TRES CORRIENTES
por Dom Tomas
de Aquino
Tres corrientes están surgiendo
en la Tradición desde hace ya algún tiempo.
La primera, fiel a las
directivas de Monseñor Lefebvre, continúa diciendo: “No al acuerdo práctico sin
la conversión de Roma”. Es la voz del buen sentido de la fe. Esta corriente es
maltratada actualmente porque habla y habla, ya que San Pablo nos dijo: “El
corazón cree por la justicia, pero la boca confiesa para la salvación” (Rom.
10,11).
La segunda, busca una supuesta “necesaria
reconciliación” con la iglesia conciliar. Este es un enfoque contrario al buen
sentido, contrario a las directivas de Monseñor Lefebvre así como a las
resoluciones del Capítulo general del 2006 que repitió: “No al acuerdo práctico
sin la conversión de Roma”.
Esta segunda corriente reposa
no en la doctrina sino en la diplomacia y sobre el abuso de autoridad.
Diplomacia respecto a Roma, abuso de autoridad respecto a los buenos
sacerdotes, amenazados y acosados, respecto a los fieles también, privados de
sacramentos.
Una tercera corriente se ubica
entre las dos primeras. Esta corriente piensa más como la primera. No cree en
esa “necesaria reconciliación”, pero espera y guarda silencio. Esta actitud
refleja, en numerosos sacerdotes y fieles, una angustia ante lo que puede
sucederles. Solamente Dios conoce los dramas en el seno de las familias, de las
comunidades y entre los sacerdotes. Fieles y sacerdotes saben muy bien que si
empiezan a hablar en contra de la política de Menzingen, las consecuencias
serán brutales, como lo hemos visto ya en México y otras partes: fieles
privados de la Santa Comunión, de la absolución, sacerdotes cambiados,
expulsados o reducidos a un silencio forzado…
Esta tercera actitud tiende sin
embargo a desaparecer, las personas encuentran su lugar ya sea con los
primeros, sea con los segundos. Esto porque este comportamiento es inestable
por definición, aunque, al menos para los fieles, puede durar mucho tiempo. En
Japón las familias católicas guardaron el silencio durante más de dos siglos
respecto a su fe. Ciertos fieles guardarán tal vez el silencio por un buen
tiempo si se ven amenazados de ser privados de los sacramentos, de las escuelas,
etc.
Pero en los sacerdotes y sobre todo
en los obispos, esta actitud tiende a desaparecer muy rápido por la elección,
sea de la primera posición, sea de la segunda. Monseñor Tissier de Mallerais
estaba en la primera corriente cuando escribió con sus cofrades en el
episcopado la carta del 7 de abril de 2012 al Consejo general. Su andar era
privado pero su pensamiento era conocido. Dio enseguida una entrevista a Rivarol y
no escondió su forma de pensar durante las conversaciones con varios
sacerdotes. A pesar de esto, su posición seguía siendo discreta.
Pero poco a poco, Monseñor
Tissier se fue poniendo en la tercera corriente, la del silencio inestable y
lleno de peligros en la hora actual. No solamente Monseñor Tissier guardó un
silencio cada vez más prolongado, sino que aconsejó a otros que se
callaran. “Cuando los pastores se callan, los perros ladran” le
respondió el heroico Padre Chazal.
