lunes, 22 de julio de 2013

MOMENTO DELICADO.- PADRE JOAQUIM, FBMV.





Julio 20, 2013
Momento Delicado



Desde el Capítulo de julio de 2012, un principio contradictorio fue presentado en el seno de la FSSPX: el poder conservar y  transmitir la fe en su integridad, sometiéndose al mismo tiempo a Roma conciliar. La palabra mágica que fascina y oscurece la realidad de la trampa es "garantías": Roma da garantías, la tradición católica se mantiene y se desenvuelve mientras Roma continúa tal como es [1].

Pero si es así, ¿para qué ese tan comentado y ocultado "preámbulo doctrinal"? Roma conciliar continúa como ella es, cada quien con su doctrina, y las garantías lo resuelven todo. Y, sin embargo, sabemos a qué excesos se llegó con la declaración doctrinal de abril de 2012. La "comprensión común de la fe" [2], que sólo se resuelve utilizando gafas constantemente cambiantes, es una piedra de escándalo que ocasionó el derrumbe de la confianza de las autoridades de la FSSPX.

Además, los términos como "acuerdo", "reconocimiento" o "normalización canónica" no deben hacernos olvidar que se trata de una sumisión a la autoridad. No son dos potencias que realizan un acuerdo diplomático donde cada una de las potencias asume derechos y deberes conservando integralmente su soberanía. Aquí se trata de una congregación religiosa frente al poder supremo de la Iglesia. Aquí se trata del Vicario de Jesucristo ante sus súbditos. ¿Son los súbditos que juzgarán el cumplimiento o no de las garantías? [3]

Esta novedad es una bomba de tiempo que desarmará la pequeña cristiandad resistente, haciéndola vulnerable a las otras bombas más terribles, las del Vaticano II. Debido a su importancia estratégica,  ella es guardada con gran celo por todos aquellos que quieren la desastrosa sumisión a un pontífice que está a leguas de ser completamente católico [4]. Las circunstancias adversas pueden forzarlos a todo, con tal que no se renuncie a la conquista sutilmente subversiva del capítulo de julio.

La reciente declaración del pasado 27 de junio es un ejemplo representativo de esas retiradas estratégicas que pueden predominar en ciertas circunstancias[5]. El texto contiene muchas consideraciones pertinentes respecto al Vaticano II y la crisis en la Iglesia que es consecuencia de éste, retomando un lenguaje al cual estábamos un tanto desacostumbrados, tratándose de pronunciamientos oficiales de la FSSPX. Pero llegando al punto 11, leemos esto:

 “Este amor por la Iglesia explica la regla que Mons. Lefebvre siempre observó: seguir a la Providencia en todo momento, sin jamás pretender anticiparla. Entendemos que así lo hacemos, sea que Roma regrese de modo rápido a la Tradición y a la fe de siempre – lo que restablecerá el orden en la Iglesia –, sea que se nos reconozca explícitamente el derecho de profesar de manera íntegra la fe y de rechazar los errores que le son contrarios, con el derecho y el deber de oponernos públicamente a los errores y a sus fautores, sean quienes fueren – lo que permitirá un comienzo de restablecimiento del orden”.

Como bien observó Monseñor Williamson: “Tenga cuidado. Como dicen los latinos, “el veneno está en la cola”. La sutileza fue intensificada junto con una preparación doctrinal bien cuidada[6], pero continuamos en el atolladero. En vez de la simplicidad divina de la conversión, base necesaria para la confianza en la autoridad, que conduce necesariamente a la obediencia, tenemos la alternativa de “un comienzo de restablecimiento del orden”, por medio de un reconocimiento explícito del derecho de profesar integralmente la fe y rechazar los errores contrarios, junto con el derecho y el deber de oponerse públicamente a los errores y a sus fautores, cualesquiera que estos sean.

