Este artículo desea responder a las actuaciones de
Mons. Fellay a propósito de su Declaración Doctrinal y al mismo tiempo... a
"La autoridad paralizada" de Monseñor Williamson.
Monseñor
Lefebvre fue sin duda un hombre suscitado por la Providencia para
enfrentar a la crisis de la Iglesia.
Él
respondió a esta misión con fidelidad y constancia heroicas.
Pero
a veces tuvo que cambiar de opinión, no en los principios, pero
cuando las circunstancias cambiantes le mostraban que, puesto
que la crisis de la iglesia empeoraba, no podía seguir considerando
a la iglesia "conciliar", como la iglesia "visible".
Hay
que recordar que Monseñor Lefebvre había crecido y se había formado en una
iglesia por así decirlo "normal" (algunos dirían “clásica”), y entonces
él siempre trató de mantener después del Concilio, incluso cuando fue
perseguido, la idea de la Iglesia como él la había conocido antes del
Concilio Vaticano II.
Pero
le tomará tiempo, especialmente hasta 1988, el año de las
consagraciones episcopales, para convencerse de que él tenía que ver ahora con
una "contra-iglesia," con "anticristos," y que en
consecuencia ya no podía tener confianza en las autoridades conciliares.
Igualmente
Mons. Lefebvre, como a veces sucede con los santos, aprendió a ver la mano de
Dios en los acontecimientos y entonces corrigió sus errores o sus
equivocaciones.
Por
lo tanto, si señalamos aquí algunos hechos de su vida en los cuales a veces se
equivocó o cambió de opinión, no es para menospreciarlo o para criticarlo,
sino para mostrar que no siempre es fácil tomar decisiones prácticas cuando las
circunstancias cambian.
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A finales de los años sesenta, Mons. Lefebvre pensaba que no era su deber
fundar una congregación religiosa y más bien alentó a los seminaristas tradicionales
a resistir dentro de sus seminarios, pero eso resultó imposible y entonces cambió
de opinión y prefirió reunirlos en Friburgo (Suiza).
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A comienzos de la Fraternidad, Mons. Lefebvre pensaba que sus sacerdotes serían
recibidos por obispos conservadores en sus diócesis, y que ayudarían en las
parroquias, pero cambió de opinión porque ningún obispo los
aceptó, y entonces abandonó esa idea.
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A comienzos del seminario, Mons. Lefebvre pensaba que, para la formación de los
seminaristas, la Universidad de Friburgo (Suiza) era todavía buena y los envió
a estudiar allí, pero cambió de opinión, porque esta
universidad también se vio afectada por los cambios conciliares y decidió
formarlos él mismo creando su propio seminario.
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Puesto que al comienzo de la Fraternidad uno o dos obispos aceptaron por
amistad de incardinar a algunos de los miembros, Mons. Lefebvre creía que otros
obispos también lo harían, pero se equivocó, porque una vez que
Roma hizo presión sobre ellos, ningún obispo accedió a hacerlo, y él
decidió incardinar en la Hermandad.
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Mons. Lefebvre pensaba al principio de Ecône que Mons. Adam, el obispo de Sion
(Suiza), gracias a su amistad personal, apoyaría al seminario de Ecône hasta el
final, pero se equivocó, porque una vez que Mons. Lefebvre y la
Fraternidad fueron condenados en 1975 y 1976, Mons. Adam los abandonó, y
entonces Mons. Lefebvre no buscó más el apoyo de ningún obispo
diocesano.
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Mons. Lefebvre, cuando la Fraternidad fue suprimida injustamente en 1975,
interpuso un recurso canónico a Roma, con la esperanza de que se pudiera hacer
justicia, pero él se equivocó, puesto que su recurso fue bloqueado
y nadie lo apoyó en Roma, entonces abandonó la idea...
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Mons. Lefebvre pensaba a principios de los años setenta, que sus seminaristas
aún podían asistir, durante sus vacaciones, a la nueva Misa celebrada por
sacerdotes conservadores, pero cambió de opinión, porque
finalmente se dio cuenta de que era un error y más tarde desaconsejaba
siempre la asistencia a todo el mundo.
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Mons. Lefebvre siempre evitó ser condenado por Roma, y, a veces pensaba que no
sería nunca condenado, pero se equivocó porque Roma lo sancionó
dos veces, en 1976 y 1988, pero él no hizo ningún caso de estas
"condenaciones," porque eran inválidas, al venir de la iglesia
conciliar.
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Mons. Lefebvre envió cartas a algunos cardenales, algunas de ellas públicas y
con Monseñor de Castro Mayer, con la esperanza de que algunos de ellos los
apoyarían en su lucha contra los errores modernos, pero se equivocó,
porque ninguno lo apoyó, y entonces no les escribió más después de las
consagraciones de obispos.
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Mons. Lefebvre a menudo aceptó ir, escribir y hablar con Roma, con la esperanza
de que llegaría tal vez a convencer a las autoridades, incluso a los papas, de
que cambiaran, o que al menos ellos entenderían las causas de la crisis de la
Iglesia, pero se equivocó, y después de las consagraciones de
obispos nunca más buscó contactarlos, limitándose a esperar la
conversión de Roma.
