Presentamos la
traducción de un artículo publicado en el blog Pelagius
Asturiensis, en el cual presenta una entrevista otorgada por
Monseñor de Galarreta a la revista oficial de la FSSPX en Polonia.
Nuestros comentarios
aparecen en color rojo.
El penúltimo
número de la revista polaca de la FSSPX «Zawsze Wierni» (Siempre Fieles), de
mayo/junio de 2013 (3/166), publicó el texto de una entrevista otorgada por
Monseñor de Galarreta el 7 de abril de 2013, cuando Su Excelencia visitó
nuestro país. Ya que sus declaraciones son suficientemente recientes, podemos
suponer, salvo un nuevo viraje, que todavía reflejan el pensamiento de
Monseñor. La entrevista se titula “Seamos pacientes y tranquilos como San
José ». No he traducido más que las primeras preguntas y respuestas que
tocan la cuestión que más nos interesa. Ahora la dejo sin comentarios, por
falta de tiempo, pero quiero ponerla a disposición de los lectores porque
muchos se preguntan cuál es la forma de pensar exacta de Monseñor de Galarreta.
A valorar su idea de un acuerdo eventual con la Roma apóstata. En substancia,
es el de Monseñor Fellay, pero Monseñor de Galarreta tiene al menos el mérito
de ser franco y claro.
Permítanme subrayar que, desde que leí esta entrevista, me di cuenta que
su texto debió servir como la inspiración principal para el editorial del mismo
número de la revista, el famoso texto lleno de sofismas sobre el papa y el
papado escrito por el padre Stehlin (comentado en el foro « Un évêque
s’est levé »). Después de leer esto que sigue, lean el editorial del Superior
de Polonia. ¡Qué unanimidad reina entre aquellos que quieren hacer creer que
“sufrimos también de un defecto, el hecho de nuestra irregularidad canónica! “No
es solamente el estado de la Iglesia Conciliar que es imperfecto, ¡el nuestro
también lo es”! (Padre Pfluger). Para remediarlo, “seamos
pacientes y tranquilos”, y entremos a “la Iglesia de hoy en día” que es “esta
Iglesia muy concreta” y “real” (Monseñor Fellay), pidiendo a las
autoridades conciliares que nos reconozcan “explícitamente
el derecho de profesar de manera íntegra la fe y de rechazar los errores que le
son contrarios, con el derecho y el deber de oponernos públicamente a los
errores y a sus fautores, sean quienes fueren”(Declaración de los tres obispos
del 27 de junio de 2013).
Pelayo de Asturias.
Seamos pacientes y tranquilos como San José.
Hace exactamente un año, la FSSPX terminó su
tercera cruzada de rosarios durante la cual se rezaron 12 millones de rosarios.
Muchos esperaban que gracias a esta oración, la regularización canónica de la
Fraternidad en la Iglesia llegara. Esto no sucedió. ¿Qué piensa usted,
Excelencia? ¿Cómo juzgar los resultados de esta cruzada?
Yo creo que la Santísima Virgen, habiendo escuchado nuestras plegarias, de una manera milagrosa protegió a la Fraternidad de un gran peligro. Hay que subrayar que hasta después de terminada la cruzada, recibimos signos claros sobre las verdaderas intenciones de los miembros de la jerarquía vaticana respecto a nuestra Fraternidad. ¿Cómo pudieron pensar que los liberales y modernistas de la secta conciliar que ocupa Roma podían no tener malas intenciones respecto de la FSSPX? ¿El Cielo deberá aclarar eso cada vez que Mons. Fellay intente firmar el acuerdo?
En primer lugar, de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, recibimos la noticia de que nuestra propuesta en materia del
acuerdo fue rechazada. Al mismo tiempo, se exigía de nosotros exactamente lo
mismo que se le exigió a Monseñor Marcel Lefebvre en 1988, a saber, la
aceptación de todas las enseñanzas del concilio Vaticano II, el reconocimiento
de la validez y la licitud del nuevo rito de la misa, la aceptación
incondicional del nuevo catecismo y el nuevo derecho canónico. Es evidente que
la aceptación de tales exigencias, significaría la cesación de todo nuestro
combate espiritual, sería ponerle fin a la razón de ser de la existencia misma
de la Fraternidad.
Entonces, ¿por qué Mons.
Fellay aceptó casi todo eso en su contra propuesta de abril de 2012? ¿No se
llama eso traición? Si el milagro impidió que se aceptara la declaración
doctrinal presentada por Mons. Fellay, ¿Cómo es posible que Mons. Fellay siga
en el cargo de Superior General?
