Dado que celebramos hoy la solemnidad de la Asunción
de la Santísima Virgen María, diremos algo acerca del santo Rosario.
Se relata en el libro del Éxodo (17, 8-13) la
primera batalla que tuvieron que librar los hebreos después de la salida de
Egipto: Y vino Amalec y combatió con
Israel en Rafidim. Y Moisés dijo a Josué: "Escoge hombres, y sal a pelear
contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cumbre de la colina con la vara de
Dios en mi mano. E hizo Josué como le dijo Moisés, y combatió con Amalec; y
Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre de la colina. Y sucedió que mientras
Moisés tenía en alto su mano, Israel prevalecía; y cuando bajaba la mano,
prevalecía Amalec. Pero las manos de Moisés se le cansaban. Entonces (…) Aarón
y Hur le sostenían las manos, uno de un lado y otro del otro. Así estuvieron
sus manos firmes hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su
pueblo a filo de espada.
La mano levantada de Moisés significa la oración. El
resultado de la batalla no dependía
tanto del valor de los soldados de Josué como de la oración de Moisés, que
debía mantener los brazos en cruz sobre esa colina, como Cristo en aquella otra
del Calvario. Moisés es la oración y Josué es la acción. Si queremos dar el buen combate por la fe, que es la acción en que
estamos empeñados los que formamos parte de la Resistencia, debemos orar y
mucho. Debemos sostener en alto las manos de Moisés por medio de nuestros
Rosarios.
El intento actual de las autoridades de la FSSPX es alcanzar
la paz con los amalecitas, con los enemigos que deben ser combatidos. Se
entibió el santo amor a la verdad y se entibió el santo odio al error. Por eso
se ha renunciado al principio de que no puede haber acuerdo práctico sin previa
conversión de Roma, reemplazándolo por seis condiciones para someter la
Fraternidad al poder de los liberales destructores de la fe. ¿Cómo se ha
llegado a este desastre? La actual crisis
de la Tradición se debe quizá a la falta de oración y del necesario
complemento de ésta, la mortificación. Recemos nosotros, entonces, muchos
Rosarios. Pero para no ser fariseos que combaten por la fe olvidándose de la
caridad, tengamos siempre presente aquella otra guerra que es el primer deber
de cada uno de nosotros: la batalla que cada cual libra contra sí mismo por su
alma. Si queremos ganar la guerra por
nuestras almas, debemos orar y mucho. El
que ora se salva y el que no ora se condena, decía San Alfonso. Y
agregamos: el que ora mucho se santifica y salva a muchos. Recemos muchos
Rosarios.
Dice la Hna. Lucía de Fátima: Después de la oración litúrgica
del Santo Sacrificio de la Misa, la oración del Santo Rosario es la más
agradable que podemos ofrecer a Dios y la de mayor provecho para nuestras almas. Si así no fuese,
Nuestra Señora no la habría recomendado con tanta insistencia (“Llamadas
del Mensaje de Fátima"). No siempre podemos asistir a la Misa, pero
siempre podemos rezar el Rosario.
San Luis María Grignión de Montfort afirma que la Santísima Virgen reveló que es señal probable de condenación tener
negligencia, tibieza y aversión al Avemaría; y que los que -por el contrario-
sienten devoción a esta oración poseen una gran señal de predestinación. Siempre se ha observado -agrega- que los que llevan la señal de la
condenación como los herejes, impíos, orgullosos y mundanos; odian y desprecian
el Avemaría y el Rosario. No tengo mejor secreto para conocer si una persona es
de Dios, que observar si gusta de rezar el Rosario.
En Fátima, el ángel de Portugal dijo: ¡Rezad!
¡Rezad mucho! Los corazones de
Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. ¡Ofreced
constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo! Nuestra Señora reiteradamente
en esas apariciones instó al rezo del Rosario, como cuando dijo: Rezad,
rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Muchas almas se condenan porque
no hay quién rece y haga sacrificios por ellas. Y en la última
aparición, el 13 de octubre de 1917, dijo Nuestra Madre: Yo soy la Virgen del Rosario. Deseo que en este sitio me construyan un
templo y que recen todos los días el
Santo Rosario. Debemos, entonces, rezar mucho Rosarios.
