LA UBICUIDAD MASÓNICA
Las
congregaciones iniciáticas están a la obra en la Europa cristiana, desde
la época del Renacimiento. Es cierto que fueron precedidas, en la Edad Media,
por cofradías más o menos esporádicas. Bajo la forma de la masonería actual,
ellas operan activamente desde el siglo XVIII. Se considera a las
Constituciones de Anderson (1717), que forman la carta de la Gran Logia de
Londres, como su acta de nacimiento. Esta logia es la primera de todas en orden
cronológico y se convirtió, tanto de hecho como de derecho, en “madre y
maestra” de todas las logias masónicas del mundo. Ella representa, para la
contra-iglesia, la simetría inversa de la Archibasílica del San Juan de Letrán.
La
masonería quiere estar presente en todas partes. Esta ubicuidad es la base de
su método de acción exterior. Ella quiere saber todo lo que se dice, participar
en todo lo que se decide, colaborar en todo lo que se hace. Ella se mezcla con
todas las corrientes, incluso las que nacen sin ella, también a las que se
forman contra ella. Pues toda corriente contiene una fuerza utilizable. Ella
elige, entre las tendencias que se manifiestan espontáneamente, aquellas que
conviene favorecer y las que hay que torpedear a toda costa. Esta infiltración
universal es una de las actividades más importantes de la masonería. Es muy
difícil escapar pues se realiza por medio de la “influencia personal
cuidadosamente cubierta”
ASTUCIA Y VIOLENCIA.
La
doctrina cristiana, tal cual era enseñada antes de la crisis, nos advertía que
el demonio es un ser doble: es mentiroso y homicida. Como mentiroso, será
astuto y seductor, como homicida será violento y aterrador. Será a veces
cordero y a veces dragón: “Después vi otra bestia que subía de la tierra,
que tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero pero que hablaba como el
dragón” (Apoc. XIII, 11).
Esta
duplicidad esencial la comunicará en la tierra, a todos los organismos que ha
creado para hacer la guerra a Cristo y a los hombres. Es necesario que sepamos
identificar, en estos organismos a los cuales estamos necesariamente
confrontados, la astucia y la violencia de su amo.
Encontramos
ministros de su astucia y ministros de su violencia. La Sagrada Escritura nos
proporciona dos grupos de dos figuras que nos aclaran el doble comportamiento
de los demonios y de sus ministros humanos. Estas dos figuras son Gog y Magog,
evocados sobre todo en el libro de Ezequiel y Leviatán y Behemoth en el libro
de Job.
1.-
Los ministros humanos de la ASTUCIA del demonio pueden ser ubicados bajo el
signo de Gog y de Leviatán.
Gog
significa « techado » y conviene a todo lo que es cubierto,
disimulado y engañoso. Habita los confines del Septentrión, como Lucifer, de
quien es figura: “Tu vendrás de tu país, de los confines del septentrión, tu
y los pueblos numerosos contigo” (Ez. XXXVIII, 15). Gog es engañoso,
ataca a aquellos que están desprevenidos “Dirás, subiré contra una
tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas que viven en paz y que habitan
todas sin muros, y sin tener cerrojos ni puertas” (Ez. XXXVIII, 11).
Leviatán
es una bestia marítima que esconde su extraordinario poder bajo encantos
cautivadores: “No callaré sus miembros, su fuerza, la armonía de sus
proporciones… soberbias son las líneas de sus escamas, como escudos cerrados…
sus estornudos son como chispas de fuego, sus ojos como los párpados de la
aurora… Su corazón es duro como piedra, duro como la muela inferior…” (Job
XLI, 25).
Todas
estas ilusiones con las cuales el Leviatán se rodea, son mentirosas. Son
vestigios de su belleza primitiva, vestigios que conserva en su estado caído
pues Dios no lo despojó. Son los restos de belleza que pone en evidencia cuando
se disfraza de ángel de luz. Tanto los jefes históricos, filósofos,
instituciones, incluso naciones, son “gogs” y “Leviatánes”. Hay que saberlos
reconocer.
2.-
Los ministros de la VIOLENCIA están retratados bajo los rasgos de Magog y
Behemoth.
Magog
significa « sin techado », es decir, sin disimulo: es el símbolo de
la fuerza cínica y brutal.
Behemot
es una bestia terrestre como un toro:
“Mira
a Behemot, creado por Mí lo mismo que tú. Come hierba como buey; y ve que su
fuerza está en los lomos, y su vigor en los músculos de su vientre. Endurece su
cola como un cedro; y los nervios de sus muslos son como un solo tejido. Sus
huesos son tubos de bronce, sus costillas como planchas de hierro… ¿Le meterás
un junco en la nariz, le taladrarás con un gancho la quijada? (Job
XL)
Es
evidente que no existe una separación entre los ministros humanos de la astucia
demoníaca y los de la violencia. Son frecuentemente los mismos hombres que
ejercen alternativamente los dos ministerios, incluso simultáneamente.
En
la guerra, no es posible evitar todos los golpes. Pero hay que evitar las
imprudencias. Es una imprudencia acercarse inútilmente a Leviatán o a Behemot,
por ejemplo para tratar de discutir o de razonar con uno u otro; no se discute
con el demonio ni con los suyos.
Una
religiosa de Poitiers, Josefa Menéndez, española de origen, recibió
revelaciones de la Santísima Virgen que aclaran este punto:
“El
demonio es como un perro furioso, pero está encadenado, es decir que solo tiene
una cierta libertad. Solo puede tomar y devorar su presa si ésta se le acerca.
Y es para apoderarse de ella que su táctica habitual es transformarse en
cordero. El alma que no se da cuenta y se acerca poco a poco y no descubre su
malicia hasta que se encuentra dentro de su alcance” (Un
llamamiento al amor, 13 de abril de 1921).