Número
CDLIV (454)
26 de
marzo de 2016
Legado
de Monseñor – I
Mons. Williamson
Hace
25 años murió Mons. Lefebvre.
¿Sus
sucesores le han sido fieles? No.
Ayer, 25 de marzo, fue el
25to aniversario de la muerte de un gran hombre de Dios,
Monseñor Lefebvre, a quien tantos católicos que hoy mantienen la Fe le deben
tanto. Cuando en los años 1960 los demonios Revolucionarios del mundo moderno
lograron poner bajo su yugo a la masa de hombres de Iglesia católicos, sea
durante o después del Concilio Vaticano Segundo (1962–1965), fue Monseñor
quien, casi por sí solo, se mantuvo firme en esa Verdad Católica que la
Autoridad Católica, enceguecida o acobardada, estaba abandonando. Porque, de
hecho, para obedecer a esa Autoridad dedicada a los principios de la
Revolución, los católicos tuvieron que abandonar la Verdad de la Tradición
inmutable de la Iglesia. O si no, para permanecer fieles a esa Verdad, ellos
debían entrar en “desobediencia” a las Autoridades de la Iglesia.
Por supuesto, ni Monseñor
ni la Fraternidad San Pío X que él fundó en 1970 estaban en desobediencia real,
ya que la Autoridad Católica es la sirviente indispensable de la Verdad
Católica: indispensable porque la Verdad sin Autoridad se hace
trizas en medio de las opiniones beligerantes de hombres falibles, pero sirviente porque
la Autoridad es un medio y no un fin, el medio para proteger y preservar esa
infalible Verdad de Cristo que por sí sola puede salvar almas. A esta inmutable
Tradición de la Iglesia, Monseñor Lefebvre permaneció fiel hasta el final,
aunque sin despreciar ni desafiar aquellas Autoridades de la Iglesia que lo
condenaron al final. Por el contrario, él hizo todo lo que pudo, de hecho, en
un momento dado según él mismo lo admitió, aún más de lo que debió haber hecho,
para ayudarlos a ver a la Verdad y servirla, por el bien de toda Iglesia, pero
en vano.
Fue entonces cuando, para
asegurar la supervivencia de la Verdad de la salvación, en junio de 1988
consagró cuatro obispos sin el permiso de las Autoridades de la Iglesia, el
cual es normalmente necesario. Ellas deben haber esperado que el proceder sin
su permiso significaría la ruina de su Fraternidad, pero, por el contrario,
ella floreció porque ya un número significativo de almas habían remontado de su
“obediencia” pre-Conciliar a comprender que la Verdad debe venir primero y que
obispos verdaderos son esenciales para la supervivencia de esta Verdad de la
Iglesia.
Pero, ¿qué sucedió a la
Fraternidad que él dejó atrás cuando murió dos años y medio más tarde? Su
sabiduría católica y su carisma personal ya no estaban allí para protegerlos de
la fuerza magnética de la “obediencia” pre-Conciliar, la cual tomó la forma de
proposiciones aparentemente razonables acerca de un compromiso diplomático
entre la Autoridad Conciliar y la Tradición Católica (GREC). La falsa
“obediencia”, prefiriendo la Autoridad a la Verdad, se deslizó a la cima de la
Fraternidad, contra la cual Monseñor la había exorcizado y, en unos pocos años
su Fraternidad ya era difícilmente reconocible, mientras sus falaces líderes
fueron a Roma implorando, rogando por un reconocimiento oficial de las
Autoridades de la Iglesia.
Ahora bien, la Verdad no
tiene el derecho de ponerse a sí misma en la posición de mendigar cualquier
cosa a un grupo de mentirosos –“El Catolicismo es Revolucionario” es una
espantosa mentira – pero los falaces líderes de la Fraternidad, entonces y
ahora, justificaron su humillación de la Verdad apelando al ejemplo del
Arzobispo. Por años, dicen, él fue a Roma buscando la aprobación oficial de la
Fraternidad, y ellos no han estado haciendo otra cosa. Pero lo que puede haber
parecido similar era en realidad bien diferente. Mientras que ellos iban a Roma
en busca de algún acuerdo político por el cual, como se volvió evidente a más
tardar en la primavera de 2012, estaban dispuestos a comprometer la doctrina,
Monseñor, por el contrario, fue a Roma solo y únicamente por el bien de la Fe y
de la Iglesia. Para él, la aprobación de la Fraternidad por la Autoridad de la
Iglesia fue siempre únicamente un medio para ayudar a esa Autoridad a volver a
la Tradición y a la Verdad, y cuando esa Autoridad en la primavera de 1988
demostró de una vez por todas su rechazo de velar por la Tradición, entonces
Monseñor rompió todas las negociaciones y contactos diplomáticos y rotundamente
declaró que éstos únicamente se reanudarían cuando Roma retornara a la Verdad
doctrinal. De hecho, los sucesores de Monseñor, nunca lo entendieron. ¿Y hoy?
Vea el “Comentario” de la próxima semana.
Kyrie eleison.