Mártires argentinos del terrorismo: Carlos Alberto
Sacheri, Jordán Bruno Genta, Raúl Alberto Amelong
En
los años que precedieron al golpe de Estado, montoneros y revolucionarios se
cebaron con los líderes y pensadores católicos.
Carmelo López-Arias
Religión en Libertad
La
elección de Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice ha puesto de actualidad
los dramáticos años que vivió Argentina durante la década de los setenta, con
el regreso de Juan Domingo Perón, la brutal escalada terrorista, la muerte del
general y la presidencia de su esposa, el golpe de Estado y las Juntas
Militares.
Un
episodio poco conocido fuera del país -e incluso silenciado en él- es el
sistemático asesinato por parte de grupos terroristas de personalidades
católicas de referencia que destacaban, precisamente en cuanto católicas, por
su anticomunismo ("intrínsecamente perverso", según la definición de
Pío XI en la encíclica Divini Redemptoris de 1937).
De
entre esas personas que murieron por su fe destacan tres nombres que se han
recordado estos días en el país hermano, rescatándolas del olvido en el que
cayeron por conveniencia política.
Uno de los grandes tomistas argentinos
Carlos
Alberto Sacheri (1933-1974), licenciado en Derecho por la Universidad de Buenos
Aires y doctor en Filosofía por la Universidad Laval de Québec (Canadá), fue
profesor en esta última desde 1967 hasta que regresó a Argentina para hacerse
cargo de las cátedras de Filosofía y de Historia de la Ideas filosóficas en la
Universidad de Buenos Aires y de Metodología Científica y Filosofía Social en
la Universidad Católica Argentina. Encuadrado en la importante e influyente
escuela tomista de aquel país, escribió poco antes de su muerte una celebrada
obra sobre El orden natural, considerada una de las mejores síntesis modernas
de la filosofía moral y política del Aquinatense.
"El
análisis de la persona humana y de sus cualidades o propiedades esenciales nos
lleva espontáneamente al reconocimiento de un ordenamiento natural, expresión
de una sabiduría divina, que ha de servir de base al orden social, determinando
las normas éticas básicas que lo expresan en el plano de la conducta humana...
De allí surge el concepto clásico del derecho natural como aquello que es
debido al hombre en virtud de su esencia, con sus tres notas de universalidad,
pues rige para todos los hombres y todos los tiempos; de inmutabilidad, pues
escapa en sus normas primeras a las contingencias geográficas, históricas y
culturales, y de cognoscibilidad, en razón de ser captado espontáneamente por
la conciencia moral de los individuos", explicaba Sacheri (pinche aquí
para un artículo resumen de su filosofía social basada en Santo Tomás de
Aquino).
Sacheri
se posicionó firmemente contra la teología de la liberación y contra la
corriente que, en aquellos años, convirtió a muchos sacerdotes y religiosos en
apóstoles, de facto, del marxismo, lo cual denunció en su libro de 1971 La
Iglesia clandestina. Él, por el contrario, según afirmó Ricardo von Büren en el
Congreso Tomista Internacional celebrado en Roma en 2003, asimiló el magisterio
pontificio "hasta revelar un dominio acabado de la Doctrina Social de la
Iglesia, de la que es un fino conocedor e intérprete, pudiendo ser considerado
como uno de sus más importantes difusores en la Argentina".
El
domingo 22 de diciembre de 1974, cuando salía de misa, fue asesinado por
terroristas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en presencia de su
mujer y de sus siete hijos, el mayor de 14 años, la pequeña de dos. Le
dispararon en la cabeza cuando conducía el coche familiar volviendo a casa
desde la catedral de San Isidro (provincia de Buenos Aires). Tenía 41 años y la
Iglesia argentina perdió uno de sus pensadores laicos más relevantes.
Bautizado a los 31, Primera Comunión a los 43
Sus
asesinos (el ERP) fueron los mismos que habían acabado semanas antes, y en
circunstancias parecidas, con la vida de otro intelectual católico, Jordán
Bruno Genta(1909-1974). También en presencia de su familia. En su caso, no al
volver, sino cuando se dirigía a misa, un domingo por la mañana, el 27 de
octubre de 1974. Recibió once impactos de bala.
La
trayectoria vital de Genta era muy distinta a la de Sacheri. Su padre era ateo
y anticlerical, y no bautizó a ninguno de los tres hermanos. Su madre murió de
una enfermedad cardiaca cuando ellos eran pequeños. Así que se criaron sin
ningún tipo de formación religiosa, y cuando Jordán ingresó en la Facultad de
Filosofía y Letras, enseguida se decantó por la ideología marxista. En 1934 se
casó por lo civil con María Lilia Losada, de padres españoles, y al poco tiempo
al joven filósofo le diagnosticaron tuberculosis.
