martes, 22 de marzo de 2016

CAÍDA DEL OBISPO TISSIER








El hermoso carro brillante que hacía acelerar su motor pero no avanzaba ni un milímetro terminó por detenerse… El motor se detuvo hoy.

Mons. Tissier predicaba todavía la buena doctrina y la buena prudencia respecto a nuestras relaciones con Roma, pero nunca quiso seguir a Mons. Williamson en una resistencia concreta a las derivas acuerdistas de Menzingen.

Así se cumple el adagio: “el que no vive como piensa, termina pensando como vive”. Fue un obispo consagrado por Mons. Lefebvre…

Ustedes leerán aquí esta cosa increíble bajo la pluma de Mons. Tissier: Monseñor Lefebvre nunca planteó, como condición de nuestro nuevo reconocimiento por Roma, que Roma abandone los errores y las reformas conciliares”.

Siempre es una gran tristeza el ver a un combatiente bajar las armas.

Esta caída, que llega en plena Semana Santa, es ciertamente una invitación a estar “vigilando y orando pues el espíritu está presto pero la carne es flaca”.

Est hora tenebrarum 


Cita, de la entrevista publicada acá

Ahora, veinticinco años después de la muerte de Mons. Lefebvre, ¿dónde está el futuro de la Fraternidad?

Mons. Tissier de Mallerais: Las cosas se aclaran. Durante nuestra peregrinación del año 2000 a Roma, sufrimos la ofensiva del encanto por parte del Cardenal Castrillón Hoyos, que empujaba a Juan Pablo II a reconocer unilateralmente a la Fraternidad. Luego Benedicto XVI nos acordó nuestras dos “condiciones previas”: reconocimiento de la libertad de la misa tradicional y retiro (más o menos feliz, para nosotros luego para él) de las excomuniones de 1988. En 2010-2011, tuvimos las discusiones doctrinales planificadas: ¡y total desacuerdo! Nuestro Superior general Mons. Fellay estimó bueno continuar las negociaciones y eso causó bastante inquietud entre nosotros, hasta el momento en que fue claro, en mayo y junio de 2012, que Benedicto ponía todavía como condición, como lo dijo al principio sin rodeos, la aceptación del Concilio y de la legitimidad de las reformas. Fue el fracaso. Pero ahora hay de toda evidencia, por parte del papa Francisco, una disposición a reconocernos sin estas condiciones. Nosotros decimos ¡pausa! Porque las cosas avanzan y todavía tienen que avanzar.

Monseñor Lefebvre nunca planteó, como condición de nuestro nuevo reconocimiento por Roma, que Roma abandone los errores y las reformas conciliares. Incluso si dijo algo así a André Cagnon en 1990, él nunca lo hubiera hecho, porque esa nunca fue su línea de conducta, su estrategia con la Roma modernista. Él era fuerte en la fe, él no cedía en su posición doctrinal, pero sabía ser flexible, paciente, prudente, en la práctica. Para llegar a sus fines su prudencia le decía presionar al adversario, acosarlo, hacerlo retroceder, persuadirlo, pero sin embargo sin bloquearlo por las exigencias que se encontraban todavía inaceptables. Él no se negaba al diálogo y estaba dispuesto a aprovechar toda puerta abierta por el interlocutor. Es en este sentido que se ha subrayado en él un cierto oportunismo, se ha hablado de “pragmatismo”, y es verdad: es una pequeña virtud anexa a la virtud cardinal de la prudencia: la sagacidad, una sabiduría práctica, es vecina de la solertia, de la cual hablan Aristóteles y Santo Tomás (2-2, q. 48, a. unicus) y el “Gaffiot”, y que es la habilidad de encontrar los medios para llegar a sus fines.

Mons. Lefebvre pedía con esta sagacidad “que seamos por lo menos tolerados”: “Esto sería un avance considerable”, decía. Y “que seamos reconocidos tal como somos”, es decir, con nuestra práctica que se deriva de nuestras posiciones doctrinales. Pues bien, hoy en día constatamos de parte de Roma una disposición a soportar nuestra existencia y nuestras posiciones teóricas y prácticas. Yo digo “soportar” para evitar “tolerar”, pues ¡se tolera un mal!

Doctrinalmente, ya no se nos fuerza a admitir “todo el concilio” ni la libertad religiosa: ciertos errores que nosotros denunciamos están siendo considerados por nuestros interlocutores como materia de libre discusión, o a discusión continuada. Es un progreso. Nosotros discutimos, pero es necesario confesar que nosotros no cambiamos y que es improbable que nosotros cambiemos. Y en la práctica, nosotros pedimos a estos Romanos: “Reconozcan nuestro derecho de reconfirmar a los fieles bajo condición” y también “¡Reconozcan la validez de nuestros matrimonios!” Como usted ve, son serias manzanas de discordia. Será necesario que se nos reconozcan estas cosas. De lo contrario, ¿cómo nuestro reconocimiento sería vivible?

