Por GIL DE LA PISA
ANTOLÍN - 31 DICIEMBRE 2020
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Cada instante de nuestra vida es un momento ideal para agradecer a Dios
los infinitos bienes que no ha regalado desde que, a ti y a mí, nos
creó. Y eso mismo debe saber cada hombre nacido de mujer -- como popularmente
se dice-- pero, nuestras ocupaciones nos lo dificultan. En vista de esa
realidad, al menos, es bueno y necesario hacerlo en días y horas predestinados
–como quien dice—para ese menester. Entre ellos, yo destacaría la “Nochevieja”.
Recuerdo que durante mi niñez y juventud, entre las asociaciones
religiosas, grupos de “Acción Católica” y familias muy bien formadas era normal
y habitual reunirse en los últimos minutos del año que concluía y los
primeros del que iba a iniciarse para cumplir con dos obligaciones
indiscutibles del cristiano: ¡pedir perdón y agradecer!
Con la “Noche vieja” despedimos un año durante el cual hemos cometido
sin lugar a la menor duda, infinidad de infidelidades a
la voluntad de Dios y al mismo tiempo hemos recibido un chorro de
beneficios y gracias, resulta pues de pura lógica, acertadísima,
esa excelente costumbre de reunirse ante el Santísimo para
cumplir esa obligación doble: Darle gracias a Dios por todos sus
obsequios y pedirle perdón por nuestra mala correspondencia consecuencia de
nuestros fallos y pecados.
Desgraciadamente, aunque me imagino que las buenas religiosas y
religiosos en sus conventos, siguen aún fieles a esa costumbre, ya
no es frecuente ni habitual, en las parroquias y asociaciones de apostolado
católico, ni en las familias tenidas por muy cristianas, ver en uso
lo que yo viví de niño y de joven.
Es evidente que, aunque los hombres se olviden de su Creador, la
Santísima Trinidad no hace lo propio con su criatura predilecta y por más que
nos parezca que nos olvida, la realidad es muy diferente, pues no
nos pierde de vista ni un segundo. Eso sí, por su voluntad, somos
libres y nos deja actuar como locos y, aunque nos empeñemos en
suicidarnos, no nos obliga a ser cuerdos. De ahí se deduce la
obligación para quienes aún conservan en buen uso su inteligencia y voluntad de
hacer todo lo posible para recordar a sus hermanos estas verdades de a
puño y el deber de hacer cuanto esté en sus manos para atraerlos al redil
y a la sensatez.
Poniendo los pies en el suelo y como no te será posible reunirte en las
iglesias con el resto de los que “viven la fe”, ni intentar rescatar las
viejas costumbres, me parece obligatorio darte un consejo, fácil de poner en
práctica pues no precisas colaboración de nadie. Veamos: dos minutos antes de
las doce, en vez de estar preocupado por si acabas las “doce uvas” piensa en
todo esto que te he comentado, y agradece a Quien tiene el
mundo en su manos, todo lo bueno recibido a lo largo del año 2020 y
pídele perdón de tus olvidos, omisiones, errores y pecados, por no haber
llenado tu misión para el año que termina. Y, ofrécele los primeros
minutos del año 2021 para que los bendiga y seas mejor, tú, en los
próximos trescientos sesenta y cinco días.
Si todos los españoles tuvieran esto presente, lo más probable es
que Quien rige los destinos de la Humanidad se
decidiese a librarnos de la “peste roja” (infinitamente peor
que la “peste negra”) esa con la que dos canallas miserables,ladrones,
embusteros, y homicidas, nos llevan con premeditación,
perfecta planificación y alevosía, a la miseria, a la hambruna y a la
esclavitud.
Para mí sigue siendo incomprensible que la sangre de los héroes de la
Cruzada, y de tantos mártires (sin una sola apostasía entre los sacerdotes
y religiosas asesinados por los canallas comunistas, anarquistas, separatistas
hace ochenta y cuatro años) no hayan logrado impedir la
descomposición que vive España. Pidámosles que se unan a nuestras
oraciones para que España vuelva a ser UNA, GRANDE Y LIBRE.
¡Viva Cristo Rey! y ¡Arriba España!