“El 19 de marzo de 2015, fiesta de San José,
Patrono de la Iglesia Católica, viendo el incorregible rumbo tomado por la
Neo-FSSPX en su renuncia a continuar el combate por la integridad de la Fe,
considerando la pertinacia liberal de Mons. Fellay y sus asistentes, y ante la
destructiva hostilidad de Francisco y la iglesia conciliar contra la Tradición
católica, Mons. Williamson realizará un acto heroico de caridad, consagrando
obispo al R.P. Christian Jean-Michel Faure, tal vez el hombre que mejor conoció y más
fiel le fue a Mons. Lefebvre desde el inicio de su combate”.
Los tiempos finales son ocasión de un
discernimiento temible, explica el Padre Emmanuel André.
El Cardenal Newman, por su parte, nos dejó
palabras aleccionadoras que parecen cobrar toda su consistencia en nuestro
presente:
“El peligro especial de los tiempos delante nuestro es el despliegue de
la plaga de la infidelidad, que los Apóstoles y Nuestro Señor han predicho como
la mayor calamidad de los últimos tiempos de la Iglesia. Y por lo menos una
sombra, una imagen típica de dicha época se cierne sobre el mundo. No pretendo
afirmar que éste sea el tiempo último, sino que tiene la perversa prerrogativa
de ser semejante a esa terrible época, en la cual se dice que los mismos
elegidos se encontrarán en peligro de apostatar” (Cit. en “Cuatro sermones sobre el
Anticristo” Ed. Pórtico 2006).
Así como la revolución del Vaticano II
produjo una catástrofe tal en la Iglesia, creando un estado de necesidad que
llevó finalmente a Mons. Lefebvre a resistirle con las consagraciones episcopales
el 30 de junio 1988, en lo que él mismo llamó “Operación Supervivencia”; de
igual modo la “Operación Suicidio” impulsada por las autoridades de la FSSPX
llevaron a Mons. Williamson a tomar la misma decisión, para que aquella
“Operación Supervivencia” de la Fe y la Tradición no sucumbiese, por obra de la
traición de los liberales que torcieron el rumbo de la Fraternidad. La plaga de
la infidelidad fue cayendo lentamente sobre una FSSPX que dejó la vigilancia
para mirarse orgullosa en el espejo de sus numerosos y contables haberes. Entonces
fue necesario reaccionar.
“El neo-espíritu –dijeron en un
comunicado los Padres Faure y Rioult, en noviembre de 2013- se extiende sin
problemas. Las apariencias engañan a los ingenuos y tranquilizan a los que
quieren ser tranquilizados. Ustedes comprenden entonces que es necesario pensar en el futuro.
Mientras que un superior general íntegro no haga regresar a la Fraternidad a
los principios de su Fundador, nosotros debemos actuar”.
Unos principios sin
los hombres que los sostengan, son letra muerta. La conformidad interna sin su consecuente
toma de posición externa, es simplemente una cobardía que pone en serio riesgo
la fe y la salvación del alma. Mientras que los liberales toman en serio sus
malos principios y llevan a cabo su obra destructiva, los que se llaman
católicos tradicionales permanecen afirmando los principios católicos en voz
baja, con tibieza, sin denunciar al enemigo o sin siquiera animarse a
reconocerlo como tal. La parsimonia corrompe la atmósfera tradicional. Los
combatientes se volvieron apariencia,
hojarasca, conservadores. Se volvieron línea-media.
Quizás sea como afirmó Bossuet: “Porque tenemos vergüenza de permanecer solos,
porque no nos atrevemos a alejarnos del camino que vemos trillado, porque
tememos desagradar a los hombres, decimos con toda razón: es así como se vive
en el mundo, hay que hacer como los demás”. El mal atraviesa las puertas que le
abren los que temen salir de la mediocridad, en definitiva, los que no buscan
ser santos sino no ser reprobados. Chesterton va más allá al decir, con entera
verdad: “Un hombre que tiene fe ha de estar preparado, no sólo a ser un mártir,
sino a ser un loco”. Loco para el mundo, testigo de Dios.
Escribió Monseñor Lefebvre al Cardenal
Ratzinger, el 8 de julio de 1987: “Una
voluntad permanente de destrucción de la Tradición es una voluntad suicida que
autoriza, por su mismo hecho, a los verdaderos y fieles católicos a tomar todas
las iniciativas necesarias para la supervivencia y salvación de las almas”.
Tal voluntad suicida de la iglesia conciliar –parece
superfluo repetirlo- no ha disminuido, antes bien, se ha profundizado, en el
tiempo transcurrido desde entonces. Sin embargo, las autoridades de la actual
FSSPX continúan la maniobra para ponerse bajo su poder, buscando y deseando la
“estampilla”, es decir, la aprobación oficial de los modernistas, como lo
admitiera el mismo Superior general Monseñor Fellay en un sermón de
ordenaciones reciente.
