EDITORIAL
de Le
Sel de la Terre n°
94
Satanás inaugura su “golpe maestro”
Sabemos que el Papa Paulo VI habló de la autodestrucción de
la Iglesia y del humo de Satanás que ha entrado en el Templo de Dios:
“La
Iglesia se encuentra en una hora de inquietud, de autocrítica, diríamos incluso
de autodestrucción. Es como una convulsión interior, aguda y compleja, la cual
nadie se hubiera esperado después del Concilio[i].
Ante la situación de la Iglesia de hoy, tenemos la sensación de que a través de alguna grieta, el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia […]. Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre […]. ¿Cómo ha ocurrido todo esto? Nos, os confiaremos nuestro pensamiento: ha habido un poder, un poder adverso. Digamos su nombre: el Demonio. Este misterioso ser que San Pedro alude en su carta[ii].
Ante la situación de la Iglesia de hoy, tenemos la sensación de que a través de alguna grieta, el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia […]. Se creía que después del Concilio vendría un día de sol para la historia de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre […]. ¿Cómo ha ocurrido todo esto? Nos, os confiaremos nuestro pensamiento: ha habido un poder, un poder adverso. Digamos su nombre: el Demonio. Este misterioso ser que San Pedro alude en su carta[ii].
Como el sumo sacerdote Caifás profetizó que era necesario
que Nuestro Señor Jesucristo muriera para salvar a su pueblo, pero sin
comprender su profecía, así Paulo VI se dio cuenta que la Iglesia se
autodestruía bajo la acción de Satanás, pero sin comprender el proceso.
El 13 de octubre de 1974, en el aniversario de las
apariciones de Fátima, Mons. Lefebvre describía de manera impactante cómo se
realizaba la autodestrucción de la Iglesia, en un escrito titulado “El golpe
maestro de Satanás”. He aquí algunos extractos:
El
golpe maestro de Satanás será, por consiguiente, difundir los principios revolucionarios
introducidos en la Iglesia por la autoridad de la misma Iglesia, poniendo
a esta autoridad en una situación de incoherencia y de contradicción
permanente; mientras que este equívoco no sea disipado, los desastres se
multiplicarán en la Iglesia. […] Es preciso reconocer que la jugarreta ha sido
bien hecha y que la mentira de Satanás ha sido utilizada
maravillosamente. La Iglesia va a destruirse a sí misma por vía de la
obediencia. […] ¡Hay que obedecer! ¿A quién, a qué? No se sabe
exactamente. […] Desgraciado sea el que no consiente. Tiene derecho
a ser pisoteado, calumniado, privado de todo lo que le permitía vivir. Es un
hereje, es un cismático, que merece únicamente la muerte .Satanás ha logrado
verdaderamente un golpe maestro: logra hacer condenar a quienes conservan
la fe católica por aquéllos mismos que debieran defenderla y propagarla. […]
Satanás reina por el equívoco y la incoherencia, que son sus medios de
combate y que engañan a los hombres de poca Fe.
Por lo tanto, el golpe maestro de Satanás por el cual hace
que se autodestruya la Iglesia, es el de utilizar la obediencia para destruir
la fe: la autoridad contra la verdad.
Satanás continúa su “golpe maestro”
No es solamente después del Concilio que Satanás utilizó su
golpe maestro. Lo recomenzó después de las consagraciones del 30 de junio de
1988 para intentar dividir la Tradición. He aquí como el P. Tomás de Aquino
describe la escena en su última Carta a
los amigos del Monasterio de la Santa Cruz:
El
30 de junio de 1988, después de mucha oración, Mons. Lefebvre consagró cuatro
obispos para que la Santa Iglesia pudiera continuar su misión. Esta ceremonia
suscitó la tempestad prevista. Roma fulminó una excomunión (inválida porque el
acto de Mons. Lefebvre era lícito y necesario debido a la situación en que se
encontraba la Iglesia) y los periódicos dieron la noticia con un gran
sensacionalismo. Sin embargo, no fue solamente Roma quien reprobó estas
consagraciones. En el seno de la Tradición algunos se opusieron también: Dom
Gérard Calvet, prior del monasterio de Santa Magdalena de Barroux, en Francia,
Jean Madiran, director de la revista Itinéraires, el P. Bisig, y algunos otros.