Ahora bien, en portugués la palabra “Rosario” significa
el Rosario completo, con sus 3 coronas, con sus 15 misterios. Para designar la
tercera parte o una corona del Rosario (5 misterios o decenas), la gente de
habla portuguesa dice “terço”, es decir, “tercio”. Según esto, parece ser que
el Cielo quiere que idealmente recemos
el Rosario completo, como se hacía en tiempos de mayor fervor. El que reza cada
día al menos una tercera parte del Rosario es un verdadero devoto e hijo de
María y hace mucho bien, pero el que reza los 15 misterios demuestra mayor
devoción, mayor amor, reza mucho y hace un bien inmenso. Ánimo porque es
posible: podemos rezar el Rosario por partes a lo largo del día, yendo y
viniendo entre la casa y el lugar de trabajo o estudio, en el automóvil (en lugar
de oír la radio), mientras se cocina, se cose o se barre, llevando la cuenta de
modo mental. Es posible organizarse de manera que al final del día hayamos
rezado los 15 misterios. Como sea, una cosa es cierta: nunca nos arrepentiremos de haber rezado más Rosarios; al contrario,
nos alegraremos de eso eternamente.
Dice San Luis María Grignón de Montfort que el Rosario
se compone de tres coronas de cinco decenas cada uno, con el fin: 1° de honrar a las tres
personas de la Santísima Trinidad; 2° de honrar la vida, muerte y gloria de
Jesucristo; 3° de imitar a la iglesia triunfante, ayudar a la peregrinante y
aliviar a la paciente; 4° de imitar las tres partes del salterio, la primera de
las cuales mira a la vía purgativa; la segunda, a la vía iluminativa; la
tercera, a la vía unitiva; 5° de colmarnos de gracia durante la vida, de paz en
la hora de la muerte y de gloria en la eternidad. Y
agrega el santo: os ruego, pues, con la mayor insistencia y por el amor que os profeso
en Jesús y María, que recéis… si
tenéis tiempo, los quince misterios todos los días. A la hora de la muerte
bendeciréis el día y hora en que aceptasteis mi consejo. Y, después de haber
sembrado en las bendiciones de Jesús y de María, cosecharéis las bendiciones
eternas.
Recemos muchos Rosarios. Santo Domingo exorcizó una
vez a un hereje poseso por 15.000 demonios. Ellos, obligados a responder las
preguntas del santo, confesaron, muy a su pesar, lo siguiente: nadie
que persevere en el rezo del Rosario se condenará.
Y oigan esta promesa impresionante. Dice san Luis M.
G. de Montfort: créanme que recibirán la corona que no se marchitará
jamás (se salvarán) si se mantienen fieles en rezar (el
Rosario) devotamente hasta la muerte…
No obstante la enormidad de sus pecados,
aunque estuvieran ya al borde del abismo… se convertirán tarde o temprano y se salvarán, siempre que, lo repito,
recen devotamente, todos los días hasta la muerte, el Santo Rosario con el fin
de conocer la verdad y alcanzar la contrición y perdón de los pecados.
Y termino con una asombrosa cita de Sor Lucía: En
estos últimos tiempos en que vivimos, la Santísima Virgen dio una eficacia
nueva a la oración del Santo Rosario; de tal modo que no hay ningún problema,
por muy difícil que sea, temporal o sobre todo espiritual, en la vida personal
o familiar, o en la vida de los pueblos y de las naciones, que no se pueda
resolver a través del Rosario. Con el santo Rosario nos salvaremos,
consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas.
Estimados fieles: recemos muchos Rosarios. Empuñemos cada día esa arma divina, milagrosa
y todopoderosa que es el Santo Rosario.