"...muchos de los que
se llaman católicos ayudan a los revolucionarios. Son éstos, siempre
"moderados", que estiman la "tranquilidad pública" como el
bien supremo. Esos católicos tolerantes, condescendientes, blandos, dulces,
amables en extremo con los masones y furiosos enemigos de Jesucristo, guardan
todo su mal humor para los que gritan ¡Viva la Religión! y la defienden
sufriendo continuas penalidades y exponiendo sus vidas. Para ellos estos
últimos son "exagerados e imprudentes”, que todo lo comprometen, con
perjuicio de los intereses de la Iglesia".
Mons. Ezequiel Moreno Díaz