miércoles, 26 de junio de 2013

VERDADES OPORTUNAS QUE SE OPONEN A LOS ERRORES CONTEMPORÁNEOS


COMPENDIO DE VERDADES OPORTUNAS QUE SE
OPONEN A LOS ERRORES CONTEMPORÁNEOS

Mons. Antonio de Castro Mayer



Sobre métodos de apostolado


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FALSO               
Es necesario emplear la mayor energía contra los que se muestran intransigentes en la defensa de la doctrina católica. No hay error más pernicioso que la intransigencia de la verdad.

VERDADERO
La intransigencia es a la virtud lo que el instinto de conservación es a la vida. Una virtud sin intransigencia o que odia la intransigencia, no existe, o conserva apenas la exterioridad. Una fe sin intransigencia, o está muerta, o sólo vive exteriormente, porque perdió el espíritu. Siendo la fe el fundamento de la vida sobrenatural, la tolerancia en materia de fe es el punto de partida para todos los males, especialmente para las herejías.


Explanación
El Bienaventurado Pío X ya señalaba como una de las características de los modernistas una tolerancia extrema para con los enemigos de la Iglesia, y mucha intolerancia contra los que defendían enérgicamente la ortodoxia. Hay de hecho en esta actitud una flagrante incoherencia, pues los que sientan plaza de tolerar todas las opiniones debían también tolerar a los que sostienen los derechos de la intransigencia. Por otra parte, esta contradicción es común a todos los herejes. Las diferentes sectas se unen cordialmente, cerrando los ojos a los puntos divergentes, cuando se trata de atacar la intransigencia de la Iglesia en materia de Fe. En esta actitud encontramos el criterio para juzgar de la importancia singular que tiene para la vida de la Iglesia la intolerancia en cuestiones doctrinales.
   Es evidente que los excesos de la intransigencia, precisamente por ser excesos, deben ser rechazados, pues todo exceso es un mal. Importa no olvidar las sabias normas dictadas por la Santa Sede en el Pontificado del Bienaventurado Pío X, con relación al modo de corregir una u otra demasía de los valerosos polemistas católicos, empeñados en combatir el error. Escribiendo al Eminentísimo Cardenal Ferrari, Arzobispo de Milán, refiriéndose al periódico "La Riscossa", que se alarmaba por la infiltración modernista en aquella Arquidiócesis, el Eminentísimo Cardenal de Lai, Secretario de la Sagrada Congregación Consistorial, decía: "Todos estos hechos explican el temor que ciertos buenos católicos sienten con relación a su querida Diócesis, y levantan la voz para excitar a las armas. Tal vez se excedan en el modo, pero en pleno combate, ¿quién podría censurar a los defensores si no miden con precisión matemática sus golpes? Era la respuesta que daba también San Jerónimo a los que le recriminaban por su ardor, muchas veces impetuoso y áspero, contra los herejes y ateos de su tiempo. A este propósito yo también diré otro tanto a Vuestra Eminencia, referente al ataque de "La Riscossa". Que haya males por ahí (en Milán), después de los hechos referidos, nadie lo podrá negar. No es, por tanto, ni se puede llamar enteramente injusto el hecho de que algunos hayan levantado su voz. ¿Se excedieron? Conviene entonces lamentarlo, pero no es absolutamente malo que tocando a rebato hayan exagerado un poco el peligro. Siempre es preferible excederse un poco al advertir el peligro que callarse y dejarlo crecer." (Disquisitio, etc., págs. 156-7, apud Pensée Catholique, 23, pág. 84). ítem ibidem: "A fin de cuentas, en el seno de una tan grande libertad de prensa mala, entre los peligros que rodean a la Iglesia por todas partes, no parece oportuno atar excesivamente las manos a los defensores, ni combatirlos o desanimarlos por un pequeño descuido".
Y el propio Santo Papa, al escribir el 12 de agosto de 1909 a Monseñor Mistrángelo, Arzobispo de Florencia, acerca de una modificación ordenada en la redacción del periódico "L'Unitá Cattolica", declaró: "Todo está bien cuando se trata de respetar las personas, pero yo no querría que por el amor de la paz se llegase a compromisos, y que para evitar odios se faltase a la verdadera misión de "L'Unitá Cattolica", que consiste en velar por los principios y ser el centinela avanzado que da la voz de alerta, aunque fuese a la manera de los gansos del Capitolio, y que despierta a los semidormidos. En este caso "L'Unitá" no tendría razón de existir". (Disquisitio, pág. 107, apud Pensée Catholique, N. 23, pág. 84).