Recordemos que en la Declaración oficial por
el 25° aniversario de las consagraciones episcopales, las autoridades de la
actual FSSPX manifiestan estar dispuestas a aceptar un regreso de la FSSPX a
Roma sin que ésta haya vuelto a la Tradición, es decir, los tres obispos están
declarando que aceptan colocarse y colocar a la Tradición bajo el poder de los
liberales y modernistas. Las mismas condiciones del capítulo general del
2012 son un ofrecimiento hacia Roma, en busca del acuerdo canónico sin una
vuelta de las autoridades romanas a la verdadera doctrina católica. En otras
palabras: los modernistas romanos ya no son nuestros enemigos, y mediando unas
condiciones para “conservarnos como somos” es posible colaborar con ellos. Para
ellos es posible la convivencia ecuménica con Roma modernista, siendo ella lo
que es y la FSSPX lo que es, sin que nadie cambie. Eso mismo fue planteado por
uno de los tres obispos.
Pero tal posición oficial de la Neo-FSSPX no
es una opinión ingenua o una ambivalencia momentánea de dos o tres jerarcas,
que podrá variarse en el próximo Capítulo electivo de autoridades. No. Es una
toma de posición clara y definitiva que se corresponde con las medidas
punitivas aplicadas con la máxima injusticia y rigor contra los disidentes por
parte de esas autoridades, y con el reposicionamiento de los hombres dóciles y
manejables en los puestos clave. De manera gradual y cubierta por la nueva
estrategia de propaganda comercial, la Neo-FSSPX fue aplicando los mismos tres
principios que Mons. Lefebvre llamara “El golpe maestro de Satanás”, esto es:
-“Difundir por la autoridad de la Iglesia
misma, los principios revolucionarios que el mismo Satanás introdujo en la
Iglesia”.
-“La Iglesia se va a destruir a sí misma por
la vía de la obediencia”.
-“Satanás logró hacer condenar a aquellos que
guardan la fe católica por los mismos que tendrían que defenderla y
propagarla”.
¿Exageración? Lo mismo le habrán dicho a
Mons. Lefebvre. Pero vemos que quizás con menos escándalo, el mismo exitoso
proceso se fue dando en la Neo-FSSPX:
-Introducir el principio ecumenista del
diálogo con los modernistas, para lo cual se empezó a echarle azúcar a las
críticas, a rebajar con agua la doctrina y a aceptar “el 95 % del Vaticano II”.
La ambigüedad y el doble lenguaje se hicieron cotidianos. Se hizo necesario
“cambiar la posición respecto a Roma” porque según Mons. Fellay allí había
amigos, que estaban propiciando un cambio. Una empresa de branding publicitario
fue contratada para lavarle la imagen a la congregación y suavizarla (maquillarla,
podría decirse) ante los ojos de los conciliares.
-Se apeló a la obediencia para hacer tragar
estos errores doctrinales. La libertad en lo opinable fue coartada y todo aquel
que discutiera la posición oficial, aun fundamentando verazmente su posición,
era reducido en nombre de la obediencia. Sin embargo, es sabido que, por ej.,
el Capítulo del 2012 fue manipulado por los liberales, prohibiendo injustamente
su presencia en el mismo a Mons. Williamson.
-La Neo-FSSPX condenó entonces a los
antiliberales de sus filas, aquellos que simplemente se atenían a lo que la
FSSPX había decidido en el Capítulo de 2006 siguiendo la enseñanza de su
Fundador. Persecuciones, censuras, amenazas y expulsiones se sucedieron, en
nombre de la “obediencia”.
“Os exhortamos, pues, a tener un espíritu de
cruzada permanente” decía Mons. Fellay en su Carta de diciembre de 2013. Y en
abril del 2014: “No podemos permanecer pasivos, no podemos hacernos cómplices
de esta autodestrucción. Por eso, queridos amigos y benefactores, los invitamos
a permanecer firmes en la fe y a no dejarse perturbar por las novedades de una
de las crisis más formidables que debe atravesar la santa Iglesia”. ¿Cómo
demostró su espíritu de cruzado Mons. Fellay? Retomando las reuniones cordiales
e informales con los modernistas y conciliares romanos, en pos de la “plena
reconciliación”. ¿Cuál fue la reacción de los otros obispos y sacerdotes que
permanecen en la Neo-FSSPX? La
pasividad, la complicidad con la autodestrucción. Quizás porque estos actos no
traen consecuencias inmediatas, no se comprende la infidelidad que significa su
permisión a través del silencio.
