En su excelente
artículo “Tres corrientes”, Dom Tomás de Aquino cita, para validar su
argumentación y probar el declive de la Nueva Fraternidad Sacerdotal San Pío X,
una carta que le remitiera Mons. Tissier con fecha del 11 de marzo de 2013. La
carta es privada pero el tema tratado no es en absoluto privado, sino que trata
de cosas que conciernen a todos los que pertenecen o tienen algún vínculo con
la Fraternidad. Por eso es muy importante que se haya dado a conocer su
contenido ya que desnuda el pensamiento de uno de los tres obispos respecto de
la crisis de la Fraternidad relacionada con sus tratos con Roma.
Revelaciones que deben ser conocidas para entender hacia dónde va la nueva
Fraternidad de no rectificar (milagrosamente) el camino emprendido.
Rescataremos algunos párrafos que deseamos comentar, y sumaremos el testimonio
de Mons. de Galarreta para confirmar la deriva actual hacia la catástrofe de la
Nueva Fraternidad en la Nueva Iglesia:
“La política de la FSSPX hacia Roma, hasta el
Capítulo general del 2006 comprendido éste, fue esperar una conversión de Roma
antes de buscar una estructura canónica. Pero
esta política ha sido cambiada por Monseñor Fellay en 2011-2012 después de
la oposición total revelada por nuestras discusiones con Roma.
Mons. Tissier admite allí: 1) que hubo un cambio respecto de la posición
anterior de la FSSPX, cosa que siempre los sacerdotes que respaldan la posición
oficial negaban: “todo sigue igual” era su muletilla ante los críticos; 2) esa
posición con respecto a Roma fue cambiada por Mons. Fellay. Lo que hizo el
Capítulo de 2012 que le era adicto fue simplemente ratificar lo que el Superior
general por las suyas había decidido, sin tener en cuenta las opiniones de sus
pares o muchos antiguos sacerdotes de valiosa experiencia y saber; 3) el cambio
se decidió debido al fracaso de los “diálogos doctrinales” con Roma. ¿Y por qué
resultaron un fracaso? ¿Qué dice Mons. Tissier?
No se puede esperar ninguna conversión total de
Roma.
¿Pero acaso no dijo Mons. de Galarreta en su momento sobre estas
conversaciones que “simplemente vamos a dar testimonio de la Fe, a
defenderla, a hacer el bien que podamos (…) Nosotros vamos a ir ahí como a
predicar, que es lo mismo que yo estoy haciendo ahora aquí, pero tocar su
inteligencia o su corazón, solamente Dios. Y como no conocemos los designios de
Dios, no sabemos hasta dónde va a llegar. Lo que sí sabemos es que Él todo lo
puede, que para Dios no hay nada imposible, y que Él puede convertir cuando
quiere y como quiere, a quien quiere” (Sermón de ordenaciones en La Reja,
19 de diciembre de 2009)? En efecto, en su sermón admitía la necesidad de que
Roma se convierta y manifestaba su confianza en Dios acerca de la conversión de
Roma, que era una obra de Dios, más allá del testimonio ofrecido por ellos.
Pero en esta carta lo que deja entrever Mons. Tissier es que ya no se tiene esa
aludida confianza sobrenatural en Nuestro Señor que podría convertir a Roma, y
entonces se decide que para Dios hay algunas cosas imposibles, así que si “no
se puede esperar una conversión total
de Roma”, habrá que pretender una conversión
parcial de Roma. Y para eso basta valerse de medios puramente humanos, de
procedimientos diplomáticos y acuerdos más allá de las diferencias doctrinales.
Pero, ¿acaso era real y era fundada esta esperanza en la conversión de
Roma que decía Mons. de Galarreta? Mons. Fellay dos meses antes, en entrevista
publicada en Tradición católica nº 223, decía: “Creo que para la mayoría de
la jerarquía (de Roma) estas conversaciones son necesarias pero no para
la Iglesia sino para nosotros y nuestro “regreso a la plena comunión”,
para que adoptemos las novedades”. Si Mons. Fellay ya sabía esto, podía
comprender muy bien que a no ser por un milagro, las conversaciones doctrinales
iban al fracaso ya que no había buena voluntad de parte de Roma, por lo menos
de la mayoría de su jerarquía, como él mismo lo admitía. Siendo esto así, ¿a
cuento de qué cambiar la política con respecto a Roma, sino para favorecer a
Roma modernista –que no se movía un milímetro de su posición- y no a la
Fraternidad? ¿Acaso la Fraternidad pretendía sustituir a Dios para convertir
aunque sea una partecita de la Roma modernista?
Creemos que la clave de este comportamiento de Mons. Fellay –al cual ha
arrastrado mediante una astucia serpentina al resto de la FSSPX- reside en la
dialéctica del ecumenismo hegeliano, la herramienta para la “necesaria
reconciliación” (al decir del GREC que motoriza esta política) y que tanto Roma
como Menzingen han estado aplicando de consuno para lograr al fin –cuando estén
vencidas todas las resistencias que quedan en la Tradición- la “plena comunión”
ecumenista en la Super Iglesia mundial para la cual trabaja a toda máquina Francisco. Es por esta razón también que cada tanto desde Roma se lanza una
amenaza, ultimátum o bravata contra la Fraternidad que no obtienen como resultado
sino una “afirmación” de la Fraternidad en lo que es, lo cual parecería
acabar con toda posibilidad de acuerdo, pero dejando siempre la puerta abierta
para ello, y sin que finalmente Roma adopte ninguna medida contraria a la
Fraternidad. Lo hemos visto hace poco con la declaración por los 25 años de las
consagraciones episcopales.
