Comentario
Eleison Número CCLXXXIX (289)
26 de
Enero de 2013
LIBERALISMO
– BLASFEMIA
Monms.
Williamson
El liberalismo, ¿será tan horrendo como se dice?
Tal o cual persona está acusada de ser un “liberal”, y sin embargo muchos de
los que se ven acusados de serlo, niegan rotundamente que la etiqueta pueda ser
aplicada a ellos. ¿Quién tiene la razón? ¿Los acusadores o el acusado? Siendo
el “liberalismo” una palabra que designa el error de los tiempos modernos que
engloba todo, y que es responsable de arrastrar innumerables almas a las llamas
del Infierno, merece ciertamente una atención suplementaria.
En realidad, la libertad designa lo de que yo estoy
libre (de tal o cual impedimento; por ejemplo estoy libre de una cadena que me
impediría caminar), o bien ella designa lo que yo estoy libre para hacer
(eligiendo tal o cual meta, por ejemplo caminar hasta el pueblo o hasta el
precipicio). De estos dos aspectos de la libertad, la libertad negativa de
impedimento (por ejemplo, libre de una cadena que me impide caminar) viene, a
la vez, antes de la meta positiva en cuanto al tiempo (caminar hasta el
precipicio), pero después, en cuanto a la importancia (o a la gravedad). Pues
estar libre de impedimento (sin cadena) viene antes en cuanto al tiempo, dado
que si estoy impedido de caminar (por la cadena) para alcanzar un objetivo (el
pueblo o el precipicio), tal objetivo es evidentemente imposible de alcanzar.
Por otro lado, en cuanto a la importancia (o a la gravedad), la libertad de
impedimento (sin cadena) viene después de la libertad de elección porque el
valor de una voluntad no impedida dependerá del valor de la meta (pueblo o
precipicio) elegida, y por la cual habré utilizado esta libertad-de, que en sí
es solo negativa. Así, el tener un cuchillo me libera de encontrarme desarmado:
si yo utilizo el estar armado para cortar la comida para comer, esta libertad
es buena; en cambio si yo utilizo el estar armado para cortar en pedazos a mi
abuela, esta libertad se hace mortífera.
Ahora bien, lo que hace el liberalismo es darle a
la libertad de impedimento (sin cadena), un –o el- valor supremo en sí misma (a
esa libertad), independientemente de la libertad para elegir, sea para la buena
meta (pueblo) sea para la mala (precipicio). Así, los liberales independizan la
libertad de impedimento (sin cadena) de la meta buena o mala, del bien y del
mal. Pero la diferencia entre el bien y el mal es una parte esencial de la
creación de Dios, prevista desde la fruta prohibida del Paraíso Terrenal hasta
el fin del mundo, para que el hombre haga su elección entre el Cielo y el
Infierno. Y, a causa de ello, anteponer la libertad de impedimento a la ley de
Dios es anteponer el hombre a Dios.
Dado que el liberalismo implica así la negación
implícita de la ley moral de Dios, del bien y del mal, el liberalismo hace implícitamente
la guerra a Dios, colocando al “derecho” humano para elegir, antes del derecho
divino a dar mandamientos. Ahora bien, tal como lo decía el Arzobispo Lefebvre,
existen 36 variedades diferentes de liberales, y entre ellas sin duda no todas
pretenden hacerle la guerra a Dios. Pero la guerra a Dios sigue siendo la
conclusión lógica de los liberales que dan el valor supremo a la libertad, y es
la razón por la cual para muchos de ellos, todo está permitido. Habiendo
degradado y destronado a Dios y a sus reglas, entonces la adoración de la
libertad viene a ser para los liberales su religión de sustitución, una
religión sin reglas, a no ser su propia voluntad.
Más aún, siendo una religión de sustitución, debe
desembarazarse de la verdadera religión que le bloquea el camino, de tal manera
que los liberales se vuelven naturalmente “cruzados” en contra de la orden de
Dios en todos los rincones de su creación: matrimonio libre de género, familia
libre de hijos, Estados libres de autoridades, vidas libres de moral, y así
sucesivamente. Tal guerra contra la realidad de Dios es una locura total y, sin
embargo, los liberales, aparentemente tan buenos para los hombres que están
“liberando”, pueden ser de hecho tremendamente crueles contra cualquiera que sea
un obstáculo en medio del camino de su cruzada. Está en la lógica de su
religión de sustitución que ellos no se sienten obligados a observar ningún
miramiento en pisotear a los anti-liberales, porque estos no merecen ninguna
piedad.
Durante 20 siglos, la Iglesia Católica ha condenado
tamaña locura. Sin embargo, aprovechando el Vaticano II, la Iglesia oficial le
ha abierto la puerta, declarando por ejemplo (“Dignitatis Humanæ”) que cada
Estado debe proteger la “libertad-de” una coacción civil religiosa de sus ciudadanos
en lugar de su “libertad-para” practicar la verdadera religión. Y ahora, los
dirigentes de cierta Fraternidad católica quieren ponerla bajo la autoridad de
los Romanos del Vaticano II. Para la verdadera religión, tal acción es, como el
Arzobispo Lefebvre la llamó, la “Operación Suicidio”. Es normal, en este
sentido que el liberalismo es intrínsecamente suicida.
Kyrie eleison.