En segundo lugar, por nombramiento del papa
Benedicto XVI a la cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se puso
a Monseñor Gerhard Müller que puso en duda ciertas verdades de la fe. Este
hombre es un enemigo declarado de nuestra Fraternidad y hace todo para que sea
de nuevo condenada. Su nominación, por sí misma infeliz para la Iglesia, es sin
embargo, para nosotros, un signo gracias al cual evitaremos probablemente
muchas decepciones. Más decepciones se evitarían -ciertamente- sacando
a Mons. Fellay de su cargo, ¿o no? Y a todos los acuerdistas.
Además, la Virgen Santísima influyó de una manera
no menos milagrosa las sesiones del último capítulo general de julio de 2012
durante el cual la Fraternidad obtuvo de nuevo la armonía interna, la
coherencia y la unanimidad y se protegió de situaciones eventuales peligrosas
en el futuro. ¿Otro milagro?
El capítulo carece de imparcialidad, pues casi la totalidad de sus miembros
fueron nombrados en sus cargos por Mons. Fellay. Tienen derecho a participar en
el capítulo gracias a Mons. Fellay. Se comprende que por eso -y no por alguna
clase de milagro- el capítulo es fellecista (lo será para siempre, como el
cónclave es liberal y modernista), salvo raras excepciones, como la del R. P.
Faure, uno de los Sacerdotes más antiguos y destacados de la FSSPX, quien poco
después del capítulo se pasó a la Resistencia. ¿Armonía
interna y unanimidad? Claro, expulsando a Mons. Williamson y a todo anti
acuerdista que osara alzar la voz. Unidad más stanilista que milagrosa. Así
cualquiera.
Hablando concretamente, el capítulo definió las
condiciones muy precisas que deben ser cumplidas si en el futuro una
regularización canónica de las relaciones con la Curia Romana debiera suceder,
es decir, si Roma quiere aceptarnos “tal como somos” (¡sic!). Definió las nuevas condiciones violando el acuerdo
del 2006. Las seis condiciones del capítulo del 2012 contradicen diametralmente
la condición del capítulo del 2006, a la cual derogan y reemplazan. Hay una
diferencia entre “definir” y “precisar”, y “violar” y “derogar”.
¿Cuáles son estas condiciones?
Son las condiciones que protegen a la Fraternidad ¿Desde cuándo la fe católica, que es conquistadora,
y hasta el martirio si es necesario, busca seguridades, garantías y
“protecciones”? Eso tiene un nombre: pusilanimidad. O cobardía. U
otro más suave: liberalismo contra el establecimiento de
cualquier acuerdo que sea si las autoridades romanas no garantizan
verdaderamente la posibilidad de la existencia en seguridad y de la operación
en libertad a la Tradición católica. Los liberales piden “libertad”, suplican migajas,
imploran que se les concedan seguridades y garantías que les permitan tener su
rincón en la estructura oficial apóstata. El grito de los verdaderos
tradicionalistas, por el contrario, no es libertad, sino “Verdad”, y por eso
exigen la vuelta inmediata de Roma a la fe, se alegran de ser excomulgados o
tenidos por cismáticos, batallan como hombres, sin ceder jamás ni un milímetro,
resignados a morir sin ver la conversión de Roma, sabiendo que esa será una
obra de Dios (merecida por nuestro combate) y no el resultado de un
colaboracionismo traidor con los herejes romanos.
Monseñor Lefebvre jamás estuvo esencialmente contra
el acuerdo, incluso con la Roma modernista (sic !!!). ¿Jamás? “Los sacerdotes que quieren permanecer
Católicos, tienen el deber estricto de separarse de la Iglesia Conciliar”
(Mons. Lefebvre, Itinerario Espiritual). Leer más acá.
Por supuesto que lo mejor sería que Roma renunciara
a los errores conciliares, regresara a la Tradición y únicamente después, sobre
esta base, la Fraternidad obtuviera automáticamente un estatus canónico
regularizado en la Iglesia. Sin embargo, la realidad nos incita a no hacer
depender un eventual acuerdo de una gran autocrítica de Roma, ¿Autocrítica?
¿Habló Mons. Lefebvre de “autocrítica” alguna vez? ¿Qué es este nuevo lenguaje
de las autoridades de la FSSPX? Nada de “autocrítica”, se debe hablar de
conversión. Las autoridades de la FSSPX han dejado de confiar
en Dios, en que por el poder divino Roma volverá a la fe católica. No se habla
más de “conversión de Roma”, sino de “autocrítica de Roma” sino de una atribución de garantías reales que
Roma, tal cual ella es, permitiera a la Fraternidad permanecer tal como es, a
saber, tradicional, misionera, opuesta a los errores conciliares y a la
revolución litúrgica. A diferencia de lo que sucede con Mons. Fellay,
Mons. de Galarreta expresa más claramente de lo que se trata: “La
Fraternidad Libre en la Iglesia Libre”. Esa es la nueva consigna. La
FSSPX se ha pasado a la “línea media”.