El lobo está en el aprisco. Hay
que gritar. Pero Monseñor Tissier guardó silencio. ¿Por qué? Porque él piensa
que la estrategia de Monseñor Fellay tuvo éxito y que finalmente no era tan
mala. Pero dejémosle a él la palabra. Se trata de una carta privada del 11 de
marzo de 2013. Él es libre de rectificar su forma de pensar, pero he aquí lo
que escribió al autor de estas líneas: “La política de la FSSPX hacia
Roma, hasta el Capítulo general del 2006 comprendido éste, fue esperar una
conversión de Roma antes de buscar una estructura canónica. Pero esta política
ha sido cambiada por Monseñor Fellay en 2011-2012 después de la oposición total
revelada por nuestras discusiones con Roma. No se puede esperar ninguna
conversión total de Roma. Entonces Monseñor Fellay intentó poner a prueba
a Roma sobre nuestra crítica al Concilio. Que Roma acepte al menos que
critiquemos el Concilio. Se podía esperar que Roma cedería. Pero el 13 de
junio de 2012, Roma (por medio del cardenal Levada) mantuvo la exigencia de la
aceptación del concilio como siendo “magisterial” (1). Y Monseñor Fellay no
firmó nada rehusándose a aceptar eso. Eso es todo. Monseñor Fellay no
firmó nada y no pasó nada y nosotros no fuimos “excomulgados” como nos
amenazó el cardenal Levada. Y Benedicto XVI se retiró viendo que él había hecho
“todo lo que pudo” para llevarnos hacia el concilio, y no funcionó. Así está
las cosas”.
« Entonces, estimado
Padre, no le haga la guerra a Monseñor Fellay porque finalmente, en definitiva,
la estrategia tuvo éxito: sin romper nada, sin despedazar nada, él mantiene una
relación con los Romanos que podrá volver a empezar con el nuevo Papa, sobre
una base siempre doctrinal”.
« La política siempre
doctrinal »
Como podemos ver, Monseñor
Tissier se acerca cada vez más a Monseñor Fellay. Se puede pensar que lo hace
para tratar de salvar la Fraternidad, para conservarla unida y ponerla de nuevo
sobre el carril sin romperla. Es un deseo loable pero sus efectos son
desastrosos. Es demasiado conceder a Monseñor Fellay el decir que “finalmente,
en definitiva, la estrategia tuvo éxito”. Si el acuerdo no fue firmado el
pasado 13 de junio, es por una maniobra de último minuto del Papa y de Monseñor
Fellay que no quisieron ocasionar una división de la Fraternidad ni nuevas
consagraciones de obispos tradicionales por Monseñor Tissier. No es la
recompensa de una política muy condenable por parte de Monseñor Fellay.
Monseñor Fellay cambió las
decisiones del capítulo general de 2006 e impulsó un acuerdo con Roma con un
lenguaje más que ambiguo. Él afirmó enormidades que nosotros jamás escuchamos
de boca de Monseñor Lefebvre, enormidades que solamente los miembros de Ecclesia
Dei son capaces de decir… Y todo eso incluso antes de que un acuerdo
fuera firmado. ¿Qué hará él si firma en un futuro?
Si Monseñor Fellay tiene una
estrategia exitosa, es la de haber amordazado toda la reacción interna de la
Fraternidad. Incluso Monseñor Tissier, tan dotado y tan firme para exponer los
errores, las herejías de los Pontífices actuales, se vuelve mudo ante el viraje
de 180 grados de la Fraternidad respecto a la decisión del Capítulo general de
2006. Se calla igualmente ante las declaraciones aberrantes de Monseñor Fellay.
Pero, dirán algunos, la declaración del 27 de
junio, ¿no pone un punto final a este asunto? ¿Qué espera usted para reconocer
que la Fraternidad no ha cambiado nada de su doctrina y de su orientación?
Es verdad que la presencia de
Monseñor Tissier junto a Monseñor Fellay puede hacer pensar a primera vista que
la base doctrinal que falta a Monseñor Fellay será compensada y que la
aceptación de la promulgación legítima de la Nueva Misa, la aceptación del Nuevo
Código, la validez de todos los sacramentos de acuerdo al nuevo ritual (incluso
la Confirmación), etc., ya no estarán en la agenda. Sin embargo, en realidad
podemos temer lo contrario, pues la declaración del pasado 27 de junio mantuvo
la imprecisión sobre la nueva misa: en ninguna parte se precisó que ésta no fue
legítimamente promulgada. En cuanto a los otros puntos de la declaración, ellos
exigen un estudio muy atento a causa de las afirmaciones contradictorias de
Monseñor Fellay.
