doctrina contraria a la recibida”. Es por eso,
que en el siglo XIX, Dom Guéranger le escribirá a Monseñor de Astros:
“Uno de los medios de
conservar la fe, una de las primeras marcas de unidad, es la huida de los
herejes”.
Efectivamente, esta “primera
marca de la unidad” concierne evidentemente a la unidad de fe, la
primera nota característica de la Iglesia católica, que no puede tener más que “Un
solo Señor y una sola fe” (Efesios 4,5). Esta misma Iglesia, advierte
solemnemente a los futuros sub-diáconos así:
“Permaneced firmes en la
verdadera fe católica, pues según el Apóstol, todo lo que no proviene de la fe
es pecado (Rom. 14,23), cisma, extranjero a la unidad de la
Iglesia”.
También, para mejor comprender
no solamente la antigüedad, sino sobre todo el carácter absoluto de nuestro
principio, hay que conservar bien grabado en nuestro espíritu que durante más
de dos mil años de cisma entre los bizantinos y Roma, jamás, sin excepción, se
concluyó un solo acuerdo canónico con los Uniatas antes de que hubieran
reconocido la doctrina católica sobre los dogmas controvertidos (Filioque,
Primado del Papa, etc.).
Esto es lo que recordó el
Cardenal Ottaviani, Prefecto del Santo Oficio, la víspera del Concilio:
“Una vez reconocida la
verdad, esta verdad sobre la cual la Iglesia no puede transigir, todos los
hijos que regresen a ella encontrarán esta Madre dispuesta a todas las
larguezas que Ella puede acordar en materia de liturgia, de tradiciones, de
disciplina y de humanidad” (Itinéraires n° 70, pág.6).
III- Las
declaraciones de nuestros obispos.
MONSEÑOR LEFEBVRE: “Suponiendo
que Roma nos llamara, que quisiera recibirnos, volver a hablar, entonces soy yo
quien pondría las condiciones. Ya no aceptaría encontrarme en la
situación en que nos ha dejado los coloquios. Eso ya terminó. Yo colocaría la
cuestión en el plano doctrinal. “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas
de todos los Papas que les han precedido? (…) Si no aceptan la doctrina de sus
predecesores, entonces es inútil hablar. Mientras no acepten una reforma
del Concilio teniendo en cuenta la doctrina de estos Papas que les han
precedido, no hay diálogo posible. Es inútil. Las posturas serían
más claras”. (Fideliter n°66, nov-dic de 1988)
MONSEÑOR WILLIAMSON: “El más
grande desafío para la Fraternidad en los próximos años, será el de comprender
la primacía de la doctrina, de tomar la mesura de todas las cosas y de obrar en
consecuencia. En nuestro mundo sentimental, la tentación constante es el seguir
los sentimientos. No seguir los sentimientos, es lo que caracterizó a Monseñor
Lefebvre, y si, a este respecto, nosotros no lo imitamos, la Fraternidad
seguirá la vía de la carne, es decir, en los brazos de los destructores
(objetivos) de la Iglesia. (…) ¡Doctrina, doctrina, doctrina! (Angelus press,
21 de junio de 2008).
MONSEÑOR FELLAY: “La clara
percepción de la cuestión clave que acabamos de describir, nos prohíbe poner en
el mismo plano las dos cuestiones. Es tan claro para nosotros que la cuestión
de la fe y del espíritu de fe es tan primordial, que no podemos contemplar una
solución práctica antes de que la primera cuestión no encuentre una segura
solución” (…)
“Cada día nos aporta pruebas
suplementarias de la necesidad de clarificar al máximo las cuestiones
subyacentes (de doctrina) antes de ir más adelante en una solución canónica,
que sin embargo no es desagradable para nosotros. Pero hay un orden de
naturaleza, e invertir las cosas nos pondría inevitablemente en una situación
insoportable; tenemos la prueba de esto todos los días. Lo que está en juego es
ni más ni menos que nuestra existencia futura” (LAB n°73 del 23 de octubre de
2008).
MONSEÑOR DE GALARRETA: “Hay
evidentemente una voluntad de conmovernos, de atemorizarnos ejerciendo presión
en el sentido de un acuerdo puramente práctico, que ha sido siempre la
proposición de Su Eminencia (el cardenal Hoyos). Evidentemente, ustedes ya
conocen nuestra forma de pensar. Esta vía es una vía muerta; para nosotros, es
la vía de la muerte. Por lo tanto para nosotros no es cuestión de seguirla. No
podemos comprometernos a traicionar la confesión pública de la fe. Esto no está
en cuestión. Es imposible” (Sermón del 27 de junio de 2008 en Ecône).
“No ha llegado el momento de
cambiar la decisión del Capítulo de 2006: No al acuerdo práctico sin solución
de la cuestión doctrinal”. (Informe leído en el Capítulo de Albano, 7 de
octubre de 2011, difundido por Tradinews).
MONSEÑOR TISSIER DE MALLERAIS:
“Nos rehusamos a un acuerdo puramente práctico porque la cuestión doctrinal es
primordial. La fe es antes que la legalidad. No podemos aceptar una
legalización sin que el problema de la fe sea resuelto. (…) Se trata de una
nueva religión que no es la religión católica. Con esta religión, nosotros no
queremos ningún compromiso, ningún riesgo de corrupción, incluso ninguna
apariencia de conciliación, y es esta apariencia la que daría nuestra supuesta
“regularización”. (Entrevista a Rivarol del 1 de junio de 2012).
Conclusión:
-El principio: “No al acuerdo
canónico antes de un acuerdo doctrinal”, es un principio:
-Fundado en la Palabra de Dios
que nos prohíbe formalmente asociarnos con los que profesan una doctrina
diferente que la transmitida por la Iglesia, “columna y fundamento de la
verdad” (1 Tim. 3,15), en particular por más de mil años en sus discusiones con
los cismáticos orientales.
-Absoluto, sin sufrir rodeos,
reducción o excepción, porque concierne al “orden de la naturaleza” como
justamente escribió Monseñor Fellay en otro tiempo, y no a un proceso
convencional.
En consecuencia. Si es verdad
que uno no se recupera del abandono de los principios, sobre todo los más
graves porque tocan la fe, debemos hoy más que nunca no solamente mantener este
principio, sino que debemos velar para que no sea olvidado, alterado o rodeado,
y proclamarlo contra viento y marea a todas las almas de buena voluntad.
¡Que los Santísimos Corazones
de Jesús y de María vengan en nuestra ayuda en el verdadero combate de la fe, y
nos guarden siempre en Su amor!