Nota de Non Possumus:
Noten las artificiosas, curiosas y
enrevesadas “contorsiones intelectuales” de las que el P. de Cacqueray se ve
obligado a hacer gala para salvar las escandalosas ambigüedades de la
“Declaración Doctrinal” de los tres Obispos, de 27 de junio.
¿Monseñor Lefebvre debió explicar
permanentemente sus textos? No, porque hablaba como un verdadero
tradicionalista, como un Obispo católico cabal. Sus expresiones eran claras y
varoniles, sin que respecto de ellas hubiera lugar a interpretaciones diversas
según el color de los anteojos de los destinatarios.
Monseñor Fellay y los otros dos Obispos
usan ahora de la ambigüedad, al igual que el demonio -por medio del Vaticano II
y del falso magisterio postconciliar- se vale de la ambigüedad para destruir la
Iglesia. La “confesión” ambigua de la fe es, pues, un arma poderosa del diablo.
En consecuencia, la sola ambigüedad, sin
necesidad de entrar en mayores análisis, hace que la declaración del 27 de
junio sea condenable, porque es un deber grave para los Obispos -y hoy más que
nunca en la historia de la Iglesia- confesar la fe de modo claro e inequívoco.
Ese es exactamente el agere contra respecto de la estrategia actual
del diablo, que destruye la fe mediante la cizaña de las expresiones oscuras y
equívocas de los herejes modernistas. Con éstos y con cualquiera que “confiese”
de modo ambiguo la fe: ¡nullam partem!
La Declaración doctrinal de los obispos de la
Fraternidad del 27 de junio de 2013, expresa con nitidez y fuerza el combate de
la fe que ella debe librar en las circunstancias de la crisis en la Iglesia
donde ella debe vivir.
La verdad católica y la denuncia de las herejías y
de la perversión del espíritu en este tiempo de apostasía, se encuentran
expuestas en ella. Hay que orar para que esta Declaración ayude a las
autoridades de la Iglesia a darse cuenta por fin de la destrucción cada vez más
grave de la fe católica a donde conducen los errores del concilio Vaticano II.
Hay que esperar igualmente que ella confortará a nuestros fieles en su adhesión
a esta única verdad católica y que ella los reconfortará.
Después de haber retirado la Declaración doctrinal
del 15 de abril de 2012, y después de haber recordado las posiciones de la
Fraternidad en la última Carta a los amigos y benefactores, nuestro Superior
general comunica ahora esta otra Declaración. Que él sea vivamente agradecido.
Dada en la ocasión de los 25 años de las consagraciones episcopales de 1988 y
en la estela de las conversaciones doctrinales con la Santa Sede, ella reviste
una importancia histórica para reafirmar la naturaleza del combate a llevar a
cabo.
Cualesquiera que sean las dificultades y las
inquietudes de estos dos últimos años, constatamos en este texto que las
posiciones de la Fraternidad están expresadas claramente.
Sin embargo, como el párrafo 11 de la mencionada
Declaración provocó ciertas interrogantes, aprovecho para aportar algunas
precisiones. Este párrafo se contenta con exponer dos evoluciones posibles de
las autoridades romanas. La primera es que estas autoridades regresen pronto a
la Tradición y a la fe de siempre. La segunda conjetura una fase intermedia
donde Roma reconocería a la Fraternidad el derecho de profesar integralmente la
fe y el derecho de rechazar los errores que le son contrarios, con el derecho y
el deber, reconocidos a la Fraternidad, de oponerse públicamente a los errores
y a los fautores de errores cualesquiera que ellos sean.
Es importante notar que no se dijo de ningún modo,
en este segundo caso figurado –bastante hipotético- que la Fraternidad
aceptaría su reconocimiento canónico ipso facto. Las
circunstancias serían estudiadas minuciosamente para ver si es prudente hacerlo
o no para contribuir al bien de la Iglesia.
Además, de ninguna manera la declaración del 27 de
junio solicita poder oponerse a los errores y a los
fautores de errores, por la simple razón que ella no tiene necesidad de la
autorización de Roma para hacer lo que ella ha hecho hasta ahora. Ella espera
simplemente que Roma le reconozca un día el derecho, pero este derecho, ella
sabe que lo posee ya. Ella espera también que Roma se lo hará un deber, pero
este deber, ella sabe que le incumbe desde ahora.
Finalmente, después de haber planteado la pregunta
yo mismo a los Superiores, me respondieron que esta segunda hipótesis supondría
un Papa que no fuera ya modernista, un Papa que estuviera entonces desengañado
de los errores liberales y modernistas, pero que se encontrara muy débil y
aislado. Este es el Papa que podría reconocernos explícitamente el
derecho y el deber de oponernos públicamente a los errores y
fautores de errores, sin que sea todavía una cuestión de reconocimiento
canónico.
¿El texto de la Declaración no responde a esta
interrogación? Yo creo que sí. Porque parecería contradictorio que un Papa
todavía modernista y liberal le otorgue a la Fraternidad un derecho e incluso
un deber de oponerse públicamente a los errores y a los fautores de errores (es
decir, él mismo, que sería prisionero de estos errores todavía).
