En
el número 19 (agosto de 1985) de “COMMUNICANTES”, revista de la FSSPX en
Canadá, Monseñor Lefebvre respondía sobre esta cuestión al Padre Jacques Emily
de la FSSPX, quien preguntaba:
Padre Emily:
Monseñor, veo que es muy importante situar este indulto, porque ya ha provocado
no poca agitación y consecuencias en medio de los tradicionalistas, no
solamente aquí en Canadá, sino también por todas partes de Europa.
Monseñor Lefebvre: He
tenido la ocasión de decirlo. En primer lugar, el indulto ha sido un beneficio
para nosotros, sean las condiciones que sean, ya que muchas personas han
considerado que el Papa ya no se oponía a la celebración de la Misa de San Pío
V, y que por consecuencia se podía asistir, y que al no existir aquel aspecto
de desobediencia (falso, por otra parte), volver a la misa tradicional. Por
ello, muchos se han unido a nosotros y hemos constatado, en general, un
incremento bastante considerable de fieles que vienen a nuestros centros. Esto
ha sido un primer resultado positivo por el que nos alegramos.
Pero
otro resultado lamentable y desagradable es que un cierto número de sacerdotes
han creído deber aceptar las condiciones para celebrar esta misa regularmente,
con la aprobación del obispo. Lo que hace que se planteen ciertos problemas
bastante graves, dado que ellos están obligados a aceptar que la nueva
misa es tan válida como la de San Pío V: esto es a lo que siempre nos hemos
rehusado, es a lo que siempre nos hemos opuesto porque consideramos que la
nueva misa es peligrosa y por lo tanto mala, porque se la hizo dentro del
espíritu ecuménico, disminuye la fe de los fieles y termina por darles un
espíritu protestante.
Por
esta razón estamos muy desolados de ver que algunos sacerdotes
han creído que deben aceptar y decir que la nueva misa es tan válida
como la antigua, para poder decir la misa de siempre con toda la
seguridad y conformidad con los reglamentos de los obispos.
De
una manera general, desaconsejamos a los fieles asistir a las misas de estos
sacerdotes que han abandonado la lucha contra la nueva misa. Es muy
peligroso que un día ellos sean obligados por su obispo a celebrar
también la nueva misa, a celebrar las dos misas, y eventualmente concelebrar, a
aceptar dar la comunión en la mano o a decir la misa de cara al pueblo; cosas,
todas, que nos repugnan absolutamente y, por consecuencia, desaconsejamos a los
tradicionalistas a ir a las misas de estos sacerdotes.
Padre Emily:
En Canadá conocemos en particular a dos obispos que han dado el permiso a los
sacerdotes de celebrar la misa de San Pío V según las condiciones del indulto.
Monseñor Gregoire en Montreal, y Monseñor Plourde, del grupo Una Voce en
Ottawa. ¿Podría usted dar a nuestros fieles su consejo sobre la conducta a
seguir frente a estas misas celebradas bajo las condiciones del indulto?
Monseñor Lefebvre: Sí,
me he sorprendido al leer, en un folleto de Una Voce que me dieron en Ottawa,
la posición que ellos han adoptado. Es una posición muy ambigua y no es
conforme a la que defendemos y que los tradicionalistas siempre han defendido.
No decimos que la nueva misa sea herética, ni que sea inválida, pero nos
rehusamos a decir que sea legítima, que sea perfectamente
ortodoxa. Si bien los fieles se preguntan si deben asistir a estas misas que
ahora están autorizadas por los obispos, para nosotros es siempre la misma
consigna: pensamos que no hay que ir a esas misas porque es peligroso
afirmar que la misa nueva es tan válida como la tradicional. Poco a
poco estos sacerdotes que aceptan estas condiciones, tendrán las mismas
tendencias que aquellos que dicen la nueva misa y un día, quizá ellos mismos la
dirán y llevarán a nuestros tradicionalistas a la nueva misa.
Padre Emily:
Monseñor, esta firmeza de las directrices dadas a nuestros fieles en cuanto a
la asistencia a la santa misa, plantea ciertos problemas, al ver las enormes
distancias en este país del Canadá.
Mons. Lefebvre: Sí,
me doy perfectamente cuenta que el país es grande, inmenso, y que los fieles
tienen que algunas veces recorrer largas distancias para asistir el domingo a
una misa tradicional. Pero pienso que es mejor para estos fieles ir, si es
preciso, una sola vez al mes o hacer un sacrificio todos los domingos para ir a
la misa tradicional, la verdadera misa, que habituarse a la nueva misa o a una
misa antigua que está mezclada con ritos nuevos y que arriesga a ser un día, ni
más ni menos, la nueva misa.
Es
mejor permanecer fiel a la misa de siempre, en toda su integridad y, por
consecuencia, saber hacer una hora y media de camino, si es necesario, el
domingo para asistir a la misa. Cuantas personas en el mundo hacen una hora y
media o dos de camino para ir a su trabajo todos los días. Por lo que pienso
que el domingo, o al menos cada quince días, se puede hacer un esfuerzo para ir
a la misa tradicional, para ir a la verdadera misa, para tener la gracia de la
verdadera misa.
Tomada
de la Revista Tradición Católica n° 16 de marzo de 1986.