miércoles, 30 de enero de 2013

LA LECCIÓN DE SANTA JUANA




Es nuestro deber conocer a nuestros enemigos, para no dejarnos engañar por ellos. Siendo los modernistas los más taimados que nunca han ocupado Roma, debemos entonces conocer su modo de actuar. El fariseísmo se vuelve cada día más sutil, o en realidad deberíamos decir “cada noche”, porque se encubre para que, simulando vivir de día, no aparezca su inmunda tenebrosidad.
Si la Masonería enquistada en Roma, si la secta modernista tiene, como afirmara el P. Luigi Villa, “el propósito de eliminar el Sacrificio de Jesús en la Cruz de la faz de la tierra, lo que, en otras palabras, significa eliminar la renovación del Sacrificio de Cristo en la Misa Católica de la faz de la tierra”, ¿por qué entonces esta secta que ocupa el Vaticano le concedió a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X la libertad de la Misa tradicional, esto es, la renovación del sacrificio de Nuestro Señor sobre los altares?
Se ha tratado de una artimaña muy astuta por parte de los modernistas, a imagen y semejanza de su padre Satanás. Ha sido un paso hacia atrás para poder dar luego dos hacia adelante. Habiendo previsto quizá la pérdida de algunas almas (de sus garras) a través de esta Misa, se han dado cuenta de cuántas más podían llegar a perder (para Dios) si hacían caer finalmente a la FSSPX.
Por otra parte, las restricciones dadas a esta Santa Misa, y el combate efectivo que no ha cesado a la misma, impiden que ésta se conozca y se rece. Hoy es prácticamente una curiosidad, una rareza, un rito “extraordinario” al que acuden muy pocos.
Tenemos un ejemplo muy gráfico de cómo el diablo es capaz de usar las cosas buenas –y aún las mejores y las más santas- para perder a un alma cristiana, en la película “La Pasión de Juana de Arco”, filmada por Carl T. Dreyer en 1928, un clásico del cine.
Allí los fariseos que buscan destruir a Santa Juana la sobornan con la Santa Eucaristía, ofreciéndosela a cambio de que firme su retractación. Juana, para ser fiel a Nuestro Señor, para ser fiel a la verdad, debe negarse a recibir la Eucaristía, con todo el dolor del mundo, siendo incluso vilipendiada por rechazar al mismo Jesucristo.  
Situación parecida, mutatis mutandis, ha ocurrido con el ofrecimiento de la Misa tradicional por parte de la Roma modernista a la Fraternidad. Ésta, sin embargo, ha aceptado el convite, debiendo ahora pagar por ello con su claudicación, firmando el acuerdo con Roma. Está claro que luego de lo que Roma “ha hecho” por la Fraternidad, ésta no puede dejar de corresponderle. Sin duda que se manejan otros tiempos, pero Roma sabe que al haber la Fraternidad aceptado lo que Roma le ha “concedido”, no puede seguir negándose mucho más a la petición de “volver al redil”.
¡Oh, si la Fraternidad o quien la dirige hubiera tenido el coraje o la luz de esa mujercita que ante una presión insoportable prefirió morir en la hoguera, antes que traicionar a su Señor!