Aquellos que han efectivamente resistido -en
los hechos y no tan solo en el pensamiento más recóndito o la declamación
circunstancial- al liberalismo claudicante de la Neo-FSSPX, para no verse
arrastrados hacia la conciliación con el modernismo masónico anticatólico de la
iglesia conciliar, han muy claramente ganado la batalla. Ya nadie en su sano
juicio o actuando con honestidad intelectual puede impugnar las razones que han
esgrimido y han puesto sobre la mesa para rechazar el nuevo rumbo de la
Neo-FSSPX, las cuales se han expuesto abundantemente en diversos sitios y blogs
resistentes de todo el mundo. Los hechos mismos se han encargado de demostrar
la necesaria "desobediencia debida" a Mons. Fellay y sus secuaces, en
su tarea de destrucción de la obra de Mons. Lefebvre. Cada día se ve con
mayor claridad, como en una vidriera renovada eficaz y prontamente, la debacle
neofraternitaria, y pareciera que lo único que resta por hacer es
constatar la crónica que conforma la ineluctable e imparable caída, y a medida
que el destructor Francisco hace de las suyas, más patética se torna la acción
acuerdista de los tradiliberales. La reciente "súplica con
rosas" de Mons. Fellay ha sido el colmo de la abyección, y casi no cabría
hacer más comentarios al respecto, pues la misma es su propio comentario,
prueba de una acobardada rendición a la iglesia conciliar. Recientemente el
Padre Bouchacourt sacó a relucir nuevamente el “caballito de batalla” que es
mentar a David contra Goliat, en tan desigual combate. Pero, ¿fue David diplomático y dialoguista o fue frontal? ¿Pidió a su enemigo -enemigo de Dios- un reconocimiento o “estampilla”, o se
determinó a vencerlo? ¿Está reñido el combate con la misericordia?
¿No es milicia la vida del hombre sobre la tierra?
Del mismo modo, se ha ganado la batalla contra
la otra tentación paralela y simultánea al liberalismo, cual es la del
sedevacantismo sectario, furioso y frenético que se erige en altanera autoridad
y lleva por su lado al precipicio donde se pierde todo sentido de Iglesia y se
entierra la caridad en nombre de la "verdad". Puede constatarse que
algunos de sus más conspicuos voceros se encierran para dar círculos alrededor
de sí mismos, decayendo sin cesar en su ya indigente producción intelectual, no
pudiendo sino buscar llamar la atención teatral o cinematográficamente,
recurriendo a explosiones furibundas o acusaciones falaces. Pero los fuegos de
artificio se apagan enseguida, y sólo queda el olor a pólvora del odio y el
celo amargo en la oscuridad de un cielo encapotado.
Hay obispos y sacerdotes católicos decididos a
combatir contra todo aquello que combatió Mons. Lefebvre. Hay fieles
convencidos y esclarecidos que apoyan a estos, y hay también vocaciones
sacerdotales, como también religiosos y religiosas que con su silencioso
sacrificio sostienen este buen combate de la Resistencia. Pero entonces se
presenta otro desafío, en esta circunstancia que prefigura una gran convulsión
mundial, a partir de la generalizada apostasía. La Resistencia está lejos de
ser algo orgánico, compacto y estructurado, y ni siquiera puede pedírsele que
intente algo similar a lo que hiciera Mons. Lefebvre en 1970, pues los tiempos
y personas involucradas son otros. No puede imaginarse un gran crecimiento
puesto que es tiempo de apostasía y por lo tanto el rebaño ha de ser por fuerza
pequeño. Serán bienvenidos todos los que deseen combatir por Cristo Rey en esta
auténtica e "inhóspita trinchera" (en palabras del Padre Castellani).
Pero debe tenerse presente que ese espíritu liberal que hizo caer a la
Neo-FSSPX nos acecha a todos y podría destruirnos también a nosotros si no
ponemos atención, para que el mismo no nos lleve, en medio del combate, a
buscar o desear una forma de "reconocimiento" o trato con quienes no
tienen en virtud de sus manifiestas y constantes herejías y apostasía,
autoridad sobre nosotros. Tampoco hay que pensar que estamos todos “a la
deriva en un mar de apostasía”, pues quien se sostiene de la firme roca que es Cristo
y tiene la mirada puesta en la estrella que es María, nada debe de temer y
mientras no se suelte ni aminore su amor por la verdad, ni silencie la súplica
confiada, ni deje de desconfiar de sí mismo y confiar audazmente en Dios, no
podrá ser arrastrado por la corriente diabólica de la confusión que nos rodea. “Aunque
atraviese un valle de tinieblas –dice el Salmo 22,4- no temeré ningún mal, porque Tú vas conmigo”. Y Nuestro Señor por San Juan VIII,12: “El que me sigue no camina en tinieblas”.
Así es que se deben estrechar filas contra
ambos espíritus -a un lado y otro-que la serpiente utiliza para alejar a los
católicos del buen sendero, sabiendo que se debe buscar ante todo el
crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para esperar lo que Dios
disponga en la serena sabiduría de los que se han confiado totalmente a Él,
viviendo entre sí como hermanos que están en el mundo pero que ya lo han
repudiado en su corazón, para ser enteramente de Dios. De ese modo, vigilando y
orando, sin intentar ser "grandes" sino buscando ser "pequeños",
es decir, con espíritu filial a imitación de Jesús, prepararemos el futuro
encuentro con el Rey que vuelve, bajo cuyo estandarte debe encontrarnos gozosamente,
como fieles y ardorosos combatientes, unidos por el grito de guerra: ¡Viva Cristo
Rey!