Nosotros esperaremos, para
creer en el regreso de la Fraternidad a las orientaciones de Monseñor Lefebvre,
a que la puerta de los acuerdos sin conversión previa de Roma esté cerrada.
Pues si la estrategia de Monseñor Fellay fuera buena, como dice Monseñor
Tissier, la misma estrategia podría comenzar de nuevo. No, la puerta no ha sido
cerrada. Monseñor Tissier, aprobando así la estrategia de Monseñor Fellay (es
decir, “que Roma acepte al menos que critiquemos el concilio”), afirma que él
ya no está contra un acuerdo práctico sin acuerdo doctrinal. La declaración del
27 de junio lo dice explícitamente en su artículo 11 donde ella reclama el
poder criticar los errores. La conducta de Menzingen respecto a los sacerdotes,
a los fieles y a las comunidades amigas, confirma la obstinación del Consejo
general de la Fraternidad en esta nueva orientación.
Algunos dicen que Menzingen
reconoció haberse equivocado. Eso no es verdad, al contrario. Monseñor Fellay
dijo explícitamente que él no reconocía haber cometido ningún error sino el de
no haberse dado cuenta de las intenciones del Papa (cf. anexo n°4 de la Carta
circular a los sacerdotes de la Fraternidad del 31 de octubre de 2012 publicada
por truetrad.)
Si Monseñor Fellay lamentara su
actitud, todos aquellos que han sido castigados y perseguidos en la FSSPX en
estos últimos tiempos por causa de esta crisis, serían felicitados y
reintegrados en la Fraternidad.
Pero esto no es todo. Está el
nuevo lenguaje del Superior general, que afirma que la libertad religiosa es
muy, muy limitada en los textos del Vaticano II; está su declaración sobre el
concilio, cuyas doctrinas no son, dijo, lo que pensábamos (cf. entrevista a
Monseñor Fellay por CNS el 11 de mayo de 2012); está la respuesta del Consejo
general a los tres obispos el 14 de abril de 2012, hay que conservar todo esto
en la memoria.
Nosotros esperamos una conducta
no ambigua por parte de Menzingen, porque en las cosas de la fe, no hay medias
tintas. En las cosas de la fe, no hay más que dos campos: el de Nuestro Señor y
el de sus enemigos. Si Enrique V no quiso una corona porque debía transigir con
la Revolución, mucho más nosotros no debemos transigir con los enemigos del
Reinado universal de Nuestro Señor.
Se nos dirá que en las cosas
humanas, hay que transigir o no veremos jamás el final de esta crisis. A eso
respondemos con Monseñor Freppel, que Dios no nos pide la victoria, sino el
combate. Soportar las debilidades humanas, sí. Todos nosotros debemos hacerlo.
Pero aceptar compromisos doctrinales, no podemos hacerlo. Non possumus.
Que Nuestra Señora venga
en nuestra ayuda. Ella posee el más alto grado de horror al pecado y al error.
Es este horror lo que pedimos, este horror que es propio de la Inmaculada. Al
final su Corazón Inmaculado triunfará y nosotros con Él; es nuestra firme
esperanza. Lo esperamos, no por nuestros méritos porque sabemos que no lo merecemos,
sino por su bondad maternal. Como dijo Santa Teresita del Niño Jesús: “Pedid,
pedid, y Él se los dará, no porque lo merezcáis, sino porque Él es bueno”. Es de
la bondad del buen Dios y de Aquella que nos ha dado por Madre que nos
atrevemos esperar la victoria final ya prometida. “Al fin mi Corazón Inmaculado
triunfará”.
Dom Tomás de Aquino
Nota de Monseñor Tissier de
Mallerais :
(1)Y Benedicto XVI por su carta
a Monseñor Fellay del 30 de junio de 2012.