“A mí me parece que toda orden religiosa debe
justificar su existencia “hic et nunc” en cada momento de ella. No basta que haya
tenido origen en un hombre esclarecido, o que sus mayores en otro tiempo hayan
concluido grandes cosas; falta probar que estos de ahora son “hijos” de
aquellos; y los hijos se conocen en el parecido. También los fariseos decían: Somos hijos de Abraham; y Jesucristo se
lo negó. Porque en los hijos de un noble nosotros honramos la sangre, que nos
hace esperar nobleza, de acuerdo a las leyes de la herencia; pero en los hijos
espirituales no hay sangre sino espíritu. Qui
non ex sanguínibus, neque ex voluntate carnis, neque ex voluntate viri…nati
sunt; y consiguientemente puede darse la filiación simulada y no siempre
rige el axioma jurídico: filii sunt quos
nuptiae demonstrant. ¡Qué San Emilio, ni qué San Emilio! Este se parecía
tanto a San Emilio como un huevo a una castaña”.
R. P. Leonardo Castellani, “Los papeles de Benjamín Benavides”