“¿Quién ignora que San José es
entre todos los santos, después de María Santísima, el más apreciado de Dios
para impetrar las divinas gracias a favor de sus devotos?
Bien
nos cumple venerar a San José, a quien el propio Hijo de Dios quiso honrar llamándole
padre (Orig. Hm.17) Idéntica denominación le dan los Evangelios (Lc.2, 33) y
con ese mismo nombre lo designó también la Santísima Virgen (lbid.2,48). Si el
Rey de los reyes encumbró, pues, a José a tan elevada honra, justo y debido es
que nosotros procuremos ensalzarlo en cuanto podamos... ¿Qué ángel o qué
santo, dice San Basilio, mereció ser llamado padre del Hijo de Dios? ¿Puede
darse mayor dignidad ni más encumbrada celsitud, prosigue diciendo, como la de
mandar al que impera sobre todos los reyes? ¡Gran confianza debemos colocar en
la protección de San José por el señalado amor que le mereció de Dios su
eminente santidad!
Y
pues siendo María, como aseguran los santos, la dispensadora de todas las
gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer
enriqueciese de ellas a su esposo, a quien tanto amaba y del que era
respectivamente amada? Y ¿cuánto no es de creer aumentase la santidad de José
el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos? ¿Qué
llamas de caridad no debemos suponer ardiesen en el pecho de San José por aquel
trato continuo que durante tantos años vivió unido al Hijo de Dios?”
(San
Alfonso María de Ligorio - Serm. de la festividad de San José).
Acordaos,
oh purísimo esposo de María Virgen y protector mío San José, que jamás se ha
oído decir que habiendo alguno invocado tu protección y pedido tu ayuda, no
haya sido consolado. Con esta confianza vengo a tu presencia y me encomiendo
fervorosamente a ti ¡Oh! no desprecies mi oración, oh Padre virginal del
Redentor, sino recíbela piadosamente. Amen.