Tomado de Familia Beatae Mariae Virginis
Julio 20, 2013
Momento Delicado
Desde
el Capítulo de julio de 2012, un principio contradictorio fue presentado en el
seno de la FSSPX: el poder conservar y transmitir la fe en su integridad,
sometiéndose al mismo tiempo a Roma conciliar. La palabra mágica que fascina y
oscurece la realidad de la trampa es "garantías": Roma da garantías,
la tradición católica se mantiene y se desenvuelve mientras Roma continúa tal
como es [1].
Pero
si es así, ¿para qué ese tan comentado y ocultado "preámbulo
doctrinal"? Roma conciliar continúa como ella es, cada quien con su
doctrina, y las garantías lo resuelven todo. Y, sin embargo, sabemos a qué
excesos se llegó con la declaración doctrinal de abril de 2012. La
"comprensión común de la fe" [2],
que sólo se resuelve utilizando gafas constantemente cambiantes, es una piedra
de escándalo que ocasionó el derrumbe de la confianza de las autoridades de la
FSSPX.
Además,
los términos como "acuerdo", "reconocimiento" o
"normalización canónica" no deben hacernos olvidar que se trata de
una sumisión a la autoridad. No son dos potencias que realizan un acuerdo
diplomático donde cada una de las potencias asume derechos y deberes
conservando integralmente su soberanía. Aquí se trata de una congregación
religiosa frente al poder supremo de la Iglesia. Aquí se trata del Vicario de
Jesucristo ante sus súbditos. ¿Son los súbditos que juzgarán el cumplimiento o
no de las garantías? [3]
Esta
novedad es una bomba de tiempo que desarmará la pequeña cristiandad resistente,
haciéndola vulnerable a las otras bombas más terribles, las del Vaticano II.
Debido a su importancia estratégica, ella es guardada con gran celo por
todos aquellos que quieren la desastrosa sumisión a un pontífice que está a
leguas de ser completamente católico [4]. Las
circunstancias adversas pueden forzarlos a todo, con tal que no se renuncie a
la conquista sutilmente subversiva del capítulo de julio.
La
reciente declaración del pasado 27 de junio es un ejemplo representativo de
esas retiradas estratégicas que pueden predominar en ciertas circunstancias[5]. El
texto contiene muchas consideraciones pertinentes respecto al Vaticano II y la
crisis en la Iglesia que es consecuencia de éste, retomando un lenguaje al cual
estábamos un tanto desacostumbrados, tratándose de pronunciamientos oficiales
de la FSSPX. Pero llegando al punto 11, leemos esto:
“Este
amor por la Iglesia explica la regla que Mons. Lefebvre siempre observó: seguir
a la Providencia en todo momento, sin jamás pretender anticiparla. Entendemos
que así lo hacemos, sea que Roma regrese de modo rápido a la Tradición y a la
fe de siempre – lo que restablecerá el orden en la Iglesia –, sea que se nos
reconozca explícitamente el derecho de profesar de manera íntegra la fe y de
rechazar los errores que le son contrarios, con el derecho y el deber de
oponernos públicamente a los errores y a sus fautores, sean quienes fueren – lo
que permitirá un comienzo de restablecimiento del orden”.
Como
bien observó Monseñor Williamson: “Tenga cuidado. Como dicen los latinos, “el
veneno está en la cola”. La sutileza fue intensificada junto con una
preparación doctrinal bien cuidada[6],
pero continuamos en el atolladero. En vez de la simplicidad divina de la
conversión, base necesaria para la confianza en la autoridad, que conduce
necesariamente a la obediencia, tenemos la alternativa de “un comienzo de
restablecimiento del orden”, por medio de un reconocimiento explícito del
derecho de profesar integralmente la fe y rechazar los errores contrarios,
junto con el derecho y el deber de oponerse públicamente a los errores y a sus
fautores, cualesquiera que estos sean.
