Sugestiva
portada. El cambio irreversible de Francisco y los herejes
modernistas, ¿será borrar todo vestigio de catolicidad, hasta el punto que no
quede nada en pie ni nada visible, como en esa cruz?
EL
RESPALDO DE TODOS AL PONTIFICADO DE FRANCISCO
Publicado el 13.11.2015
EDITORIAL VIDA NUEVA
Francisco no se va. Ni
tiene pensado irse.
Al menos “hasta que el cambio sea
irreversible”. Como ha podido confirmar Vida Nueva, el compromiso manifiesto
que el Papa argentino tiene entre manos va más allá de aprobar unas
medidas. La envergadura y urgencia de los cambios a acometer es tal que
requiere un margen suficiente para que cuaje esa apuesta de una
Iglesia colegial, inclusiva y de los últimos, una Iglesia que no sea una “baby
sitter” para los laicos y que deje el espacio a las mujeres.
Escándalos como la nueva filtración
de documentos secretos y conversaciones privadas ponen de manifiesto
la gravedad de esas enfermedades de la Curia que denunció prácticamente hace un
año y la dificultad para curarlas con un tratamiento ambulatorio. Se necesita
una cirugía profunda para consolidar esa Iglesia de puertas abiertas que vuelva
a la esencia del Evangelio desde el espíritu de Aparecida, abandonando
la polarización entre doctrina y pastoral, ley y misericordia. También
quedaría descartado ese Pontificado corto que él mismo insinuó y que algunos
esperan. Continuará, al menos, hasta que no haya vuelta atrás.
De ahí que dos años y medio después
de su elección, el Pontificado atraviese un momento crucial. Algunos
cambios ya se saben, otros se intuyen. Es tiempo de ejecutar. Y ahí está la
dificultad. Mientras que la luna de miel con la opinión pública continúa,
una minoritaria pero ruidosa oposición busca quemar sus cartuchos conscientes
de que la llamada “revolución Francisco” va en serio. Las zancadillas para
desagastar al Papa han logrado el efecto contrario: reforzar su autoridad
global y añadir más argumentos para justificar la purificación que
tanto reclamó Benedicto XVI.
Más preocupante resulta la
resistencia silenciosa de quienes se encomiendan a la teoría histórica del
péndulo, interpretan ya que el liderazgo de Jorge Mario Bergoglio solo
será un episodio aislado. Esto explica que no sean pocos los episcopados,
clérigos y movimientos que hayan decidido mirar para otro lado ante las palabras
y gestos del Papa, sin condenar en público pero sin acometer plan pastoral
alguno para aplicar sus propuestas. Simplemente, quieren dejarle pasar.
Es cierto que Francisco desinstala,
desconcierta y hasta incomoda. Como Jesús de Nazaret. Frente a esto,
hay que elegir. Continuar en la autorreferencialidad o confiar en la acción del
Espíritu en aquel lleva el timón de la barca de Pedro. Optar por esto último
exige un respaldo activo de todo cristiano, del sacristán al cardenal. El
empuje de toda la comunidad creyente se presenta como la única vía para que
esta reforma no sea cosa de uno solo y esté abocada al fracaso,
sino que suponga un cambio verdaderamente irreversible.
En el nº 2.964 de Vida
Nueva. Del 14 al 20 de noviembre de 2015
Modernistas tienen apuro.