Para
curarse de ella se trasladaron a la sierra de Córdoba, donde Genta empezó a
meditar los clásicos, en particular Platón y Aristóteles, sin el prisma del
materialismo histórico. En 1935, ya curado, fueron a vivir a Paraná, donde se
desempeñaba como profesor en la Universidad Nacional del Litoral. Allí conoció
la obra de Jacques Maritain y, por su medio, la de Santo Tomás de Aquino, que
había estado ausente de su formación académica.
También
traba una amistad, que será decisiva, con Juan Ramón Álvarez Prado, profesor en
el seminario diocesano, con quien empieza a debatir sobre el catolicismo y a
descubrirlo desde el punto de vista intelectual. Tras años intensificando sus
contactos con el clero local, Genta se bautizó en 1940 y ese mismo día contrajo
matrimonio religioso con su esposa.
Luego
se convertiría en rector interventor de la institución donde impartía docencia,
en la cual se convertiría en bestia negra de la izquierda radical, quien
concibió un odio contra él que le llevaría a la muerte treinta años después.
Aunque
políticamente nacionalista, se opuso al gobierno de Juan Domingo Perón y fue
depurado, montando en su casa una cátedra libre de enseñanza, hasta su
reintegración a la normalidad académica tras la revolución de 1955. Y llegó a
ser rector el Instituto Nacional del Profesorado. Para entonces también había
concluido su conversión al catolicismo, pero no fue hasta 1952 que hizo su
Primera Comunión, con 43 años.
Completamente
volcado en la profundización de su fe, en 1960 escribió una de sus obras más
conocidas, Libre examen y comunismo, donde ahonda en las raíces últimas del
marxismo, en el fondo, decía, "una cuestión religiosa". Los debates
políticos eran, en su perspectiva, siempre reductibles a un principio
metafísico: "Somos católicos y queremos serlo en todo, en el pensamiento,
en la decisión, en los afectos, en las pasiones, en las preferencias, lo mismo
en la conducta pública que en la privada".
Y
en consonancia con la tradición filosófica cristiana, propugnaba una jerarquía
de los saberes coronada por la fe. "Lo que necesita un pueblo es Teología
y Metafísica, sobre todo cuando es un pueblo que procede de la Civilización de
Cristo, de los griegos y de los romanos. Nada más": así concluyó una
conferencia el 27 de octubre de 1974. A la mañana siguiente caía acribillado.
Los terroristas sabían a quién mataban.
Un hombre de acción: de Acción Católica
Raúl
Alberto Amelong (1922-1975) corrió la misma suerte el mes de junio siguiente.
Con una escenificación parecida. Siempre para mayor crueldad, en presencia de
los suyos. Era un alto directivo de Acindar, la poderosa Industria Argentina
del Acero. Trasladaba al colegio a su hija, de 17 años, y a un amiga de la
joven, cuando cuatro jóvenes se bajaron de un vehículo y descargaron sus armas
sobre él. Recibió diez tiros, y uno de ellos hirió en la pierna a la pequeña
Inés. Otros nueve hijos recibieron en casa la noticia de que habían perdido a
su padre. Fue el 4 de junio de 1975.
De
honda religiosidad, confiaba su seguridad a la Divina Providencia, a pesar de
que estaba en riesgo de atentados en una época de impunidad del terrorismo. De
hecho su asesinato, reivindicado por los montoneros, nunca llegó a los tribunales.
"Si un día me toca morir de forma violenta, rogaré a Dios para que perdone
a los asesinos", decía.
Amelong
no era un hombre de pensamiento como Sacheri o Genta, sino un empresario, pero
no por ello menos comprometido en la militancia católica. Como ellos, se
confesaba tomista: "Pero me falta mucho por saber", admitía con
humildad. Fundó la Acción Católica en Rosario y fue uno de sus dirigentes en
Villa Constitución, y financió la construcción de diversos templos. Tanto se
comprometió con la Iglesia, que a pesar de su elevada posición vivió siempre
modestamente y sólo pocos días antes de su muerte, a los 53 años, pudo
proclamar victoriosamente a su mujer: "Hemos terminado de pagar todas
nuestras deudas".
Su
esposa recordó su religiosidad tras su asesinato: "Raúl empezó durante el
noviazgo a ahondar mi fe y a llenar los huecos que había en mi práctica
religiosa”. Fruto de esa devoción fueron las tres vocaciones que surgieron
entre sus hijos: un sacerdote y dos religiosas.
La
Iglesia argentina tuvo otros mártires del terrorismo marxista en aquellos años,
pero valgan estos tres como muestra, sobre todo porque el magisterio
intelectual de los dos primeros ha permanecido vivo.