Leemos en un reciente boletín de la FSSPX de
México: “¿Qué alegría suscitaríamos a San Juan Bosco inscribiendo nuestros
hijos en el Instituto de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, bote salvavidas
suscitado por Dios? Por cierto, un bote salvavidas no es cómodo, suscita muchas
angustias, no tiene placas oficiales…. Y a pesar de todos los pretextos que se
pueden encontrar o inventar, tiene esta gran ventaja: salva, es decir tiene y
da todos los medios necesarios para la salvación”.
Si acordamos en que un bote salvavidas cuenta
con lo necesario para salvarse, ¿por qué desear el regreso a un barco que se
está hundiendo, y además por el sabotaje
de sus propios enloquecidos tripulantes? Pero además ¿por qué asociar las
muchas angustias con el hecho de “no tener placas oficiales”, es decir, no
contar con la aprobación o el sello del barco? ¿Es que no son parte del barco
de la Iglesia Católica quienes se han procurado los botes salvavidas? Pero
además, esos botes salvavidas, ¿tienen y dan todos los medios de salvación,
pero a la vez dirigen su rumbo hacia el barco que se hunde con la intención de
dejar los botes y volver allí de donde salieron? ¿Esos botes dicen que salvan,
pero han echado a las aguas a los que han visto esta maniobra y la han
denunciado? ¿Qué tan confiables son? ¿La salvación entonces es selectiva, y se
permite sólo para los que aceptan con los ojos y la boca cerrados ser llevados
a su perdición por unos pilotos imprudentes y traidores?
“El estado de necesidad –escribía el Padre
Gleize, allá por el 2008- es una situación en la que, si se sigue obedeciendo a
la autoridad, uno se desvía del fin al cual se supone que la autoridad debe
conducirnos; porque precisamente, quien detenta la autoridad en la sociedad ya
no ejerce a esta autoridad de modo de alcanzar el bien de la sociedad: es
infiel a su función y abusa de su poder” (Revista Iesus Christus N° 117, mayo/junio 2008). Tales palabras, aplicadas entonces a la iglesia
conciliar y sus autoridades liberales, se aplican hoy a las autoridades de la Neo-FSSPX,
a quienes secunda este sacerdote hoy acuerdista. ¡El misterio de la apostasía
se extiende! “Y es la ocasión de un
discernimiento temible”.
“¡Qué palabra terrible: se callarán las enseñanzas de la doctrina! San
Gregorio proclama en otras partes que la Iglesia prefiere morir a callarse. Por
lo tanto, ella hablará: pero su enseñanza será obstaculizada, su voz será
ahogada; ella hablará: pero muchos de los que deberían gritar sobre los techos
no se atreverán a hacerlo por temor a los hombres. Y eso será la ocasión de un
discernimiento temible” (Padre
Emmanuel, El drama del fin de los tiempos).
Decía en el 2008 el entonces Superior de
distrito, Padre Bouchacourt:
“La Fraternidad San Pío X, junto a otras
congregaciones tradicionales, es la única que grita las verdades a voz en
cuello y denuncia los errores. Todos cuantos firmaron acuerdos con Roma han
debido enmudecer y son inoperantes en términos de la restauración de la
Tradición. ¡Esa y no otra es la triste realidad!”. (Revista Iesus Christus N° 117).
¿Y qué vemos hoy como triste realidad? Que la
Fraternidad San Pío X, enmudecida, ya no “grita la verdad a voz en cuello” ni
“denuncia los errores”, y aún el mismo autor de aquellas palabras altaneras,
cual nuevo Pedro claudicante -aunque a la fecha sin arrepentimiento-, terminó
negando una verdad de fe, y escondiendo su vergüenza ante los fieles en una
lastimosa retirada, ¡cuya claudicación terminó siendo recompensada por sus
superiores! Cuando la Neo-FSSPX estuvo a punto de firmar y obtener una
Prelatura con Roma, a mediados de 2012, ese Superior de Distrito no “gritaba a
voz en cuello” contra eso sino que calificaba de traidores a los que avisaban
de tal peligro. Más tarde, uno de sus obispos superiores ¡salió diciendo que la
Virgen los salvó de obtener un acuerdo con Roma, el acuerdo que ellos habían
procurado! He allí los frutos de la obediencia ciega: sacerdotes y obispos
convertidos en políticos, y como éstos, soltando frases a conveniencia, sin
importarles un comino que por sostener a su congregación tuvieran que pisotear
la verdad.
“Como dice la
Escritura: Los que debían ladrar en contra del lobo para salvar al
rebaño, para salvar las almas, se han convertido en perros mudos. Y es de
esta manera que el superior de la Fraternidad, Monseñor Fellay, nos
orienta desde hace años con la esperanza de llegar a un acuerdo con Roma. Para
preparar los espíritus para esta media vuelta, para esta capitulación, todos
los medios son buenos”(P. Faure en entrevista, septiembre 2013).
