Número CDXXXIV (434)
07 de noviembre de 2015
Vaticano
II Desarraigado
Mons.
Williamson
Un Dios disminuido,
vaciado y recortado,
No atrae. Sea Cristo
de nuevo entronizado.
He recién releído El Concilio del Papa
Juan por Michael Davies, escrito en 1977, pero que necesita apenas ser
actualizado casi 40 años más tarde. Tal vez Michael Davis fue demasiado amable
hacia el Concilio, pero hay en su libro muchas verdades fundamentales así que
puede ser cálidamente recomendado para cualquiera comenzando a estudiar el
Concilio. Especialmente interesante es el Apéndice VI consistente en una
crítica de 1936 por el Profesor Louis Salleron al entonces recientemente
aparecido libro del filósofo francés Jacques Maritain (1882–1973), Humanismo
Integral. Este libro tanto interesó a un sacerdote italiano, Juan Bautista
Montini, que éste lo tradujo al italiano. Más tarde éste devino Papa Pablo VI,
el arquitecto principal del Vaticano II. Así Salleron destapa las raíces del
Concilio 26 años antes de que éste comenzara.
Humanismo Integral presenta la
visión de Maritain sobre un nuevo futuro para una Cristiandad remodelada. Se
supone que la civilización burguesa está condenada. Pero en lugar de seguir con
la condenación por la Iglesia del humanismo, centrado en el hombre, que hizo
surgir a la Revolución Francesa (1789) que hizo surgir a esa burguesía,
Maritain propone que esa Revolución necesita ser reconocida como parte de un
proceso histórico inevitable con el cual la Cristiandad puede y debe ponerse de
acuerdo. Por este medio, si bien el curso de la historia moderna no puede ser
todo parado, sin embargo por Cristo ese humanismo se puede hacer verdaderamente
y totalmente humano, deviniendo así “humanismo integral”. La Cristiandad así
reconstruida sobre fundamentos modernos traerá a Cristo al hombre moderno y al
hombre moderno a Cristo, admirable intención ésta de Maritain y de Pablo VI.
Pero “el camino al Infierno está pavimentado
con buenas intenciones”, dice el sabio antiguo proverbio. Salleron admira
muchas cosas en el libro de Maritain, quien fue un filósofo hábil en Tomismo y
sabía bien, dice Salleron, cómo presentar cualquier idea de una manera tal que
no contradiga la doctrina católica. Pero Salleron rechaza firmemente la lectura
que hace Maritain de la historia moderna, y la llama “Marxista”. Carlos Marx
(1818–1883) supuso igualmente que la civilización burguesa está podrida, pero
su conclusión era que esta civilización debía ser completamente demolida por
una Revolución continua que realizara el sueño de la sociedad sin clases, lo
cual en la realidad acabó como la pesadilla del Comunismo. Así que Maritain
rechazó la conclusión de Marx pero aceptó su análisis de la historia, para de
esa manera modelar una nueva Cristiandad de compromiso que funcionaría para el
hombre moderno: ni modernidad sobre fundamentos modernos (Marx – y Wagner), ni
Cristo sobre fundamentos de Cristo (Pío X – ver especialmente su Carta
sobre el Sillon – y Monseñor Lefebvre), si no Cristo sobre fundamentos
modernos. El resultado es ese Neocristianismo a ser hallado en el conjunto de
los documentos del Vaticano II, a saber Cristo es la plena realización del
hombre – no que el hombre está ordenado a Cristo y a Dios, sino que Dios y
Cristo están ordenados al hombre.
¡Ay! Soluciones de compromiso no funcionan con
Nuestro Señor. Él dice, “Diréis solamente: Sí, sí; No, no. Todo lo que excede a
esto, viene del Maligno” (Mt. V, 37). Y, “Quien no está conmigo, está contra
Mí” (Mt. XII, 30). Una religión del verdadero Dios centrada en el hombre es una
contradicción de términos. Salleron señala que no hay nada inevitable en la
marcha de la historia moderna tal como Marx y Maritain lo imaginaron. Si el
hombre moderno va al Diablo, es por su propia libre elección. Lo que los
liberales como Maritain y Pablo VI y Mons. Fellay no pueden asir, es la
realidad de la maldad. No asen que el hombre moderno simplemente no quiere a
Cristo, y Dios no lo forzará a hacerlo. Los liberales disminuyen a Dios con tal
de hacerlo a Él más atractivo para el hombre moderno, pero la mayoría de los
hombres modernos vuelven la cara, por indiferencia o disgusto. El Vaticano II
ha sido un fracaso colosal, y el “humanismo integral” no ha sido otro que un
ejemplo más de la desintegración de este humanismo que no se centra en Dios.
Política, economía, bancos, finanzas, artes,
medicina, ley, agricultura, la sociedad moderna entera debe reponerse bajo el
Reinado Social de Cristo Rey. Esa fue la solución de Monseñor Lefebvre. Esa es
la única solución.
Kyrie eleison.