2.
Segunda respuesta al Cardenal Levada (addendum al PD2 del 30 de noviembre de
2011) (12 de enero de 2012).
La
comisión Ecclesia Dei, visiblemente insatisfecha por la primera
respuesta del 30 de noviembre de 2011, solicita a Monseñor
Fellay, por medio de Monseñor Pozzo, un complemento de información el
cual fue enviado por Monseñor Fellay el 12 de enero de 2012.
Este
documento presentado por Monseñor Fellay, estaba destinado a “precisar
las razones de nuestra posición y el alcance del documento”.
Está
compuesto de tres partes: A) El preámbulo en general, B) el Preámbulo
en particular, y C) su aplicación concreta.
Se
distingue por su lucidez y su firmeza en el análisis de las trampas propuestas
por el PD1, el cual es refutado, en detalle, punto por punto.
Es
importante notar aquí que en esta época (enero de 2012), Monseñor Fellay
parecía casi tener la línea trazada por Monseñor Lefebvre y por la Fraternidad,
al menos en cuanto a los documentos públicos. Aquí se trata de “Fellay
1”, pues luego veremos aparecer (¿o desarrollarse?) un “Fellay 2”, más
ambiguo y conciliador, bien diferente del primero….
A. Respecto
del Preámbulo en general.
El
documento del 12 de enero de 2012 afirma que “los problemas mayores
planteados por ciertas novedades del concilio Vaticano II… no han sido
resueltos” por el Preámbulo de Roma, y que éste, en lugar de
corregirlos, pide a la Fraternidad que “se corrija”.
Además,
la carta afirma:
« El
Preámbulo nos impone todas las novedades sobre las cuales
hemos expuesto las dificultades, las reticencias y las oposiciones que
permanecen” y éste exige “la aceptación pura y simple
de la posición contraria a nuestras preocupaciones y a nuestras instancias”.
Este
análisis nos muestra que, hasta ese momento, Monseñor Fellay veía claro sobre
las trampas contenidas en el Preámbulo de Roma, pero al mismo
tiempo él está miope porque no discierne que el tiempo
de las discusiones doctrinales con Roma se terminó.
Roma
se contenta, de alguna manera, diciendo : “ya los hemos
escuchado durante las discusiones doctrinales; ahora es tiempo para que ustedes
se sometan a las novedades”.
Es
por eso que la Nota del Cardenal Levada presentando el Preámbulo doctrinal de
Roma precisaba: “tomamos como fundamento principal de
la plena reconciliación con la Sede apostólica, la aceptación
del Preámbulo doctrinal que sigue”.
Así,
si hay una plena reconciliación con la firma del Preámbulo, ya
no queda nada más que discutir…
B.
Respecto del Preámbulo en particular.
Enseguida,
la carta del 12 de enero enumera los problemas específicos que
plantean las novedades conciliares.
Por
principio, Monseñor Fellay precisa que el pasaje que plantea más problema está
en el párrafo III del Preámbulo. Se trata de la
elección del “criterio de interpretación de los textos litigiosos” y de
la noción de “progreso de la Tradición” temas muy apreciados
por los modernistas.
a.
Respecto al « criterio de interpretación”.
Esta
es la justificación a priori por Roma del cambio
operado en el magisterio posconciliar respecto a la Tradición.
Este « criterio
de interpretación » no es para Roma más que la
integración del Vaticano II y del magisterio posconciliar en la Tradición de la
Iglesia, por medio de “la hermenéutica de la
continuidad”.
La
Roma actual dice oponerse a una hermenéutica de la
ruptura que vería una oposición entre el concilio y el Magisterio
tradicional. Para ellos, considerar que el Vaticano II es una ruptura sería un
error de los conciliares más radicales y… el error de la FSSPX, los
primeros aprobando esta ruptura y los segundos deplorándola.
En la
óptica hegeliana de Benedicto XVI, siempre es posible armonizar dos
ideas o posiciones objetivamente opuestas, pero “conciliables”
subjetivamente por la razón.
Es
una « gimnasia » arriesgada, que contradice abiertamente la
realidad de los hechos. Negar que después del Vaticano II no hubo una
ruptura con el pasado, como lo hace Benedicto XVI, revela la inconsciencia
y la ceguera (¿o la mala fe?). Es suficiente, por ejemplo, ver las
pocas o ninguna referencia hecha en los documentos conciliares o posconciliares
del Magisterio anterior a Juan XXIII.
La
Fraternidad trató de responder a este punto mencionando la famosa
interpretación del concilio “a la luz de la Tradición”. Pero
esta expresión no va muy lejos, porque se trata solamente de un argumento ad
hominem y no un argumento de fondo.
En
efecto, la interpretación del concilio Vaticano II “a la luz de la Tradición”
significa para la Fraternidad que ella excluye las novedades
del concilio que están claramente en ruptura o discontinuidad con
el Magisterio de siempre, pero la Roma actual llega a la conclusión
opuesta, diciendo que no hay ruptura.
Esta
expresión: “aceptar el concilio a la luz de la tradición” es mañosa. En
efecto, hay muchos pasajes en el concilio que son totalmente
inaceptables y no pueden interpretarse de otra manera que por lo que
ellos expresan, con la mejor voluntad del mundo. Aceptar por ejemplo Gaudium
et spes o Dignitatis humanae “a la luz de la
Tradición” es completamente imposible. El Vaticano II está en
contra de la Tradición en estos documentos y no se puede decir lo opuesto de lo
que ellos significan.
Aceptar
entonces el concilio “a la luz de la tradición” podría significar también el
reconocer que existe una “interpretación tradicional” posible de todos estos
textos. Es reconocer por lo tanto la doctrina de “la hermenéutica de la
continuidad”.
Es
verdad que Monseñor Fellay dijo que rechazaba ciertos elementos
inaceptables del concilio. Pero jamás detalló la lista de los elementos que
rechazaría en un texto oficial enviado a Roma.
Por
lo tanto, hay dos discursos: uno para nosotros, uno para Roma. Los
documentos escritos que Monseñor Fellay envió a Roma dicen querer aceptar el
concilio a la luz de la tradición. Es decir que da a entender
que él juzga que todo el concilio podría ser leído de
una manera “tradicional”. Por lo tanto, él defiende la hermenéutica de la
continuidad sin nombrarla rebautizándola como luz de la tradición.
Además
la palabra Tradición, no tiene el mismo significado para
nosotros y para Roma, nosotros consideraríamos que ciertos textos del concilio
o del magisterio deberían ser interpretados según Santo Tomás de
Aquino, mientras que el papa nos impondría la interpretación de Karl
Rahner, por ejemplo, considerando que no hay ruptura.
Finalmente,
dice la carta de Monseñor Fellay del 12 de enero de 2012 que comprometerse
a ir más lejos, sería construir sobre el equívoco”.
¿El
texto propuesto por Roma, debe rechazarse? ¿Vamos
finalmente a detener todo? Sorprendentemente no, ya que
Monseñor Fellay se rehusó a detener las negociaciones con Roma, y propuso
de nuevo el Preámbulo (PD2), el del 30 de noviembre de 2011, que
citamos más arriba.
El
30 de noviembre de 2011, con su PD2, Monseñor Fellay piensa que todavía es
posible para él presentar, como “alumno mañoso”, otra copia del
exámen que sobre todo evita mencionar los textos litigiosos del
concilio, pero se verá que el Cardenal Levada no tenía la misma opinión…