Veamos cómo lo explica Mons. Williamson:
“Según la lógica
hegeliana, los conceptos opuestos (por ejemplo el día y la noche, el círculo y
el cuadrado) no solamente no se excluyen sino que se completan, y del conflicto
que resulta entre estos conceptos opuestos ("tesis" y
"antítesis") nace la "síntesis" que les une. Para von
Balthasar, heredero de Adriana van Speyr, las diversas iglesias, religiones e
incluso los diferentes ateísmos se completan en un proceso cuya meta es la
superIglesia universal, la denominada por él "la católica", proceso
que nos conduce -según él- a la verdadera Iglesia de Cristo, Iglesia en la que
tiene cabida todo por más opuesto que sea, sin limitación alguna. Esta
super-Iglesia ecuménica tomará cuerpo en un futuro en una síntesis total,
trascendiendo a la Iglesia actual, debiendo esta última desligarse de todas sus
ataduras para entrar en leal competición con los demás "sistemas" sin
excluir siquiera a los cristianos anónimos, esos cristianos que ignoran que lo
son, sin señal alguna que los distinga.
El ecumenismo hegeliano
tuvo un papel importantísimo en Asís, en 1986, cuando el Papa Juan Pablo II no
dejaba de decir que su deseo no era un movimiento sincretista, sino que al
contrario animaba a todos -por supuesto también a los católicos- a conservar la propia religión. Y es
que en pura lógica hegeliana, para que
haya una verdadera síntesis, la tesis y la antítesis deben permanecer
inalterables” (“Los que creen que han ganado”,
Publicado en "Tradición Católica" Nº 110, Verano 1995. El resaltado
es nuestro).
Así
tenemos que recientemente, Mons. de
Galarreta confesó tal política en una entrevista dada en Polonia el 7 de abril
de 2013, por un lado al decir: “Hablando
concretamente, el capítulo definió las condiciones muy precisas que deben ser
cumplidas si en el futuro una regularización canónica de las relaciones con la
Curia Romana debiera suceder, es decir, si
Roma quiere aceptarnos “tal como somos”, y afirmando por el otro:
“Por supuesto que lo
mejor sería que Roma renunciara a los errores conciliares, regresara a la
Tradición y únicamente después, sobre esta base, la Fraternidad obtuviera
automáticamente un estatus canónico regularizado en la Iglesia. Sin embargo, la
realidad nos incita a no hacer depender un eventual acuerdo de una gran
autocrítica de Roma, sino de una atribución de garantías reales que Roma, tal cual ella es, permitiera a la Fraternidad permanecer tal
como es” (Resaltado y subrayado nuestros).
Como
puede verse, la tesis y la antítesis, pese a ser contrarias, ya no son
excluyentes entre sí y pueden encontrar un punto de unión, sin dejar cada una
de ser como es, para llegar a la síntesis.
Debido a esto también Mons. Tissier en su carta pone como el gran logro
de la estrategia de Mons. Fellay el que Roma no haya “excomulgado” a la
Fraternidad: “Monseñor Fellay no firmó nada y no pasó nada y
nosotros no fuimos “excomulgados” como nos amenazó el cardenal Levada”.
Porque si Roma “excomulga” a la FSSPX ya no es posible llegar a la síntesis
(acuerdo con Roma), pues no habrá “antítesis” que conciliar con la “tesis”. Por
esto también se entiende el “levantamiento de las excomuniones” de Benedicto y
los grandes avances en esta estrategia que probablemente por factores de poder
muy superiores e inmanejables para el actual “Papa emérito” hicieron que la
lenta movida de acercamiento se retrasara.
La carta de Mons. Tissier, escrita dos días antes de la elección de
Bergoglio como nuevo Papa, delata la intención –más allá de quién fuera el
nuevo pontífice- de continuar la siniestra
política acuerdista de Mons. Fellay: “Entonces, estimado Padre, no le haga
la guerra a Monseñor Fellay porque finalmente, en definitiva, la estrategia
tuvo éxito: sin romper nada, sin despedazar nada, él mantiene una relación con los Romanos que podrá volver a empezar con
el nuevo Papa, sobre una base siempre doctrinal”. En otras palabras,
siendo lo que es (“sobre una base
siempre doctrinal”) la Nueva Fraternidad seguirá buscando coincidir con Roma, tal como ella es (“el mantiene una
relación con los Romanos”, pero ¿qué Romanos? los herejes modernistas).
Creemos innecesario comentar otros aspectos erróneos de la mencionada
carta que no guardan relación directa con el tema aquí tratado, por otra parte
otros expositores ya se han ocupado críticamente del texto de la carta, muy
valiosa para nosotros porque da un completo y sintético panorama de qué se
puede esperar de la Nueva Fraternidad.