Estamos
a fines del 2005 y la Revista oficial de la FSSPX del Distrito América del Sur
publica, en su Nº 102, dos artículos del Padre Pablo Suárez, uno de ellos
titulado “EL VALOR DE LA COHERENCIA”. El mismo, más allá del valor intrínseco
de su contenido, sirve para ilustrar la volatilidad de las palabras, cuando las
mismas no se sustentan luego en los hechos concretos. Esto que decimos con
temor y temblor esperamos que sirva para comprender que la coherencia, más que
pregonarla, hay que vivirla, aunque ello implique –y va de suyo que al tratarse
de cristianismo es así- la contrariedad, la persecución o el rechazo, aun de
aquellos que parecían ser nuestros compañeros de lucha. Coherencia es un bien que
se extingue en la actual Neo FSSPX.
No
somos doctos ni tenemos títulos, y sabemos que esos logros acreditados muchas
veces pueden ser un gran obstáculo para el sentido común del católico que a pie
y desde el llano, tiende a mirar dos veces las cosas, sin estar seguro de sí
mismo. Decimos esto porque quienes han pisoteado la coherencia han sido
justamente los encargados de enseñarnos a los fieles lo que, tal vez, olvidaron
que no sólo se enseña con los escritos en revistas o boletines, sino también
con el ejemplo de vida.
El
artículo de marras, muy bien escrito –un poco complicado y falto de vigor para
nuestro gusto-, está dedicado a demostrar cómo los hombres modernos –en
especial dentro de la Nueva Iglesia- niegan los principios más elementales
sobre los cuales descansa la realidad, de tal manera que su inteligencia viene
a estar, según palabras citadas de Marcel de Corte, “en peligro de muerte”. De
esa manera, el hombre manipula y distorsiona la realidad, negando –o intentando
negar y destruir- el principio de no contradicción.
Citemos
algunos pasajes:
“El
primer principio acerca de cualquier cosa traduce su condición más fundamental
y es que no puede ser contradictoria.
Una
casa, un perro, un hombre, es algo que “es”. En el mismo acto de aprehenderlo
viene subsumido qué implica su negación, el no-ser: si estoy ante un hombre,
éste no puede ser hombre y no ser hombre a la vez y en el mismo sentido.
Decimos
“a la vez” porque nada impide, por ejemplo, que ese hombre antes haya sido un
niño y ahora un adulto, supuesto en el cual abordo al hombre en dos momentos
diferentes. Y agregamos “en el mismo sentido”, porque esa persona madura puede
ser experta en ciertos temas, no así en otros”.
Otros
párrafos:
“Mientras
no haya estudiado un mínimo de matemática, puedo decir que un hombre no sabe
multiplicar. Después que lo ha aprendido, puedo sostener que sí sabe hacerlo.
Ahora bien, en este caso, no puedo afirmar que “Juan sabe multiplicar” y “Juan
no sabe multiplicar”, pretendiendo que las dos cosas son verdaderas al
mismo tiempo en ese preciso sentido.
Tan
elemental es esto, que el principio de no contradicción –ontológica o
lógicamente considerado- no cabe demostrarse. Así es de evidente”.
“Si
nada tiene una naturaleza estable intrínsecamente sino que todo depende del
sentido que a su arbitrio los hombres le confieran, se comprende que carezca de
sentido hablar ni de ser o no ser, de verdad o de falsedad, de bien o de mal.
Destruido el orden ontológico, se destruye el lógico, y no se tardará mucho en
pasar a la destrucción del orden práctico o moral”.
“En
el orden psicológico esta negación genera una inmensa perplejidad a los ojos
del sentido común”.
Pasa
luego el P. Suárez a dar un excelente ejemplo, de cuando la iglesia conciliar
suspendió a divinis a un sacerdote
que “en el marco de un multitudinario congreso ecuménico celebrado en Berlín a
fines de mayo de ese año (2003) celebró una misa en la iglesia de Getsemaní, no
sólo invitando a los luteranos sino administrándoles también la Sagrada
Comunión”. Roma confirmó luego la sanción, estando entre los firmantes del
decreto el Cardenal Ratzinger. Pero, sin embargo, “escasos cuatro meses más
tarde, el Cardenal Decano del Sagrado Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger,
celebraba en la explanada de la basílica de San Pedro la misa de exequias del
difunto pontífice [Juan Pablo II]. Pues bien: el Hermano Roger estaba presente
y en momentos en que el Cardenal Ratzinger se disponía a distribuir la
comunión, se acercó a recibirla y la recibió”.