Dom Gérard dijo que era necesario permanecer en el perímetro visible de la
Iglesia. Para esto, regularizó su situación canónica con Roma, abandonando a
Mons. Lefebvre y a Mons. de Castro Mayer, arrastrando con él a los benedictinos
del monasterio de la Anunciación en Francia. También intentó llevar consigo a
la fundación brasileña de la Santa Cruz en su oposición a las consagraciones del
88. ¿Y cuál fue su argumento? Fue sutil y podía sacudir a los religiosos de la
Santa Cruz. “Ustedes deben obedecerme -dijo él- pues
esta decisión no concierne a la fe. Se trata de una cuestión prudencial.
Ustedes deben obedecer a causa de sus votos”. Las palabras no son
textuales, pero este fue el argumento. Dom Gérard ya había declarado: “Roma
nos da todo y no pide nada. ¿Cómo podríamos negarnos?”. Él trató por
todos los medios de convencer a los monjes, los fieles y los sacerdotes amigos:
desobedecerle sería un pecado grave, un pecado contra nuestros votos.
¿Qué responder ante tal argumento? “Nuestra fe se expone a grandes riesgos por estos acuerdos con Roma. Nosotros no podemos aceptarlos”. “Usted debe regresar a Francia, me dijo Dom Gérard, en el monasterio hay cincuenta monjes para proteger su fe”.
Incluso si Dom Gérard decía que nuestra fe no corría ningún riesgo, incluso si Dom Gérard decía que su decisión era únicamente prudencial, la verdad era completamente diferente. Si bien esta decisión fue prudencial, tuvo grandes consecuencias para la fe. Al someterse a las autoridades que no profesan la integridad de la fe católica, Dom Gérard puso a nuestros monasterios en una situación en la cual el tiempo mostró su nocividad: nueva misa celebrada por los monjes, Libertad Religiosa defendida por el P. Basile, partida de varios monjes y nueva orientación de todo el monasterio de Barroux.
Un medio de resistir indicado por
Mons. Lefebvre
El golpe maestro de Satanás funciona bien desde hace
cincuenta años, se puede prever que el demonio seguirá utilizándolo. ¿Cómo
resistir y no dejarse engañar?
Mons. Lefebvre nos da los buenos consejos:
-Primero, distinguir las dos Roma:
“Se
puede pensar que hay Roma y Roma, la Roma eterna con su fe, sus dogmas, su
concepción del Sacrificio de la Misa y la Roma temporal influenciada por las
ideas del mundo moderno, influencia a la que no ha escapado el propio Concilio[iii]”.
Enseguida hay que manifestar claramente su rechazo a seguir
la Roma neomodernista. Algunas semanas después de haber escrito su texto sobre
“el golpe maestro de Satanás”, en su famosa declaración del 21 de noviembre de
1974, Mons. Lefebvre volvió sobre esta distinción de las dos Roma y precisó su
rechazo a seguir la Roma neomodernista:
Nos adherimos de todo corazón, con toda
nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica y de las
tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna, maestra de
sabiduría y de verdad. Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado
siempre a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se
manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas
las reformas que de éste salieron.
En su Itinerario espiritual[iv], “escrito
por nosotros en 1990 como testamento espiritual[v]”, Mons.
Lefebvre reafirmó con fuerza la necesidad de romper con la Roma neo-modernista
todavía llamada “iglesia conciliar”:
“Es
pues un deber estricto, para todo sacerdote que quiere permanecer católico, el
separarse de esta Iglesia Conciliar, mientras ella no reencuentre la Tradición
del Magisterio de la Iglesia y de la Fe católica.”
Como dijo también Mons. Lefebvre, “son los superiores los
que hacen los inferiores”y no a la inversa. De donde la necesidad de
mantenerse a una distancia respetuosa de las autoridades romanas modernistas y
de observar el principio que ha sido el de la FSSPX entre 1988 y 2012: “No
al acuerdo canónico con Roma antes de un acuerdo doctrinal”.
Este principio fue legado por Mons. Lefebvre después del
fracaso de las negociaciones de 1988. He aquí, por ejemplo, algunos extractos
del artículo titulado: “Al retomar los coloquios, yo pondría las condiciones”,
aparecido en Fideliter 66 de diciembre de 1988:
No
aceptaré más estar en la situación en la que nos encontramos durante los
coloquios. Esto se terminó. Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están
de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron?
¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León
XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII?
¿Están en plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún
el juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor
Jesucristo?”. Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil
hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la
doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es
inútil.” Las posiciones serían así más claras.
