Con
verdadera pena escuché las noticias referidas a que el papa Francisco no quiso
asistir al concierto preparado con ocasión del Año de la Fe, porque según
interpreto de sus palabras, no pierde el tiempo asistiendo a conciertos a los
que más bien asisten los príncipes renacentistas que se dedican a escuchar
música y no a trabajar.
Digo
que me ha dado pena, y especialmente por los músicos. Tengo hijos pequeños que
tal como se los he contado antes, tocan el violoncelo y el piano. Sé cuánto
ponen de empeño en preparar dos veces al año sus humildes y pequeñas
presentaciones que son una muestra de todo el trabajo realizado durante el año.
Sé cuánto esmero ponen, y muchas veces han de vencer su pereza y su cansancio
para conseguir que las piezas elegidas se interpreten de la mejor forma
posible.
Preparar
un concierto es una tarea muy difícil. Tengo amigos músicos y sé de primera
fuente todo lo que hay detrás. Hay que hacer los arreglos, luego ensayar y
ensayar hasta que quede perfecto, no es un trabajo improvisado. Y unido a lo
anterior se tiene siempre presente al auditorio hacia el cual va dirigido el
concierto. Me imagino a los músicos preparando su concierto ilusionados en
presentarse ante el Vicario de Cristo. Me imagino las conversaciones en sus
casas o con sus amigos señalándoles que van a presentarse ante el Papa. Y
bueno, ¿qué pasó? El Vescovo di Roma se niega a asistir dejando plantados a los
músicos...¡qué desilusión para ellos! ¿Habrá pensado esto el Papa? Me parece
que es de una falta de delicadeza imperdonable lo que ha hecho con la orquesta,
con el director y con todos los que organizaron esta presentación. Fea la
actitud, fea la actitud, como cantan mis hijos.
¿Era
tan urgente el trabajo que no podía tomarse dos horas de "su"
tiempo...de su bendito tiempo para asistir al concierto preparado con tanto
cariño? Eso sólo lo sabe él. Yo por mi parte felicito a los músicos que tocaron
igual frente a un trono vacío que acusaba la mala educación de aquel para cual
estaba destinado.