Agrega
el P. Suárez: “Éste no es, por cierto,
el único caso en el que puede señalarse una infracción a la no contradicción”.
Afirmación
que terminó resultando premonitoria de lo que iba a pasar en la FSSPX, y que
sería bueno que su autor la revisara.
Se
multiplican los casos de contradicción que ya no sólo son notoriamente visibles
en la iglesia conciliar, sino ahora en la Fraternidad conciliar.
Pero
esto el Padre Suárez no lo ve o si lo ve no ha escrito un artículo para
denunciarlo.
Uno
de los mayores ejemplos: el “levantamiento de las excomuniones” de los obispos
de la FSSPX.
“No puedo afirmar que
“Juan sabe multiplicar” y “Juan no sabe multiplicar”, pretendiendo que las dos
cosas son verdaderas al mismo tiempo en ese preciso sentido”, dice
el Padre Suárez. Pero sí puedo afirmar –parece- que “la excomunión era
inválida” y “la excomunión era válida” al mismo tiempo: para la FSSPX eran
inválidas, para Roma y los “fieles perplejos” eran válidas, y ambos tenían
razón. “Tanto ellos como nosotros
entendemos lo que decimos”, como explican los Padres del Seminario de La
Reja, en su famosa carta a los fieles de la primera hora. Por eso: celebremos
con un Te Deum el decreto…y a la vez critiquémoslo.
Confiesan
esa inconsecuencia los mismos Padres del Seminario de La Reja:
“La
Fraternidad Sacerdotal San Pío X agradeció a Roma el decreto sobre las
excomuniones, siendo que éste no las declaraba nulas por injustas, como hubiera
debido, y a algunos les parece que así
ha dado a entender que las considera válidas. Sería cierto si esta fuera la única vez que la Fraternidad se hubiera
manifestado respecto a este asunto…” (El resaltado es nuestro).
Conceden allí estos
sacerdotes (buenos sacerdotes otrora tan firmes) que la conclusión lógica es
cierta, respecto de que la FSSPX consideró válidas las excomuniones al aceptar
ese decreto. Sólo invalidan esto –o creen invalidarlo- porque antes la FSSPX dijo algo distinto. Pero
lo que importa es la posición oficial de la FSSPX frente a Roma entonces, allí donde tiene que dar el
testimonio de la fe. Y allí –como los mismos Padres de La Reja admiten- han
aceptado la validez de las excomuniones. Luego, afirmando una cosa ad extra y afirmando otra ad intra, destruyen el principio de no
contradicción y, por supuesto, como dice el P. Suárez en su artículo, “En el orden psicológico esta negación genera
una inmensa perplejidad a los ojos del sentido común”. Y los Padres que les
preguntaban (¿ingenuamente?) a los fieles en su carta: “¿Por qué se inquietan?”…El mismo P. Suárez ya les había dado la
respuesta.
La misma caída había
tenido Mons. de Galarreta, cuando justificó esta doblez del pensamiento en una
entrevista (publicada en el mismo número de Iesus
Christus que el testimonio de los Padres de La Reja, Nº 121):
I.C.:
¿Si no hubo excomunión, no le parece contradictorio haber pedido a Roma hacer
algo respecto al decreto?
M.D.G.:
Aparentemente contradictorio sí. En realidad no. Porque una cosa es la validez
o no de las excomuniones, y otra cosa la
impresión que tiene el resto de la iglesia y la opinión pública en general. Es evidente que recaía sobre nosotros un estigma a los ojos de toda la
Iglesia, que era como una condenación de lo que representamos: la Tradición
católica. Son dos aspectos distintos. El aspecto objetivo es que no había excomunión. El otro aspecto es el subjetivo, en el espíritu de la gente,
y fue en orden a éste que se pidió se retirase el decreto.
Corregimos
a Mons. de Galarreta, que en verdad debió decir, según su pensamiento:
“Objetivamente contradictorio, sí. Subjetivamente, no”. De las declaraciones
del obispo se desprende que la verdad puede ser contradictoria, pues lo que
para unos es una cosa (el aspecto objetivo), para los otros es otra (aspecto
subjetivo), y hay que conciliar ambos, quedando bien con todos. ¿No es acaso lo
que hizo la iglesia conciliar en el ejemplo dado por el P. Suárez? Sancionan a
un sacerdote que da la comunión a un protestante (imagen tradicional) y luego
un cardenal que firmó la sanción da la comunión a un protestante sin ser
sancionado (imagen modernista). El aspecto objetivo es que no debe darse esta
comunión a los herejes. El aspecto subjetivo es que hubo que quedar bien con la
opinión pública. Desde luego que así no se queda bien con la verdad.