Este principio fue repetido numerosas veces por las
autoridades de la FSSPX, notablemente por el capítulo de 2006:
“Los
contactos que la Fraternidad mantiene episódicamente con las
autoridades romanas, tienen como único objeto ayudarlas a
recuperar la Tradición que la Iglesia no puede renegar sin perder su identidad,
y no la búsqueda de una ventaja para ella misma, o de llegar a un imposible
“acuerdo” puramente práctico.”
En 2008, Mons. Fellay estimó, a justo título, que allí hay
un orden de naturaleza:
“Es tan claro para nosotros que la
cuestión de la fe y del espíritu de fe es tan primordial, que no podemos
contemplar una solución práctica antes de que la primera cuestión no encuentre
una segura solución (…) Cada día nos aporta pruebas suplementarias de la necesidad
de clarificar al máximo las cuestiones subyacentes (de doctrina) antes de ir
más adelante en una solución canónica, que sin embargo no es desagradable para
nosotros. Pero hay un orden de naturaleza, e invertir las cosas nos pondría
inevitablemente en una situación insoportable; tenemos la prueba de esto todos
los días. Lo que está en juego es ni más ni menos que nuestra existencia futura[vi].”
Sin embargo, en marzo de 2012 Mons. Fellay anunció que
abandonaba este principio debido al mejoramiento de la situación en Roma desde
el 2006[vii],
y este abandono fue respaldado por el capítulo general de la FSSPX de
julio de 2012: entre las seis condiciones planteadas para un reconocimiento
canónico, ya no figura la condición de un acuerdo basado en la doctrina[viii].
Desde entonces, a pesar de numerosas instancias, Mons.
Fellay se negó a volver al antiguo principio. De allí nacieron los problemas
que conoce la Tradición desde hace tres años.
¿Es necesario volver al “antiguo
principio?
Actualmente, bajo el papa Francisco, ya no es posible
argumentar el pretendido mejoramiento de la situación en Roma, pero esto no
impide a algunos el objetar el regreso al “antiguo principio”. He aquí algunas
objeciones escuchadas y las respuestas que podemos aportar:
1. Entre el “no al acuerdo práctico sin acuerdo
doctrinal” y el “acuerdo práctico sin acuerdo doctrinal” hay una vía media
conforme al pensamiento de Mons. Lefebvre.
Respuesta 1: El demonio pesca en aguas
agitadas. En una cuestión tan importante, ya que la fe está en peligro, es
necesario ser claro.
Respuesta 2: El pensamiento de Mons.
Lefebvre cambió con los acontecimientos. Entre más la Roma conciliar ha
demostrado su obstinada adhesión al modernismo, más hay que tomar sus
distancias. Después del fracaso de las negociaciones, él tomo una posición
clara y definida, la que ya hemos explicado. Los que ahora quieren hacer un
acuerdo práctico con Roma pretendiendo ser fieles a Mons. Lefebvre, están
obligados a suponer que Mons. Lefebvre hubiera cambiado de opinión. Es más
justo pensar, al contrario, que Mons. Lefebvre estará todavía más desconfiado
respecto de la Roma actual, ya que ella es de hecho mucho más modernista que en
1988.
2. Pero si el papa nos acuerda alguna cosa (como el
sello de “Asociación católica” en Argentina, o incluso la jurisdicción
ordinaria para confesar válida y lícitamente durante el año santo), sin
pedirnos nada a cambio, no vamos a negarnos. Esto no nos compromete en nada.
“Timeo Danaos et dona ferentes[ix]” responde Virgilio. Convendría tener
una sabia prudencia y por lo menos recordar que nosotros seguimos separados por
un muro: el que separa la doctrina católica del modernismo. De lo contrario se
podría creer que los pequeños regalos son la prueba de que una colaboración es
posible[x].
Durante las persecuciones comunistas, los católicos que
querían resistir se decidieron por la política de nunca aceptar nada de los
comunistas (ver “la trampa de los panes con jamón”, por Rose Hu, en Le Sel de
la Terre 61, verano de 2007, pág. 70).
3. Al negarse a seguir a la FSSPX, ustedes dividen
la Tradición siendo que ella necesitaría estar unida frente a Roma para ser más
fuertes.
Respuesta 1: Lo que hace nuestra fuerza, es ante
todo la verdad que defendemos. Poniendo esta verdad “en sordina” (aceptando “un
acuerdo práctico” con los que no la profesan), nosotros perdemos nuestra
fuerza, como Sansón que se dejó cortar su cabellera.