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Mons. Lefebvre al principio no repetía las confirmaciones hechas por obispos
modernistas, pero después cambió de opinión, y no dudaba en
repetirlas sub-condición, porque consideraba que algunas eran dudosas.
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Mons. Lefebvre al principio no reordenaba sub-condición a los sacerdotes
ordenados con el nuevo rito, pero cambió de opinión y, sin
imponerlo a todos los sacerdotes, lo hacía de buena gana.
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Mons. Lefebvre en un comienzo aceptaba las anulaciones de matrimonios hechas
por los tribunales canónicos conciliares, pero cambió de opinión, y
entonces decidió abrir una Comisión canónica y establecer
los Tribunales de la substitución de la Fraternidad para tratar las causas de
nulidad del matrimonio.
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Mons. Lefebvre escribió al final de su libro "Carta abierta a los
católicos perplejos," que él no tenía la intención de consagrar
obispos, pero cambió de opinión, sobre todo después del escándalo
de Asís en 1986, y entonces decidió consagrar obispos en 1988 para llevar a
cabo la "Operación Supervivencia" de la Tradición.
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Mons. Lefebvre pensaba hasta 1988 que se podía llegar a un acuerdo práctico con
las autoridades de Roma, confiando en la honestidad de ellos y sin hacer
concesiones, pero cambió de opinión, porque el Card. Ratzinger
quería sólo engañarlo y por lo tanto llevar a la Fraternidad a entregarse a la
Iglesia conciliar; y entonces hasta su muerte nunca más ensayará este
camino, esperando solamente que Roma se convierta.
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Mons. Lefebvre decía que no había querido fundar la Fraternidad sin la
autorización "oficial" para que sea una “obra de Iglesia" y, sin
embargo, cambió de opinión, y no sólo no dudó en continuar
con esta obra a pesar de su "supresión oficial", sino que además alentó
a otras comunidades tradicionales en sus fundaciones, a pesar de que
estaban "en ruptura" con sus Órdenes respectivas (Dominicos,
Capuchinos, Benedictinos) y diciendo que ellas hubieran sido aprobadas por la
Iglesia en tiempos normales.
Algunos
quisieran establecer un paralelo entre Mons. Lefebvre y Mons. Fellay cuando
dicen que ambos cambiaron en función de las circunstancias, y que
no hay nada de malo en que este último haya buscado en los últimos años un
acuerdo práctico con Roma.
Este
paralelo no es sino aparente... porque estos dos obispos actuaron
de manera totalmente opuesta.
No
hay nada más detestable en un superior religioso que ver que él no saca
las lecciones de los acontecimientos y que se niega a retractarse de sus
errores.
Mons.
Lefebvre siempre
mostró una gran HUMILDAD al "cambiar de rumbo"
cuando era necesario, porque él no buscaba su propio interés, sino el bien
común de la Fraternidad y de la Iglesia, como hemos visto en los
hechos anteriores. Él también aceptaba escuchar los consejos de los
suyos, y a veces cambiaba su opinión si no conseguía el consenso
sobre puntos esenciales.
Por
el contrario, Mons. Fellay dijo públicamente que buscaría un
acuerdo práctico con Roma, aun a riesgo de sacrificar "el bien
común de la Fraternidad," y se negó a escuchar a sus tres
hermanos en el episcopado y a muchos sacerdotes de la Tradición, que le
desaconsejaban hacer un acuerdo práctico con Roma en 2012.
Un
segundo aspecto es que si Mons. Lefebvre cambiaba de opinión, era para hacer su
posición más firme, porque como la iglesia conciliar empeoraba,
o mostraba sus verdaderas intenciones, había que "endurecer"
nuestras posiciones.
En
cambio, Mons. Fellay, para agradar a Roma, quiso manipular a todo el mundo
tratando de hacer creer que la situación en la iglesia conciliar estaba “mejorando,” para
justificar así un acuerdo práctico con Roma.
Por
último, y es lo más importante, Mons. Lefebvre nunca
cedió en los principios, mientras que la Declaración Doctrinal
del 15 de abril de 2012 de Mons. Fellay es una prueba abrumadora en su
contra, que muestra claramente que cedió en principios doctrinales, al
aceptar las peores doctrinas del Concilio Vaticano II (colegialidad, ecumenismo
y libertad religiosa), al reconocer la "legitimidad" de
la nueva Misa y al prometer seguir el nuevo Código de Derecho Canónico.
Y
el colmo es que Mons. Fellay continúa manipulando a “su gente,” al afirmar que "retiró" su
Declaración Doctrinal.
Esto
no es suficiente para reparar el daño que ha hecho con su Declaración porque ¡"retirar"
un documento no es "retractarlo"!
Y
sobre todo no es suficiente, ya que da como razón para retirar su Declaración
la "oposición" que encontró en las filas de la
Tradición, ¡y no a causa de los errores doctrinales intrínsecos del
documento!
Pelayo Asturiense