Tomemos un ejemplo sacado del mundo empresarial. En
el derecho del trabajo, se habla de “culpa grave” cuando uno de sus empleados
compete una acción particularmente grave, dirigida contra el bien común de su
empresa. Esta falta particularmente grave debe ser sancionada inmediatamente
con una suspensión, esperando el despido. ¡No se concibe evidentemente que un
jefe de empresa le dé a sus empleados el derecho y el deber de cometer “culpas
graves” contra su empresa!
Por lo tanto esto es lo que haría un Papa liberal y
modernista si él reconociera a nuestra Fraternidad el derecho e incluso el
deber de atacar los errores y los fautores de errores en la Iglesia. Esto sería
como si él reconociera a la Fraternidad el derecho y el deber de cometer
“culpas graves”, ciertamente que no contra la Iglesia, sino contra la iglesia
conciliar y contra él mismo. En realidad, tal Papa, a menos de que se haya
vuelto loco, se habría “vuelto católico” para favorecer así los ataques contra
esta iglesia conciliar.
Por supuesto, podemos siempre preguntarnos si esto
no podría también disimular una táctica o este Papa no designaría, por las
palabras de liberalismo y de modernismo, otra cosa que lo que realmente son.
Todo es posible y todo se tendría que sopesar atentamente en tal caso. Pero, es
justamente por este motivo para lo que la Declaración se abstiene de decir que
la consecuencia sería nuestra aceptación de un reconocimiento canónico.
Sería verdaderamente paradójico y una obra del
diablo el querer dejar la Fraternidad mientras que tal Declaración acaba de ser
producida. Es bajo la batuta de nuestro general Superior, y no en
francotiradores, que debemos continuar llevando el combate de la fe.
Combatamos pues firmemente, con todo nuestro
corazón, apoyándonos en particular en esta Declaración. Combatamos con
inteligencia y prudencia, con espíritu sobrenatural y en la obediencia a
nuestros Superiores. Combatamos para la gloria de Dios y para la salvación de
las almas que nos son confiadas.
Combatamos sin celo amargo, sin cansancio y sin
acritud. Si sucede que pensamos que nuestros Superiores no toman el combate
como es debido, no vacilemos en abrirnos a ellos pero no murmuremos entre
nosotros.
Desde el momento que el estandarte de la fe
está orgullosamente desplegado contra las herejías y la locura del
mundo moderno, sepamos dejar de lado lo que queda accesorio y accidental. Ya
tenemos mucha suerte de ser, en estos tiempos de apostasía, los miembros de
esta falange de sacerdotes católicos que defienden el honor de Nuestro Señor
Jesucristo. Si creemos que hemos sido a veces víctimas de injusticias o de
incomprensiones, o si realmente lo somos, pidamos la gracia de saber
regocijarnos y ofrezcámoslo en sacrificio para este gran combate de nuestra fe.
Esperamos de todo corazón que esta declaración
doctrinal permitirá a aquellos que ya no están con nosotros, obispo, antiguos
miembros de la Fraternidad o comunidades amigas, el volver al redil. Nosotros
citamos especialmente al padre Olivier Rioult. Pueda esta declaración doctrinal
del 27 de junio ayudarle a comprender que sus conferencias denunciaron
erróneamente la traición y el acuerdo con Roma de la Fraternidad.
Invitamos a cada uno a permanecer firme en la fe y
a no pensar que existiría como un “estado de necesidad en el estado de
necesidad”, que dispensaría de pedir las autorizaciones y que permitiría tomar
no importa cuál iniciativa.
Respecto a esto, señalo que el libro del padre
Pivert no ha sido prohibido en su difusión por la Casa general. Es un rumor
desprovisto de fundamento, llevado a cabo por el “Courrier de Tychique” del
señor Max Barret, que afirmó que yo dejé que se vendiera contra la autorización
de nuestros Superiores. La realidad es que nuestros superiores no pidieron
retirar este libro de la difusión. Le pedí al señor Barret retirar esta
inexactitud.
Finalmente, tengo la alegría de anunciarles el
lanzamiento del sitio « Vaticano 2 en preguntas » el lunes 1° de
julio de 2013, en este veinticinco aniversario, casi día por día, de las
consagraciones de 1988.
Tuve la ocasión, durante la última sesión de
priores en Flavigny, de explicar los motivos que originan esta iniciativa. Este
sitio nos permitirá, en particular, mostrar que lo esencial de todo lo que se
dice y se hace a nombre de la Iglesia, encuentra actualmente sus verdaderas
raíces en el concilio. Tuve la alegría de poder mostrarle a Monseñor Fellay y
de Galarreta, de paso por Suresnes, este nuevo sitio.
Le ruego acepte, estimado Padre, la expresión de
toda mi esperanza y mi devoción sacerdotal en el Corazón Doloroso e Inmaculado
de María.
Padre de Cacqueray
Tomada del foro Un évêque s'est
levé.