Respuesta 2: Monseñor de Galarreta previno
que si continuábamos por este camino de un acuerdo práctico, “muchos de los
superiores y de los sacerdotes tendrán un problema de conciencia legítimo y se
opondrán[xi]”.
Respuesta 2: El que divide ¿es el que cambia de
política -sin decirlo claramente- o aquél que no quiere cambiar dando
fundamentos?
4. Pero ¡nada se ha firmado! Por lo tanto podemos
conservar la situación actual, esperando un mejor papa con el cual podremos
hacer un acuerdo.
La firma será el fin de un proceso. Pero desde el momento en
que se acepta el principio de ponerse bajo la autoridad directa de las
autoridades modernistas, nos involucramos en un proceso de acercamiento.
Proceso que está en marcha: en efecto, desde el año 2011 por lo menos, ninguna
condenación seria y grave de los errores y faltas de la Roma modernista ha
provenido de la autoridad superior de la FSSPX. Se deja hablar solamente a
algunos lampistas, y cada vez menos[xii].
5. No se puede decir, sin más precisión, que los
principios, incluso prácticos, permanecen inmutables. Por consecuencia, usted
exagera haciendo de este principio una regla inmutable[xiii].
Es verdad que la prudencia debe tomar en cuenta las
circunstancias y que la aplicación de los principios puede variar. Santo Tomás
de Aquino (II-II, q. 49, a. 2) expone que el silogismo práctico de la
prudencia comporta una mayor (una primera proposición) universal y una menor
(una segunda proposición) singular.
Esta menor, que es la constatación de un hecho concreto, es
cambiante según las circunstancias. Pero ella no es un “principio” en el
sentido empleado aquí[xiv].
La mayor es un principio, una regla general de acción
fundada sobre la naturaleza humana y por lo tanto invariable: este es el
sentido en que la palabra “principio” es utilizada en las citas del cardenal
Pie, de Mons. Freppel, Fréderic Le Play, etc.:
“No esperemos, por las secretas capitulaciones, recuperar lo
que el mismo cielo nos niega. El reino de los expedientes ha terminado; es
necesario que el reino de los principios comience”. (Cardenal Pie, 1era carta
pastoral, 25 de noviembre de 1849).
“En una sociedad que se desmorona por todas partes, me
parece que primero hay que enderezar las ideas. Lo que es necesario, es mejorar
el fondo de las cosas a la luz de los principios. No hay otra regla de reforma
más que buscar la verdad y confesar lo que suceda” (Frédéric Le Play en 1865).
“Sepamos reconocer finalmente que el abandono de los
principios es la verdadera causa de nuestros desastres” (Conde de Chambord, 8
de mayo de 1871).
“La mayor desgracia para un siglo o para un país, es el
abandono o disminución de la verdad. Podemos recuperarnos de todo lo
demás, pero jamás nos recuperamos del sacrificio de los principios”. (Mons.
Freppel, 19 de enero de 1873).
Está claro que, para estos eminentes espíritus, los
principios de los que hablan no son reglas variables.
Conclusión: conservemos “el antiguo
principio”
Sin duda que el principio “no al acuerdo canónico antes de
un acuerdo doctrinal” no es uno de los primeros principios de la ley natural
(como los diez mandamientos). Se debe ubicar más bien entre las verdades
comunes admitidas por las personas prudentes.
Sin embargo, en las circunstancias actuales, después de más
de 25 años de experiencia en los “ralliements” que siempre terminan en el
abandono del combate de la fe, después de constatar que la situación en Roma,
lejos de mejorarse, no hace más que empeorar, aparece claramente que sólo la
observación de este principio –dejado como testamento por Mons. Lefebvre- nos
permitirá resistir al “golpe maestro de Satanás”.
[ii] Homilía pronunciada por Paulo VI el 29 de junio de 1972.
Texto en italiano: http://www.vatican.va/… Curiosamente, no es el mismo texto
el que se reproduce, sino una “reseña”, obra sin duda de los oficiales de la
Curia.
[iv] Mons. Marcel LEFEBVRE, Itinerario espiritual siguiendo a
Santo Tomás de Aquino en su Summa teológica, Ediciones Iris, 2010.
