jueves, 31 de diciembre de 2020

ALGUNAS CONSIGNAS POLÍTICAMENTE INCORRECTAS PARA LAS ACTUALES CIRCUNSTANCIAS – ANTONIO CAPONNETTO

 


Extraído del Capítulo XI del libro DEMOCRACIA Y PROVIDISMO, Un intento de guía orientadora.

 

*Sí al Quinto Mandamiento; no al aborto.

*Toda vida vale si se vive respetando el Plan de Dios.

*No hay que probar que el embrión es persona humana desde el principio; sino que el demonio es homicida y mentiroso desde el princi­pio; y que a él sirven activamente los partidarios del aborto.

*El vitalismo o providismo es una filosofía falaz, de peligrosa rai­gambre pagana y neopagana. Cristo es la Vida, y sólo por amor a Él, en Él y por Él, tiene sentido nacer, vivir y morir.

*Salvemos las dos vidas, si Dios así nos lo permite, si así se lo pe­dimos y ponemos nuestro mejor empeño. Pero hay santas, como Gianna Beretta Molla, que ofrecieron su vida para que viviera el hijo por na­cer. Y hay filicidas feroces a las que hay que salvar de sus garras las vidas de sus hijos, así pierdan las de ellas.

*El aborto está financiado y promovido por el Judaísmo triunfan­te, no por el Nacionalsocialismo derrotado. En política también está mal abortar la realidad de los hechos y de sus personajes, aunque ellos resulten en las antípodas de nuestras convicciones.

*En el Tercer Reich estaba penado el aborto. La Unión Soviética de Lenín lo legalizó. En historia también está mal abortar la verdad de lo acontecido.

*Identificar al abortismo con el nazismo no es banalizar el holo­causto. Es parte de un calculado sofisma conocido como reductio ad Hitlerum, inventado por el hebreo Leo Strauss en 1951.

*Pedir valentía es exigir que se señale de una vez la responsabi­lidad criminal de la judeomasonería, y la de la de la totalidad de sus sirvientes y cómplices enquistados en el oficialismo y en la presunta oposición. La cultura de la muerte que decimos rechazar, también debe obligarnos a no consentir –en ningún ámbito– la muerte de la veracidad.

*Estar pendiente del voto de los diputados o de los senadores es justificar la prevalencia de la coima, de la ruleta electoralera y del número eventual y fluctuante por sobre el imperecedero Decálogo.

*Nadie debe permanecer un segundo de vigilia esperando el re­cuento de sufragios comprados y vendidos por los hampones del siste­ma democrático. Sus leyes perversas son insanablemente nulas frente a la Ley Divina. No seamos rehenes voluntarios de quienes usan el poder para comportarse como nuestros secuestradores.

*Santa Teresa pide no dormir porque no hay paz sobre la tierra; y hay que hacerle caso. Nos pide militar bajo la bandera de Cristo Rey; no estar atentos al tablero maloliente de los cuentavotos oficiales.

*No somos protagonistas de un Boca-River con localidades asig­nadas para cada bando en la Plaza del Congreso, y un cordón de se­guridad en el medio. No debe importarnos ser más, sino ser héroes y santos. Sobrenaturalicemos la lid. Es nuestra mayor y más legítima ventaja.

*La Constitución ampara hoy la vida del embrión y mañana puede cambiar el artículo pertinente. Así son sus inicuas reglas de juego impuestas por el liberalismo. Las Tablas del Sinaí, en cambio, son irre­vocables. La Alianza con Moisés es más importante que el Pacto de Olivos. Sepamos en quién confiar.

*No amenace a un político con negarle su próximo voto. Amená­celo con la resolución de no ser jamás partícipe del sistema que lo prohija a él y a sus secuaces. Si se queda sin su voto hallará otros. Es su especialidad. Si se queda sin estercolero morirá, porque se alimen­tan de basura.

*Nadie está proponiendo el abstencionismo, ni el quedarse de brazos cruzados. Pero la omisión de la Verdad Entera es más grave que la emisión de un error. Y el activismo que desprecia y margina a los testigos de la Verdad Entera, para poder contemporizar con el mundo y sumar adherentes, no es moralmente grato a los ojos de Dios.

*Estamos ante un combate de hondas raíces teologales. Quien crea que es una competencia de plazas más llenas, de cacerolas más ruidosas, de estadios más repletos, de lenguajes más prosaicos y vul­gares, de profesiones de fe democrática o de marchas más sincre­tistas, no puede conducir una genuina resistencia. Será funcional a la forma mentis de la modernidad.

*Cuidado con los flamantes valientes con carnet de militantes. Viven todavía los miembros de varias generaciones que pelearon en soledad y en aislamiento, durante décadas, sin patrocinadores ni es­tructuras ni medios ni redes sociales. Su osadía les valió cárceles, persecuciones y amenazas. En tamañas peripecias fueron dejados so­los y aun acusados de extremosos, cuando no de poetas y soñadores.

*No ponga como modelos de defensores de la vida a esos perso­najes del mundillo del espectáculo y de la farándula, que hasta ayer –pero lo más grave: hasta hoy– viven dando pésimos ejemplos de pro­miscuidad, de nudismo, de frivolidad, de sensualismo desbocado, de inconsistencia intelectual, de memez escandalosa, de snobismo narci­sista y aún de indecencias bien rentadas. Recuerde en cambio que el buen combate por el Orden Natural y el Orden Sobrenatural –especí­ficamente, contra el divorcio, el aborto, el pansexualismo, la contrana­tura, etc.– tiene antiguos y viejos maestros, muchos de los cuales ya murieron sin que las jóvenes generaciones jamás se hayan percatado de su magisterio. Se comete injusticia grave con ellos, al ignorar que hablaron y obraron cuando el tema no estaba en conocimiento de na­die, pero sí activamente en marcha desde las usinas del Nuevo Orden Internacional.

*No hay que hacer la Revolución en sentido contrario. Hay que hacer lo contrario de la Revolución. Copiar los procedimientos del ene­migo es haberse dejado seducir por sus criterios y modalidades.

*Predicar la guerra justa no es ignorar cuáles son las condiciones y los requisitos para que ella pueda ejecutarse; ni es ignorar tampoco que, en las actuales circunstancias, un estallido clásico de tal guerra justa resulta materialmente imposible. Predicar la guerra justa es, por un lado, no querer olvidarse de un concepto y de un curso de acción previstos como posibles y legítimos en el horizonte cosmovisional de un católico. Cuando Dios lo quiera y si está en sus planes. Pero no predicar la guerra justa –y desestimar a quienes lo hacen– es pacifismo ramplón, eunuquismo mental y moral, contemporización comodona y burguesa. Y produce los efectos ya profetizados por Donoso Cortés: a los pueblos que en tal miseria incurren, el Señor muda su sexo. Los convierte en un pueblo hembra, y le envía conquistadores para que le quiten la honra.

*Esta no es una batalla cromática sino teológica. Tampoco sen­timentalista o sensiblera. Chupetes y escarpines queden al pie de la cuna. En la lid se alcen los pendones cristeros, los estandartes van­deanos, las aspas de Borgoña, el Cristo de la Legión y la bandera de Facundo.