Monseñor Lefebvre subrayó siempre, incluso después
de las consagraciones episcopales de 1988, que si el acuerdo con Roma no se
logró, fue porque él no recibió las garantías suficientes para que la
Fraternidad operara libremente. No: leer acá.
Antes de comenzar el último capítulo general, no se
había definido claramente (sic!!!) cuáles condiciones sine qua non deberían ser
otorgadas a la Fraternidad. Falso. El capítulo del 2006 no resolvió sobre seguridades
o garantías que la Roma liberal debía dar a la FSSPX, sino que puso una
clarísima condición sine qua non: la vuelta de roma a la Tradición. Cita: «Los
contactos que la FSSPX mantiene esporádicamente con las autoridades romanas tienen
por único objetivo ayudarlas a recuperar la Tradición, de la que la Iglesia no
puede renegar sin perder su identidad, y no para lograr una ventaja para sí
misma, ni para llegar a un imposible “acuerdo” puramente práctico. El día que
la Tradición recupere todos sus derechos, “el problema de la reconciliación no
tendrá razón de ser y una nueva juventud florecerá en la Iglesia”» (Cor Unum n°
85, octubre de 2006; Carta de Monseñor Lefebvre a Juan Pablo II, 2 de junio de
1988). Del “imposible acuerdo puramente práctico”, pasamos pacífica y
alegremente al “deseable acuerdo con traición doctrinal”, según los términos de
la declaración que presentó Mons. Fellay al Vaticano en abril.
¿Cuáles son las tareas más importantes ante la FSSPX?
Antes que todo debemos guardar y defender la fe tradicional íntegra. También debemos guardar nuestra adhesión a la Santa Sede. Monseñor Lefebvre habló de ello repetidas veces. Para lo cual hay que mantener el rumbo que traíamos hasta el capítulo del 2006, que era el señalado por Mons. Lefebvre.
Actualmente, de cara a la crisis que reina y se
agrava, la conservación del amor por la Santa Sede y el papado en las almas es
extremadamente difícil. En la Fraternidad siempre debemos estar en guardia para
que los comportamientos impropios de los miembros de la jerarquía vaticana no
nos escondan la Santa Sede en sí. Para
eso se necesita una autoridad clara y firme, es decir, exactamente lo contrario
del vacilante, contradictorio, ambiguo, confuso y diplomático Mons. Fellay.
Tenemos el deber de no olvidar que, detrás de las
nubes, está el sol. Entonces
luchemos por disipar las nubes, sin hacer acuerdos de paz con las nubes ni
pedirles “garantías”, porque “¿qué acuerdo hay entre la luz y las tinieblas? (2
Cor 6, 14).
Nosotros rechazamos entonces la tentación de
renunciar a alguna de esas tareas. Si alguno renuncia a cualquiera de esas
tareas, perderá el equilibrio espiritual. Como
de hecho lo ha perdido la Neo FSSPX al aceptar la posibilidad de un acuerdo que
ciertamente pondría fin al combate por la fe.
Entonces, sea que se quiera ser “romano” a
cualquier precio, incluso al precio de una defensa clara y sin compromisos de
la fe, así algunos se han ido con los que ya han hecho un acuerdo con Roma, o
que quiera ser un defensor de la fe, pero sin amor por el papado, así algunos
se han ido hacia el sedevacantismo. El hecho que Roma esté sacudida por una
crisis de fe, no debería llevar a nadie a la negación de la misma Roma: ella es
una y ningún lugar sobre la tierra la reemplazará. Donde está el Papa, está la
Iglesia. Los que no lo comprenden llegan a las posiciones del sedevacantismo
teórico o práctico. Este no es el camino de nuestra Fraternidad, que desde el
principio vela por guardar tanto la fidelidad como la doctrina de la fe, así
como la llamada romanidad. Plantea astutamente que si nos oponemos al
acuerdo práctico, no amamos a la Iglesia ni al Papado, y devenimos en
sedevacantistas (!). Los
modernistas acusaron a la FSSPX de “cismática”. La Neo FSSPX acusa a los anti
acuerdistas de “sedevacantistas”. Nihil novum sub sole. Más
allá de estos sofismas, la verdad es que la deriva doctrinal de la
FSSPX hacia el liberalismo es evidente e indesmentible.