Sin necesidad de una reconciliación oficial o
plena, como le llaman, la Neo-FSSPX ha dejado de señalar y repudiar los errores
e impiedades de los modernistas como Francisco, demostrando así falta de celo
por el honor de Nuestro Señor y amor a las almas, incluso por aquellos que
deben ser llamados por su nombre, ostenten la jerarquía que ostenten, y a
quienes se debe decir la verdad. Mientras Monseñor Lefebvre decía y vivía cosas
como ésta: “¿Y por qué nos excomulgan?
Porque queremos permanecer católicos, porque no queremos secundarlos en este
espíritu de demolición de la Iglesia. Porque ustedes no quieren unirse a
nosotros para contribuir a la demolición de la Iglesia, los excomulgamos. ¡Muy
bien! Gracias. Preferimos ser excomulgados. No queremos tener parte en esta
obra espantosa que tiene lugar desde hace veinte años en la Iglesia” (sermón
del 10 de julio de 1988); por el contrario, las autoridades actuales de la
Fraternidad buscan la forma de agradar a los demoledores de la Iglesia,
pidiendo que les den una “estampilla” y les dejen un rincón con su misa y
bonitas tradiciones litúrgicas, dentro del carnaval ecuménico.
Cuánta razón tenía entonces el hoy
claudicante Padre Bouchacourt, en el mismo editorial, al escribir lo siguiente:
“La Iglesia precisa contar con Obispos integralmente católicos, que se
hagan eco de Gregorio XVI, de Pío IX, de
León XIII, de San Pío X, de Pío XI o de Pío XII, quienes la iluminaron con sus
enseñanzas.(…) Y no es sino porque ningún obispo se ajusta a este sublime rol,
que hace 20 años Monseñor Lefebvre consagró cuatro Obispos, deseando suplir así
a estas trágicas deficiencias. No quería dejarnos huérfanos tras su muerte. Y
aquello fue, como se llamó, la “Operación Supervivencia”, la cual rescató el
sacerdocio y la Tradición católica. ¿Dónde estaríamos hoy en día si este acto
providencial no hubiese tenido lugar? El 30 de junio de 1988 nuestro fundador
realizó un acto heroico de caridad consagrando a cuatro obispos y sacrificando
así su reputación por el bien de las almas y de la Iglesia” (IC cit.).
El 19 de marzo de 2015, fiesta de San José,
Patrono de la Iglesia Católica, viendo el incorregible rumbo tomado por la
Neo-FSSPX en su renuncia a continuar el combate por la integridad de la Fe,
considerando la pertinacia liberal de Mons. Fellay y sus asistentes, y ante la
destructiva hostilidad de Francisco y la iglesia conciliar contra la Tradición
católica, Mons. Williamson realizará un acto heroico de caridad, consagrando
obispo al R.P. Christian Jean-Michel Faure, tal vez el hombre que mejor conoció y más
fiel le fue a Mons. Lefebvre desde el inicio de su combate. Seguramente las
voces a uno y otro lado lanzarán con el disfraz de la estridencia combatiente
todo un cúmulo de inconsistentes mentiras o acusaciones, como de hecho también
tuvo que recibirlas Monseñor Lefebvre. Así se hablará de ilusiones, de sueños
restauracionistas, de voluntarismo antiapocalíptico, de espíritu cismático y
rebelde, de locura, de trampa judeo-masónica, etc. Pero son precisamente los
que lanzan la acusación, en particular sobre el Padre Faure, de “infiltración
judía”, los verdaderos infiltrados, que quieren desviar la atención sobre sus
acciones destructivas de las fuerzas de la Tradición, conduciéndolas mediante
un espíritu sectario o acuerdista a un callejón sin salida. No nos engañemos: a
un lado y otro el diablo desdobla la apuesta y presenta diferentes caras para
un mismo fin. Los liberales, en nombre de la caridad o la misericordia,
descuidan y desatienden la fe. Los sedevacantistas, farisaicos, jansenistas,
blanden la espada de la fe y se olvidan de la caridad. Unos se vuelcan al más
insensato activismo, mientras los otros se dan a un quietismo sectario. Unos y
otros desprecian la verdadera autoridad, por exceso o por defecto. “Una secreta
soberbia, disfrazada de celo” mancha sus acciones. “La Fe debe engendrar Caridad, y la Caridad debe vivir de
la Fe” decía el Padre Castellani. La verdadera Resistencia no debe estar
dispuesta a perder esta verdad, y para eso debe no solo proclamarla a viva voz,
sino también vivirla.
Que Dios premie abundantemente este acto y
nos dé la gracia a nosotros de conservarnos siempre fieles y hasta el final, en
el buen combate por el reinado de Jesucristo y el honor de la Santa Iglesia.
¡Virgo fidelis, ora
pro nobis!
¡Viva Cristo Rey!