Digamos
también que afirmando que se hizo aquello (pedir y aceptar el levantamiento de
las excomuniones) “por la gente”, en realidad la estaban estafando, considerando
a los fieles como una chusma incapaz de comprender estas cosas y a la que había
que engañar con una medida espuria y confusa para darles la impresión de que en
la FSSPX no eran tan malos como les habían hecho creer. ¡El fin justifica los
medios! “Como ustedes son tan tontos, simulamos –por amor a ustedes- que
reconocemos estar excomulgados así nos quitan esa etiqueta y entonces ustedes
se acercan a nosotros y nosotros les damos la verdad que no les da Roma”.
Luego,
cada documento o declaración de la Superioridad podría tener dos
interpretaciones (lentes negros o rosas): para con Roma decían una cosa (el
asunto es la impresión, lo subjetivo), para con los fieles de la Fraternidad,
otra cosa (lo objetivo, la verdad).
Como
castigo, ya no se tiene el coraje ni la lucidez para afirmar claramente la
verdad, y sí decirlo todo con ambigüedad, para no causar mala impresión en la
opinión pública. De hecho, ahora ni siquiera se habla con ambigüedad: prefieren
callar ante los escándalos de Francisco en Roma.
Otro
buen ejemplo de esta falta de coherencia que el Padre Suárez ya no se encarga
de denunciar: el motu proprio sobre
la Misa.
La
FSSPX había hecho de la Misa tradicional su bandera. Así lo destacaba, por
ejemplo, el Padre Bouchacourt en el editorial de la Iesus Christus Nº 97 de comienzos del 2005, titulado “LA MISA ES
NUESTRA BANDERA”.
Bien.
Pero la FSSPX aceptó y agradeció –aunque les pareciera “imperfecto”- el “valiente”
motu proprio Summorum Pontificum que
hace de esa Misa que ellos dicen es su bandera el rito extraordinario de la
Iglesia, debajo del rito ordinario, el Novus Ordo de Bugnini y su equipo
protestante. Y Mons. Fellay dijo: “El
motu proprio restablece la misa tridentina en su derecho”. Es decir: para
él la Misa tridentina tiene derecho a ser el “rito extraordinario” y no el
“rito ordinario” de la Iglesia. O sea: la oficial es la Misa nueva, la Misa tridentina
es “la querida” y no puede aspirar a más derecho que ese, ya que el motu
proprio de Benedicto “restableció la misa tridentina en su derecho”. Con todo lo cual Mons. Fellay vino a
demostrar que su apego a la Misa tridentina es superficial, ya que de otro modo
no toleraría que esta conviviese bajo el mismo techo con la misa bastarda que
conduce a la herejía. Misa a la que, por otra parte, finalmente terminó
considerando legítimamente promulgada.
¿Dijo
algo sobre todo esto el Padre Suárez en algún artículo, y tal vez nos lo
perdimos? Por favor, si algún lector lo sabe que nos lo haga conocer.
ADVERTENCIA FINAL
A
fines del 2004, la revista Iesus Christus
publicó una nota referida a la caída del Padre Rifán y los Sacerdotes de Campos
en las redes de la iglesia conciliar. “Dejaron
de sufrir por la Iglesia”, dice su título. Desde allí mismo se recordaba –como
testimonio de qué decía el ahora reconciliado con la Roma modernista- una carta
del anteriormente “duro” Padre Rifán, que advertía celosamente que “es preciso
reconocer que estamos peleando con Modernistas y con un Concilio Modernista”.
Luego, el pobre diablo cayó, arrastrando otros tras de sí. Y el Diablo
conciliar le dio su premio en codiciadas monedas del Vaticano, que de nada le
servirán.
Parece
que la advertencia no se tuvo en cuenta o no se recordó lo suficiente, tal vez
sumergidos en la propia jactancia de que “nosotros no vamos a caer porque…” Valga
la cita para recordarnos a nosotros mismos, quienes resistimos el presente
derrumbe de la FSSPX, que si somos testigos de lo que ocurre ahora con la
“inclaudicable” Fraternidad, no nos tengamos por listos sino que, recordando
las palabras de San Pablo, nos vigilemos mutuamente, con la oración y la
revisión de nuestra fe, para que el decir estas cosas nos sirva de constante
centinela, y no de presunción de unos atributos que no nos pertenecen, ya que,
el que esté de pie, que mire de no caer. El combate es permanente y, el que
persevere hasta el fin, ese será salvo.