El Vaticano es uno de esos sitios donde no se dan
puntadas sin hilo; salvo los imprevisibles imponderables, es raro
que ocurran casualidades, nada se improvisa, todo se delibera. Incluso en
la espontaneidad más trivial hay algo estudiado, premeditado. No
estoy diciendo que todo sea falso o impostado; lo que digo es que no hay efecto
sin causa ni acto sin intención.
Por eso me causa mal efecto el acto de esta mañana pasada, con la aparición en público de Francisco y Benedicto, tête a tête, codo con codo, en dos sillones, uno sentado junto al otro. Una imagen equívoca hasta el extremo.
El año 2013 está siendo traumático. Si en Julio del año pasado nos dicen que doce meses después veríamos una estampa como la de esta mañana, hubiéramos contestado al que nos lo dijera que deliraba, que veía fantasmas y figuraba espejismos. El tiempo, sin embargo, no ha mostrado la realidad contingente con toda su fuerza traumatizante.
Pero como se acostumbra a los niños a superar los traumatismos familiares, rupturas, abandonos, ausencias y distancias, así parece que se nos quiere normalizar la conciencia, con actos anómalos aparentemente normales. Pero no son normales. Yo, por lo menos, procuro mantener despierta la conciencia crítica resistente de la a-normalidad. No soy tonto ni me gusta que me metan en la lista de los bobos que asienten y aplauden.
En este caso nos han dado a comulgar la piedra de molino de dos Papas al alimón, el día que se publica esa inaudita encíclica elaborada por uno y firmada por el otro. Escrita a 'cuatro manos', han dicho los medios (tan perversamente vulgarizantes).
Si Francisco renunciara también (algo que desde que salió al balcón intuimos que podía pasar en cualquier momento), sería de pesadilla ver juntos a tres, uno, otro y otro.
Como en las fotos de esta mañana Benedicto llevaba pectoral de oro y Francisco pectoral de plata, el que viniera podría ostentar pectoral de bronce.
Lo peor es que la mayoría aplaude, no problem.
Yo mantengo, sin embargo, que el trauma golpea por dentro. Porque la Cabeza Visible de la Iglesia es el Papa, y hoy - lo expliquen como lo expliquen - eran dos las cabezas visibles.
Incluso uno parecía más cabeza que el otro, todavía.
+T.
Por eso me causa mal efecto el acto de esta mañana pasada, con la aparición en público de Francisco y Benedicto, tête a tête, codo con codo, en dos sillones, uno sentado junto al otro. Una imagen equívoca hasta el extremo.
El año 2013 está siendo traumático. Si en Julio del año pasado nos dicen que doce meses después veríamos una estampa como la de esta mañana, hubiéramos contestado al que nos lo dijera que deliraba, que veía fantasmas y figuraba espejismos. El tiempo, sin embargo, no ha mostrado la realidad contingente con toda su fuerza traumatizante.
Pero como se acostumbra a los niños a superar los traumatismos familiares, rupturas, abandonos, ausencias y distancias, así parece que se nos quiere normalizar la conciencia, con actos anómalos aparentemente normales. Pero no son normales. Yo, por lo menos, procuro mantener despierta la conciencia crítica resistente de la a-normalidad. No soy tonto ni me gusta que me metan en la lista de los bobos que asienten y aplauden.
En este caso nos han dado a comulgar la piedra de molino de dos Papas al alimón, el día que se publica esa inaudita encíclica elaborada por uno y firmada por el otro. Escrita a 'cuatro manos', han dicho los medios (tan perversamente vulgarizantes).
Si Francisco renunciara también (algo que desde que salió al balcón intuimos que podía pasar en cualquier momento), sería de pesadilla ver juntos a tres, uno, otro y otro.
Como en las fotos de esta mañana Benedicto llevaba pectoral de oro y Francisco pectoral de plata, el que viniera podría ostentar pectoral de bronce.
Lo peor es que la mayoría aplaude, no problem.
Yo mantengo, sin embargo, que el trauma golpea por dentro. Porque la Cabeza Visible de la Iglesia es el Papa, y hoy - lo expliquen como lo expliquen - eran dos las cabezas visibles.
Incluso uno parecía más cabeza que el otro, todavía.
+T.