Por el Padre Leonardo Castellani
...Mis
amigos, mientras quede algo por salvar,
con calma, con paz, con prudencia, con reflexión, con firmeza, con imploración
de la luz divina, hay que hacer lo que
se pueda por salvarlo. Cuando ya no quede nada por salvar, siempre y
todavía hay que salvar el alma.
(¿Qué me importa a mí
de vuestros cines, de vuestros teatros, de vuestras fiestas, de vuestros
homenajes, de vuestras revistas, de vuestros diarios, de vuestras radios, de
vuestras milongas, de vuestras universidades, de vuestros negocios, de vuestras
politiquerías, de vuestros amores, de vuestros discursos, oh rumiantes.
Oh rumiantes de
diarios, empachados de cine y ebrios de palabrerías.
Dentro de pocos años os
espero en la Chacarita.)
Es
muy posible que bajo la presión de las plagas que están cayendo sobre el mundo,
y de esa nueva falsificación del catolicismo que aludí arriba, la contextura
de la cristiandad occidental se siga deshaciendo en tal forma que dentro de
poco no haya nada que hacer, para un verdadero cristiano, en el orden de la
cosa pública.
Ahora,
la voz de orden es atenerse al mensaje esencial del cristianismo: huir del mundo, creer en Cristo, hacer todo
el bien que se pueda, desapegarse de las cosas criadas, guardarse de los
falsos profetas, recordar la muerte. En una palabra, dar con la vida
testimonio de la Verdad y desear la vuelta de Cristo.
En
medio de este batifondo, tenemos que hacer nuestra salvación cuidadosamente, al
modo que el artista con los materiales a su alrededor hace su obra, adentro de
sí mismo primeramente. No hay nada que no pueda servir, si uno es capaz de
pisarlo, para hacer escala a Dios.
..
.Ni con el juicio oral, ni con el juicio político, ni con la Suprema Corte van
a curar nada, mientras los argentinos de hoy seamos lo que somos, esencialmente
descangayados, mientras perdure el desorden y el histerismo actual y la gran
maquinaria invisible de ese desorden y ese histerismo, vigilada celosamente
por el Ángel de las Tinieblas.
Pero
eso sí, que no pongan sobre esa maquinaria, ni sobre lo que es puramente
terreno (como Sarmiento, Chapultepec y la democracia), que todo es mortal y
contaminado, ni a la persona de Cristo, ni su Nombre, ni su Corazón, ni la imagen
inviolable de la Mujer que fue su Madre. Con
esto sí que no hay reconciliación. Contra esto hay guerra perpetua. Mientras yo
tenga vida, mi función (y para eso me alimenta el pueblo cristiano) es luchar
contra el error religioso, la mentira m el plano de lo sacro y el Padre de la
Mentira. Sin eso, no puedo salvar mi alma, ni me es lícito dormir, ni comer
siquiera.
Yo
no sé de cierto si estamos o no cerca del fin del siglo, tal como estoy cierto
que yo estoy cerca de dejar pronto este encantador Siglo Veinte. Pero lo
sospecho. Y lo deseo. El fin del siglo es el retomo de Cristo. Para ver el retorno de Cristo vale la pena
pagar la entrada.
Cristo anunció que esa
entrada no sería barata. Pero que valía la pena.
Veni, Dómine Jesu.
Villa
Devoto, 24 de febrero de 1945.
(Patria
Argentina Nº 266, Mayo de 2010).