Esto puede tomar tiempo ¡pero hay un Dios! ¡Y una Mediadora todo poderosa!



MONS. LEFEBVRE RESPONDE:

  


En una conferencia a sus seminaristas en septiembre de 1988:

“Muchos de los que nos han abandonado para unirse a Roma (conciliar) no comprendieron justamente lo que es el liberalismo y cómo las autoridades romanas, desde el concilio Vaticano II, están infestadas de estos errores. Si lo hubieran comprendido, hubieran huido, la hubieran evitado, se hubieran quedado con nosotros. Pero ellos no quieren creer en estos errores ¡Es grave! Porque al acercarse a estas autoridades, uno se contamina forzosamente.
Estas autoridades están imbuidas (…) de los principios del liberalismo: necesariamente, ellas actúan de conformidad con su manera de pensar. Por consiguiente, cuando ellas comienzan a tener relaciones con nosotros, ellas imponen estas ideas, puesto que son las autoridades. Son las autoridades, nosotros somos los inferiores, entonces ellas nos impondrán sus ideas. Mientras ellas no se deshagan de estos errores, del liberalismo y del modernismo, no habrá medio de entenderse con ellas.”


Entrevista concedida a la revista Fideliter Nº 66, 1988:


“No puedo hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto se terminó. Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?”. Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil.”


Conferencia en Sierre el 27 de noviembre de 1988; Fideliter n°89:


“No hay que sorprenderse si no llegamos a entendernos con Roma. Esto no será posible mientras que Roma no regrese a la fe en el reinado de Nuestro Señor Jesucristo… Nosotros chocamos en un punto de la fe católica”


Conferencia en Flavigny, 1°  de diciembre de 1988; Fideliter n°68:

Cuando nos hacemos la pregunta de saber cuándo habrá un acuerdo con Roma, mi respuesta es simple: cuando Roma re-corone a Nuestro Señor. El día en que ellos reconozcan de nuevo a Nuestro Señor como Rey de los pueblos y de las naciones, no es a nosotros a quienes ellos se unirán, sino a la Iglesia Católica en la cual permanecemos”.


Conferencia al final del retiro sacerdotal del mes deseptiembre de 1990 en Ecône:

“Pero ellos nos traicionan. Dan la mano a los que demuelen la Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales y por lo tanto condenadas por la Iglesia. Por lo tanto ahora, ellos hacen el trabajo del diablo, ellos que trabajan con nosotros por el reino de Nuestro Señor y por la salvación de las almas.
“Oh, siempre que se nos acuerde la buena misa, podemos dar la mano a Roma, no hay problema” ¡Mira cómo funciona! Ellos están en un callejón sin salida porque no se puede a la vez dar la mano a los modernistas y querer conservar la Tradición. Cómo quieren que se les tenga confianza a personas como éstas, que justifican la negación de Quanta Cura, de Pascendi, de las decisiones de la Comisión Bíblica, etc…


Fideliter nº 79, enero 1991:

“El Papa es más ecumenista que nunca. Todas las ideas falsas del Con­cilio se siguen desarrollando y reafir­mando cada vez con mayor claridad. Se ocultan cada vez menos. Es inconcebible en todo punto que podamos aceptar co­laborar con semejante jerarquía».
“Los problemas con Roma no son en absoluto de nuestro agrado. El tener que discutir no ha sido por gusto. Lo hemos hecho por razón de principio, para guardar la fe católica. [Algunos] esta­ban de acuerdo con nosotros y colaboraban. Mas de pronto han abandonado el verdadero combate para aliarse con los que están destruyendo la Iglesia, so pretexto que se les concedían pri­vilegios
Es inadmisible. De facto han abandonado el combate de la fe, y ya no pueden enfrentarse a Roma”.


Fideliter N°79, enero 1991, poco antes de su muerte en marzo de 1991:

P: Pero hay Tradicionalistas que han hecho un acuerdo con Roma sin conceder nada.

R: Eso es falso. Ellos han renunciado a su posibilidad de oponerse a Roma. Ellos deben permanecer silenciosos debido a los favores que se les han otorgado. Entonces, ellos comienzan a deslizarse siempre tan lentamente hasta que terminan admitiendo los errores del Vaticano II. Es una situación muy peligrosa. Tales concesiones de Roma tienen como único objetivo conseguir que los Tradicionalistas rompan con la FSPX y se sometan a Roma.


De su libro "Itinerario Espiritual":

"Todo sacerdote que quiere permanecer católico tiene el estricto deber de separarse de esta iglesia conciliar."