Muchas
palabras transmiten una seguridad que sólo es aparente. Todo depende del
término "reconocimiento". En realidad, se tiene la jurisdicción
de suplencia en virtud del estado de necesidad que asola a la Santa Iglesia de
Dios desde que sus autoridades están envueltas en los errores
modernistas. Ésta se cambia por el reconocimiento de Roma conciliar, lo que
supone la desaparición del motivo que nos daba la misma. Sin embargo, el estado
de necesidad sólo puede desaparecer, al menos, por la conversión explícita del
Papa a la integridad de la religión católica, en cuyo caso las cosas pasarían
fácilmente, con toda confianza, y serían los modernistas quienes pedirían
garantías. Y este Papa católico, por supuesto, no las concedería.
Pero
ellos quieren las garantías de un papa modernista, siervo de la Roma conciliar,
quieren garantías de oponerse públicamente a los errores y a sus autores, sean
quienes fueren. ¿Entonces quieren que el Papa les conceda el derecho de
oponerse públicamente a los errores del propio Papa? Sería la normalización
canónica más ridícula de la historia de la Iglesia.
Lo
más triste es que todas estas tergiversaciones, todas estas ambigüedades
compulsivas, todo esto concurre para prolongar la sedación de muchos
descontentos que, desde hace más de un año, parecen encontrar algún consuelo
repitiendo la frase calmante: “No hubo acuerdo”. Pero esto no es suficiente,
una declaración de este tipo podría ofrecer como complemento necesario:
"Al final, nada ha cambiado, todo es igual que antes." Y
entonces podría sobrevenir un coma profundo.
Es
en este momento que debemos recordar las palabras de nuestro primer Papa: “Sed
sobrios y vigilad (…) resistid firmes en la fe”, la fe viva e inamovible que
afina el discernimiento e inspira la acción.
Discernir:
primero veo el reconocimiento de la Misa de siempre. Y al mismo tiempo, sus
limitaciones y su rebajamiento. Después, el levantamiento de las excomuniones,
que no fue el retiro del decreto [sino] “acto de misericordia” de las
autoridades romanas, y los que querían justicia acabaron agradeciendo y
cantando el Te Deum. ¿No sería ahora el caso de una FSSPX reconocida
y limitada a una reserva “sui generis”, a la espera de una solución
“clarificadora”? En todos estos pasos de descenso se discierne la marca
de la contradicción, la contradicción que está en el código genético de todos
los liberales.
Y
una vez que se dio cuenta del engaño, por el amor de Dios, que no se espere a
que llegue al fondo del pozo. Grande o no, la resistencia tiene las
bendiciones del Dios de la Verdad. Los que están organizados, animar a los
que se quieren organizar y ayude a aquellos que se están organizando, y todos,
particularmente aquellos que son sacerdotes, busquen en la confesión de
la fe la gracia de actuar exactamente conforme a los designios de la
Providencia.
Padre
Joaquim Daniel Maria de Sant’ana, FBMV.
[1]
Monseñor de Galarreta, un antiguo resistente, entrevistado en Polonia (abril de
2013), declaró: Por
supuesto que lo mejor sería que Roma renunciara a los errores conciliares,
regresara a la Tradición y únicamente después, sobre esta base, la Fraternidad
obtuviera automáticamente un estatus canónico regularizado en la Iglesia. Sin
embargo, la realidad nos incita a no hacer depender un eventual acuerdo de una
gran autocrítica de Roma, sino de una atribución de garantías reales que
Roma, tal cual ella es, permitiera a la Fraternidad permanecer tal
como es” (…).
[2] P.
Pfluger, en entrevista a Kirkliche Umschau.
[3] El
propio Capítulo de julio responde que no, al establecer entre las condiciones
apenas “deseables”, la de poseer tribunales, y solamente de 1ª instancia. Una
vez que se quiere el acuerdo, es inevitable…
[4]
Lo que va directamente en contra de la exhortación de Monseñor Marcel Lefebvre
a los 4 obispos consagrados en 1988.
[5]
En un
artículo del año pasado, dijimos: Estas (las autoridades de la FSSPX), con
toda probabilidad, sabrán sacar provecho de los resultados del Capítulo, con
movimientos calculados y alternados de retirada táctica para retomar
credibilidad, seguidos de una nueva ofensiva formadora de opinión.
[6]
Donde ciertamente participaron las cabezas que pensaban bien en la Fraternidad,
como Monseñor Tissier o el padre de Cacqueray. A veces la buena fe de gente
buena hace un gran mal…