COMPENDIO
DE VERDADES OPORTUNAS QUE SE
OPONEN
A LOS ERRORES CONTEMPORÁNEOS
Mons.
Antonio de Castro Mayer
Sobre métodos de
apostolado
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FALSO
Es
necesario emplear la mayor energía contra los que se muestran intransigentes
en la defensa de la doctrina católica. No hay error más pernicioso que la
intransigencia de la verdad.
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VERDADERO
La
intransigencia es a la virtud lo que el instinto de conservación es a la
vida. Una virtud sin intransigencia o que odia la intransigencia, no existe,
o conserva apenas la exterioridad. Una fe sin intransigencia, o está muerta,
o sólo vive exteriormente, porque perdió el espíritu. Siendo la fe el
fundamento de la vida sobrenatural, la tolerancia en materia de fe es el
punto de partida para todos los males, especialmente para las herejías.
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Explanación
El
Bienaventurado Pío X ya señalaba como una de las características de los
modernistas una tolerancia extrema para con los enemigos de la Iglesia, y mucha
intolerancia contra los que defendían enérgicamente la ortodoxia. Hay de hecho
en esta actitud una flagrante incoherencia, pues los que sientan plaza de tolerar
todas las opiniones debían también tolerar a los que sostienen los derechos de
la intransigencia. Por otra parte, esta contradicción es común a todos los
herejes. Las diferentes sectas se unen cordialmente, cerrando los ojos a los
puntos divergentes, cuando se trata de atacar la intransigencia de la Iglesia
en materia de Fe. En esta actitud encontramos el criterio para juzgar de la
importancia singular que tiene para la vida de la Iglesia la intolerancia en
cuestiones doctrinales.
Es evidente que los excesos de la
intransigencia, precisamente por ser excesos, deben ser rechazados, pues todo
exceso es un mal. Importa no olvidar las sabias normas dictadas por la Santa
Sede en el Pontificado del Bienaventurado Pío X, con relación al modo de
corregir una u otra demasía de los valerosos polemistas católicos, empeñados en
combatir el error. Escribiendo al Eminentísimo Cardenal Ferrari, Arzobispo de
Milán, refiriéndose al periódico "La Riscossa", que se alarmaba por
la infiltración modernista en aquella Arquidiócesis, el Eminentísimo Cardenal
de Lai, Secretario de la Sagrada Congregación Consistorial, decía: "Todos
estos hechos explican el temor que ciertos buenos católicos sienten con
relación a su querida Diócesis, y levantan la voz para excitar a las armas. Tal
vez se excedan en el modo, pero en pleno combate, ¿quién podría censurar a los
defensores si no miden con precisión matemática sus golpes? Era la respuesta
que daba también San Jerónimo a los que le recriminaban por su ardor, muchas
veces impetuoso y áspero, contra los herejes y ateos de su tiempo. A este
propósito yo también diré otro tanto a Vuestra Eminencia, referente al ataque
de "La Riscossa". Que haya males por ahí (en Milán), después de los
hechos referidos, nadie lo podrá negar. No es, por tanto, ni se puede llamar
enteramente injusto el hecho de que algunos hayan levantado su voz. ¿Se
excedieron? Conviene entonces lamentarlo, pero no es absolutamente malo que
tocando a rebato hayan exagerado un poco el peligro. Siempre es preferible excederse
un poco al advertir el peligro que callarse y dejarlo crecer."
(Disquisitio, etc., págs. 156-7, apud Pensée Catholique, 23, pág. 84). ítem
ibidem: "A fin de cuentas, en el seno de una tan grande libertad de prensa
mala, entre los peligros que rodean a la Iglesia por todas partes, no parece
oportuno atar excesivamente las manos a los defensores, ni combatirlos o
desanimarlos por un pequeño descuido".
Y
el propio Santo Papa, al escribir el 12 de agosto de 1909 a Monseñor
Mistrángelo, Arzobispo de Florencia, acerca de una modificación ordenada en la
redacción del periódico "L'Unitá Cattolica", declaró: "Todo está
bien cuando se trata de respetar las personas, pero yo no querría que por el
amor de la paz se llegase a compromisos, y que para evitar odios se faltase a
la verdadera misión de "L'Unitá Cattolica", que consiste en velar por
los principios y ser el centinela avanzado que da la voz de alerta, aunque
fuese a la manera de los gansos del Capitolio, y que despierta a los
semidormidos. En este caso "L'Unitá" no tendría razón de
existir". (Disquisitio, pág. 107, apud Pensée Catholique, N. 23, pág. 84).