“Evitemos las tomas de posición extremas que no
corresponden a la realidad sino a a prioris, que perturban las conciencias sin
ilustrarlas. Evitemos el celo amargo que condena San Pío X en su primera
encíclica (…) Nos es imposible aprobar la actitud de los que sólo tienen
palabras amargas para su prójimo, juzgándolo temerariamente y sembrando así la
división entre los que sostienen un mismo combate.
Es también cierto que no podemos comprender a los
que irritan y disuelven las energías morales y espirituales minimizando la
importancia de la oración, de la verdadera devoción a la Santísima Virgen,
decayendo en el combate espiritual, siempre listos para compromisos, prefiriendo
agradar al hombre más que a Dios. Ellos no son herederos de los mártires;
prefieren sacrificar la verdad y a Nuestro Señor antes que desagradar a los
perseguidores, sobre todo si estos son dignatarios de la Iglesia”.
Monseñor Marcel Lefebvre
(Revista Iesus Christus
N° 106).