Muchas palabras transmiten una seguridad que sólo es aparente. Todo depende del término "reconocimiento". En realidad, se tiene la jurisdicción de suplencia en virtud del estado de necesidad que asola a la Santa Iglesia de Dios desde que sus autoridades están envueltas en los errores modernistas. Ésta se cambia por el reconocimiento de Roma conciliar, lo que supone la desaparición del motivo que nos daba la misma. Sin embargo, el estado de necesidad sólo puede desaparecer, al menos, por la conversión explícita del Papa a la integridad de la religión católica, en cuyo caso las cosas pasarían fácilmente, con toda confianza, y serían los modernistas quienes pedirían garantías. Y este Papa católico, por supuesto, no las concedería.

Pero ellos quieren las garantías de un papa modernista, siervo de la Roma conciliar, quieren garantías de oponerse públicamente a los errores y a sus autores, sean quienes fueren. ¿Entonces quieren que el Papa les conceda el derecho de oponerse públicamente a los errores del propio Papa? Sería la normalización canónica más ridícula de la historia de la Iglesia.

Lo más triste es que todas estas tergiversaciones, todas estas ambigüedades compulsivas, todo esto concurre para prolongar la sedación de muchos descontentos que, desde hace más de un año, parecen encontrar algún consuelo repitiendo la frase calmante: “No hubo acuerdo”. Pero esto no es suficiente, una declaración de este tipo podría ofrecer como complemento necesario: "Al final, nada ha cambiado, todo es igual que antes." Y entonces podría sobrevenir un coma profundo.

Es en este momento que debemos recordar las palabras de nuestro primer Papa: “Sed sobrios y vigilad (…) resistid firmes en la fe”, la fe viva e inamovible que afina el discernimiento e inspira la acción.

Discernir: primero veo el reconocimiento de la Misa de siempre. Y al mismo tiempo, sus limitaciones y su rebajamiento. Después, el levantamiento de las excomuniones, que no fue el retiro del decreto [sino] “acto de misericordia” de las autoridades romanas, y los que querían justicia acabaron agradeciendo y cantando el Te Deum. ¿No sería ahora el caso de una FSSPX reconocida y limitada a una reserva “sui generis”, a la espera de una solución “clarificadora”?  En todos estos pasos de descenso se discierne la marca de la contradicción, la contradicción que está en el código genético de todos los liberales.

Y una vez que se dio cuenta del engaño, por el amor de Dios, que no se espere a que llegue al fondo del pozo. Grande o no, la resistencia tiene las bendiciones del Dios de la Verdad. Los que están organizados, animar a los que se quieren organizar y ayude a aquellos que se están organizando, y todos, particularmente aquellos que son sacerdotes,  busquen en la confesión de la fe la gracia de actuar exactamente conforme a los designios de la Providencia.

Padre Joaquim Daniel Maria de Sant’ana, FBMV.



[1]  Monseñor de Galarreta, un antiguo resistente, entrevistado en Polonia (abril de 2013), declaró: Por supuesto que lo mejor sería que Roma renunciara a los errores conciliares, regresara a la Tradición y únicamente después, sobre esta base, la Fraternidad obtuviera automáticamente un estatus canónico regularizado en la Iglesia. Sin embargo, la realidad nos incita a no hacer depender un eventual acuerdo de una gran autocrítica de Roma, sino de una atribución de garantías reales que Roma, tal cual ella es, permitiera a la Fraternidad permanecer tal como es” (…).
[2] P. Pfluger, en entrevista a Kirkliche Umschau.
[3] El propio Capítulo de julio responde que no, al establecer entre las condiciones apenas “deseables”, la de poseer tribunales, y solamente de 1ª instancia. Una vez que se quiere el acuerdo, es inevitable…
[4]  Lo que va directamente en contra de la exhortación de Monseñor Marcel Lefebvre a los 4 obispos consagrados en 1988.
[5]  En un artículo del año pasado, dijimos: Estas (las autoridades de la FSSPX), con toda probabilidad, sabrán sacar provecho de los resultados del Capítulo, con movimientos calculados y alternados de retirada táctica para retomar credibilidad, seguidos de una nueva ofensiva formadora de opinión.
[6]  Donde ciertamente participaron las cabezas que pensaban bien en la Fraternidad, como Monseñor Tissier o el padre de Cacqueray. A veces la buena fe de gente buena hace un gran mal…