[vii] El Capítulo General de 2006 emitió una
línea de acción muy clara en lo que atañe a nuestra situación con Roma. Damos
prioridad a la fe, sin buscar de nuestro lado una solución práctica ANTES de
resolver la cuestión doctrinal. No
se trata aquí de un principio, sino de una línea de conducta que debe regular
nuestras acciones concretas. […] si
hubiese un cambio en la situación de la Iglesia en relación con la Tradición,
esto podría llevar a un cambio correspondiente de la conclusión […] no
hay ninguna duda que desde 2006, estamos asistiendo a un desarrollo en la
Iglesia, a un cambio importante y muy interesante, aunque poco
visible. […] Eso exige de nosotros una nueva posición en
relación con la Iglesia oficial. […] Es en este contexto
que conviene interrogarse sobre el reconocimiento de la Fraternidad por la
Iglesia oficial. […] Nuestros nuevos amigos en Roma afirman que el impacto de tal
reconocimiento sería extremadamente poderoso para toda la Iglesia. Mons. FELLAY, Cor Unum, 18 de marzo de 2012
(Véalo completo aquí:
http://nonpossumus-vcr.blogspot.mx/2012/11/una-nueva-posicion-en-relacion-con-la.html)
[viii] Condiciones sine qua non que se impone la Fraternidad y
que declara de las autoridades romanas antes de considerar un reconocimiento
canónico: 1.- Libertad de guardar, transmitir y enseñar la sana doctrina del
magisterio constante de la Iglesia y de la verdad inmutable de la Tradición
divina; libertad de defender, corregir, reprender incluso públicamente los
fautores de errores o novedades del modernismo, del liberalismo, del Concilio
Vaticano II y sus consecuencias; 2.- El uso exclusivo de la liturgia de 1962.
Conservar la práctica sacramental que tenemos actualmente (incluyendo las
órdenes, confirmación y matrimonio)
3.- Garantía de al menos un Obispo.
Condiciones deseables: 1.- Tribunales eclesiásticos propios en primera
instancia. 2.- Exención de las casas de la FSSPX en relación a los Obispos
diocesanos. 3.- Comisión Pontifical en Roma para la Tradición en dependencia
del Papa, con una mayoría de miembros y presidencia de la Tradición.
[ix] “Temo a los Griegos aun cuando traen regalos”. Frase
puesta en la boca de Laocoonte por Virgilio en la Eneida en el momento en que
los Troyanos vieron el famoso Caballo…
[x] “Los coloquios y conversaciones con el cardenal Ratzinger
y sus colaboradores, si bien tuvieron lugar en una atmósfera de cortesía y de
caridad, nos han convencido de que el momento de una colaboración franca y
eficaz no ha llegado aún” Carta de Mons. Lefebvre a Juan Pablo II del 2 de
junio de 1988.
[xii] Citemos dos ejemplos recientes: El sermón del P. de la
Rocque del 6 de septiembre de 2015 donde decía no querer hacer el año santo, ha
sido suprimido dentro de las 24 horas del sitio La Porte Latine. 2. El libro de
François-Xavier PERON sobre la familia, La revolución del papa
Francisco, ha sido prohibido para su venta en los prioratos de la FSSPX,
siendo que el libro da de manera objetiva, los hechos y los textos, en un tono
mesurado y cuyo prefacio es del P. Antoine, superior de los capuchinos de
Morgon, y en el cual varios sacerdotes de la FSSPX han colaborado, así como el
P. Joseph, capuchino, antiguamente P. Régis de Cacqueray.
[xiii] El editorial de Le Sel de la terre 92 estuvo consagrado a
“la importancia de los principios”. El texto fue reproducido, abreviado, en la
Carta de los dominicos 73. Se afirma allí especialmente:
“Los principios, incluso prácticos, permanecen
inmutables”. “No lo diríamos sin más precisiones. Pues habría allí una
confusión” leemos en el Courrier de Rome de junio de 2015, pág. 7.
Pero la confusión viene más bien de que el
autor de este artículo utiliza la palabra principio para designar la menor del
silogismo que es principio de la conclusión. Pero es darle otro sentido a la
palabra principio. Santo Tomás de Aquino en el artículo citado, para designar
esta menor, utiliza más justamente la palabra primum (que podemos traducir como
“premisa”) que la de “principio” (principium), según las mejores ediciones (la
edición Leonina, encontramos en el sitio www.corpusthomisticum.org/ y la
edición del P. Pégues de 1925). Sólo la mayor del silogismo de la prudencia
puede ser llamado “principio práctico”.